2024 llevó al mundo a un peligroso umbral de calentamiento. ¿Y ahora qué?
Al filo de la medianoche del 31 de diciembre, la Tierra dio por terminado el año más caluroso de su historia, según los científicos. El anterior año más caluroso fue 2023. Y el próximo no tardará en llegar: al seguir quemando enormes cantidades de carbón, petróleo y gas, la humanidad prácticamente lo ha garantizado.
La temperatura promedio récord del planeta el año pasado reflejó las olas de calor primaveral de 40 grados Celsius durante semanas que cerraron escuelas en Bangladés e India. Reflejó los efectos de las aguas oceánicas calientes como una bañera que potenciaron los huracanes en el Golfo de México y los ciclones en Filipinas, así como las asfixiantes condiciones de verano y otoño que prepararon a Los Ángeles este mes para los incendios forestales más destructivos de su historia.
“Nos enfrentamos a un clima muy nuevo y a nuevos retos para los que nuestra sociedad no está preparada”, afirmó Carlo Buontempo, director del Servicio de Cambio Climático de Copernicus, la agencia de vigilancia de la Unión Europea.
Pero incluso dentro de esta progresión de años más cálidos y de riesgos cada vez mayores para los hogares, las comunidades y el medio ambiente, 2024 destacó de otra forma desagradable. Según la Organización Meteorológica Mundial, fue el primer año en el que las temperaturas promedio en el mundo superaron en más de 1,5 grados Celsius, o 2,7 grados Fahrenheit, las registradas en el planeta al comienzo de la era industrial.
Durante la última década, el mundo ha tratado de evitar cruzar este peligroso umbral. Las naciones consagraron el objetivo en el Acuerdo de París de 2015 para luchar contra el cambio climático. “Mantener vivo el 1,5” fue el mantra en las cumbres de las Naciones Unidas.
Sin embargo, aquí estamos. Las temperaturas globales fluctuarán en cierta medida, como siempre ocurre, y por eso los científicos suelen analizar el calentamiento promediado a lo largo de periodos más largos, no solo de un año.
Pero incluso con ese criterio, mantenerse por debajo de 1,5 grados parece cada vez más inalcanzable, según los investigadores que lo han calculado. A escala mundial, a pesar de los cientos de miles de millones de dólares invertidos en tecnologías de energía limpia, las emisiones de dióxido de carbono alcanzaron un nivel nunca antes visto en 2024 y no muestran signos de disminuir.
Un estudio reciente publicado en la revista Nature concluye que lo máximo a lo que puede aspirar la humanidad es a un calentamiento de 1,6 grados. Para lograrlo, las naciones tendrían que empezar a reducir las emisiones a un ritmo que pondría a prueba la viabilidad política, social y económica.
“Estaba garantizado que llegaríamos a este punto en el que la diferencia entre la realidad y la trayectoria que necesitábamos para 1,5 grados era tan grande que resultaba ridícula”, afirmó David Victor, profesor de Políticas públicas de la Universidad de California en San Diego.
La cuestión ahora es qué debería sustituir al 1,5 como referencia de las aspiraciones climáticas de los países.
“Estos objetivos de alto nivel son, en el mejor de los casos, una brújula”, afirmó Victor. “Son un recordatorio de que si no hacemos más, nos esperan importantes impactos climáticos”.
(Debido a las variaciones en las fuentes de datos y los métodos de cálculo, las distintas agencias científicas llegaron de forma independiente a estimaciones ligeramente diferentes del calentamiento del año pasado. La NASA y la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica dijeron que fue apenas inferior a 1,5 grados Celsius; Copernicus y la Oficina Meteorológica del Reino Unido dijeron que fue apenas superior. Combinando estas y otras estimaciones, la Organización Meteorológica Mundial concluyó que el calentamiento era de 1,55 grados. Todas las agencias coinciden en el aumento de la temperatura a largo plazo y en que ningún año registrado ha sido más caluroso que 2024).
El umbral de 1,5 grados nunca fue la diferencia entre la seguridad y la ruina, entre la esperanza y la desesperación. Era una cifra negociada por los gobiernos que intentaban responder a una gran pregunta: ¿cuál es el mayor aumento de la temperatura global ─y el nivel de peligros asociado, ya sean olas de calor o incendios forestales o deshielo de glaciares─ que nuestras sociedades deberían esforzarse por evitar?
El resultado, codificado en el Acuerdo de París, fue que las naciones aspirarían a mantener el calentamiento “muy por debajo” de los 2 grados centígrados, al tiempo que “proseguirían los esfuerzos” para limitarlo a 1,5 grados.
Incluso en aquel momento, algunos expertos calificaron este último objetivo de poco realista, ya que exigía reducciones de emisiones muy profundas y rápidas. Aun así, Estados Unidos, la Unión Europea y otros gobiernos lo adoptaron como guía para su política climática.
Christoph Bertram, profesor asociado de investigación en el Centro para la Sostenibilidad Global de la Universidad de Maryland, afirmó que la urgencia del objetivo del 1,5 estimuló a empresas de todo tipo (fabricantes de automóviles, de cemento y de electricidad) a empezar a pensar seriamente en lo que significaría reducir a cero sus emisiones a mediados de siglo. “Creo que eso ha llevado a tomar medidas serias”, afirmó Bertram.
Pero la elevada aspiración del objetivo del 1,5 también puso de manifiesto profundas fisuras entre las naciones.
China e India nunca apoyaron el objetivo, ya que les exigía frenar el uso de carbón, gas y petróleo a un ritmo que, según ellos, frenaría su desarrollo. Los países ricos, que luchaban por reducir sus propias emisiones, empezaron a impedir que el mundo en desarrollo financiara proyectos de combustibles fósiles económicamente beneficiosos. Algunos países de renta baja consideraron injusto pedirles que se sacrificaran por el clima, ya que eran los países ricos, y no ellos, los que habían producido la mayor parte de los gases de efecto invernadero que ahora calientan el planeta.
“El objetivo de 1,5 grados ha creado mucha tensión entre países ricos y pobres”, afirmó Vijaya Ramachandran, directora de energía y desarrollo del Breakthrough Institute, una organización de investigación medioambiental.
Costa Samaras, profesor de Ingeniería medioambiental de la Universidad Carnegie Mellon, comparó los objetivos de calentamiento con las directrices de las autoridades sanitarias sobre, por ejemplo, el colesterol. “No fijamos objetivos sanitarios en función de lo que es realista o posible”, dijo Samaras. “Decimos: ‘Esto es lo que te conviene. Así es como no vas a enfermar’”.
“Si dijéramos: ‘Bueno, 1,5 probablemente está fuera de discusión, pongámoslo en 1,75’, le damos a la gente una falsa sensación de seguridad de que 1,5 no era tan importante”, explicó Samaras, quien ayudó a dar forma a la política climática de Estados Unidos de 2021 a 2024 en la Oficina de la Casa Blanca para Políticas de Ciencia y Tecnología. “Es de gran importancia” .
Los científicos reunidos por las Naciones Unidas han llegado a la conclusión de que limitar el calentamiento a 1,5 grados en lugar de 2 evitaría que decenas de millones de personas se vieran expuestas a olas de calor mortales, escasez de agua e inundaciones costeras. Podría significar la diferencia entre un mundo con arrecifes de coral y hielo marino en el Ártico en verano y otro sin ellos.
Para Victor, de la Universidad de San Diego, es extraño pero demasiado previsible que los gobiernos sigan hablando así de lo que parece un objetivo inalcanzable. “Ningún líder político importante que quiera que se le tome en serio en materia climática quiere arriesgarse y decir: ‘1,5 grados no es factible. Hablemos de objetivos más realistas’”.
Aun así, el mundo tendrá que acabar teniendo ese debate, dijo Victor. Y no está claro cómo será.
“Podría ser constructivo, si empezamos a preguntarnos: ‘¿qué tanto calentamiento real podemos esperar? ¿Y cómo lo afrontamos?’”. “O podría parecer muy tóxico, con hacer un montón de señalamientos políticos”.
c.2025 The New York Times Company