Yahoo Noticias Después de 40 años, el dueño de este diner de Pinecrest quiere vender
Es probable que al menos una vez hayas comido un plato lleno de huevos revueltos perfectos y tocino divinamente crujiente en este estrecho diner en un modesto centro comercial de Pinecrest.
Probablemente también hayas esperado un rato en un banco exterior bajo un calor abrasador.
La comida abundante, la cuenta razonable, el ambiente agradable e incluso un poco de actitud por parte de los atrevidos meseros bien valen su tiempo.
Nos referimos, por supuesto, a Wagons West, un diner poca luz en el frondoso vecindario de Pinecrest desde hace más de cuatro décadas.
Ahora puede ser suyo. El restaurante de 1,574 pies cuadrados está a la venta.
“¡Es su oportunidad de poseer un trozo de la historia de Miami! Hagamos un trato”, dice un pequeño anuncio publicado recientemente en el periódico local The Pinecrest Tribune.
El propietario y cofundador, Walter “Wally” Muench, está dispuesto a hacer las maletas, al igual que su hermano mayor y cofundador, Steve, que se retiró a los Villages de la Florida Central hace unos años.
“Estamos bajo el radar de la venta”, dijo el hombre de 75 años. “Pero creo que es el momento”.
El dueño no reveló el precio y solo pide consultas serias.
El gregario Muench (ese tipo sonriente con camisa hawaiana que reparte el menú, maneja su tarjeta de crédito y hace chistes) quiere ver más a sus hijos y, básicamente, hacer lo que los jubilados hacen, o mejor dicho, no hacen.
El divorciado residente de South Miami tiene tres hijos mayores —uno es un médico en Nueva York y los otros dos viven en California—, así que viaja para verlos todo lo posible.
“Todos han trabajado aquí en algún momento”, dice Muench sobre sus hijos. “Dejaron el nido hace unos siete años para dedicarse a sus propias cosas”.
El nacido en Alemania y su hermano, ahora de 80 años, abrieron el hogareño local familiar en el Suniland Shopping Center en 1981, una década después de llegar al sur de la Florida. El alquiler era de $900, ahora es de $16,000 (de ahí los recientes aumentos de precio de la comida).
“Estábamos tratando de encontrar una idea para un negocio. Pensamos: ‘La gente tiene que comer’”, dijo Muench riendo.
Los dos hombres tenían otros dos pequeños restaurantes en la zona que ya no existen, hasta que dieron con esta joya del centro comercial.
Cuando abrieron, Wagons West era un restaurante griego, el Suniland Luncheonette.
“Tenía un aspecto muy gótico, con lámparas de araña negras y todo eso”, recuerda Muench. “Yo mismo quité el letrero en abril de 1981”.
Los nuevos dueños se propusieron inmediatamente transformar la decoración, convirtiéndola en el Wagons West que sus fans conocen hoy. En cuanto a la temática vaquera, decidieron modelar el restaurante a partir de una tienda de aperitivos vista en Horse Country, y darle un nombre aprobado por abogados que fuera un guiño de la cadena Chuck Wagon.
“Lo decoramos al estilo ranchero, con una sartén de hierro fundido colgada en la pared”, dice sobre los innumerables adornos que han cambiado muy poco a lo largo de los años.
Hoy en día, un gigantesco Mickey Mouse de peluche sentado en una silla de puente le recibirá en la puerta junto al puesto de recibidor de Muench, repleto de recuerdos como un jarrón de arena de Miami Beach, una bandera estadounidense muy gastada y una nota escrita a mano: “Inscríbase aquí. Tenga paciencia”.
Aunque este local poco iluminado, atestado de kitsch del suelo al techo —con carteles enmarcados con frases atrevidas como “Cómetelo o pasa hambre” y “Las quejas se escucharán el segundo martes de la semana que viene” adornan las paredes— parece haber quedado atrapado en un túnel del tiempo, la multitud sigue llegando.
Un fin de semana cualquiera, desde las 11 a.m. hasta las 3 p.m., hay hasta una hora de espera para poder comer una tortilla de cuatro huevos, un club sandwich apilado o un pastel de carne.
¿El secreto del éxito de este restaurante de apariencia sucia, incluso en la era de los teléfonos móviles? Muench tiene una idea. Las ganas de comer no evolucionan.
“Dele a la gente una buena comida con un buen servicio a un precio razonable”, dijo. “Siempre hemos conseguido no comprometer el producto: Si prepara algo que usted mismo no podría comer, no lo sirva. Esa ha sido siempre nuestra política. No saque algo de lo que se avergüence. No hay una fórmula secreta”.
¿Otra clave? El residente de Pinecrest suele estar allí mismo, o a solo una llamada telefónica o un corto trayecto en coche, si hay un problema que los veteranos empleados no pueden resolver. También se le conoce por sentarse a platicar con los comensales y por comentar (ejem, quejarse) sobre asuntos de actualidad.
Y no está de más que Muench, un chef autodidacta, sepa manejarse en la cocina.
“Aprendí haciéndolo a pulso. Incluso empecé a cocinar hasta hace poco. Poco a poco, fui dando un paso atrás. Ya no soy tan rápido como antes, pero puedo hacerlo en un momento dado”.
En un día normal, los chicos de la parte de atrás cocinan un promedio de 300 ó 400 huevos; en un fin de semana entre 700 y 800, desde las 6:30 a.m. hasta las 3 p.m.. Algunos vienen a desayunar y luego vuelven a comer.
“Somos como ‘Cheers’, donde todo el mundo conoce tu nombre”, dice Muench. “Y seguimos siendo algo anticuados, incluso hoy en día”.
Espera que los nuevos dueños mantengan su enfoque práctico, el respeto por la comida casera y que conserven a los antiguos empleados, algunos de los cuales llevan casi 40 años trabajando. (Una mesera veterana sigue allí desde los viejos tiempos. Vivian Schroder, de Brooklyn, es un poco “ruda”, pero “la gente la adora”, dice su jefe).
Hal Feldman, cliente de toda la vida, lleva más de 20 años acudiendo allí.
El agente inmobiliario (que no trabaja para Muench) dice que cree que el nombre y la historia del restaurante serán la venta.
Feldman, cuyo pedido habitual es un sandwich de pavo, también espera que los nuevos dueños mantengan la tradición.
“Wagons West es una celebración de la Americana, una raza en extinción”, dijo. “La clientela que va allí no es del tipo que iría regularmente a un lugar de ‘nombre su comida rápida favorita’. Disfrutan comiendo allí, a quién van a ver, y que el restaurante es una extensión de una familia”.
Feldman también da mucho crédito al dueño, que se ha convertido en amigo y confidente de muchos clientes fieles.
“Como cualquier negocio pequeño, es muy difícil competir con los grandes. Walter es un superviviente”, dice Feldman. “La realidad es que ha puesto toda su vida en ese restaurante, y se merece dirigirse a la puesta de sol”.
Muench tiene un mensaje para quien decida comprar su bebé.
“La situación ideal sería entregarlo a alguien que quiera hacer las cosas bien y mantenerlo”, dijo, sin revelar un precio. “Hay una buena base de clientes para un centro comercial en una zona acomodada. Si se hace bien, podría funcionar”.
¿Le interesa? Envíe un mensaje de texto a Wally al 305-283-2028. Probablemente contestará al segundo timbre, dependiendo de la hora del día.
Más información: WagonsWestRestaurant.com
