¿Un nuevo álbum de Taylor Swift? Metacritic reúne las reseñas para los admiradores

Taylor Swift se presenta en la Gala Time 100 en el Lincoln Center de Nueva York, el 23 de abril de 2019. (Krista Schlueter/The New York Times)
Taylor Swift se presenta en la Gala Time 100 en el Lincoln Center de Nueva York, el 23 de abril de 2019. (Krista Schlueter/The New York Times)

Para Metacritic, un sitio web que recopila y cuantifica las reseñas de música, películas, programas de televisión y videojuegos, el lanzamiento de un álbum de Taylor Swift es uno de los mejores días del año.

“No hay nada como Taylor Swift”, comentó Marc Doyle, de 51 años, uno de los fundadores del sitio, en una entrevista la semana pasada. “Recibimos una gran cantidad de tráfico y participación de los usuarios; mucha gente comparte información sobre ella en redes sociales”. En 2020, cuando Swift lanzó “Folklore”, su octavo álbum de estudio, el tráfico incrementó “aproximadamente medio millón de páginas vistas”, incluyendo las páginas de reseñas de los usuarios, aseguró.

Metacritic, como su nombre indica, agrupa las críticas de entretenimiento utilizando un principio de metanálisis, despojando las reseñas de sus valoraciones cualitativas y asignándoles un valor entre cero y cien. Y ha contribuido a convertir la cultura pop en un juego de métricas.

Sus cálculos, conocidos como Metascores, empezaron simplemente como una guía de consumo. Pero en la última década, a medida que los superaficionados a la música se han lanzado a la batalla en las redes sociales esgrimiendo datos —cifras de ventas y de emisión en continuo, posiciones en las listas de Billboard, ingresos de las giras, número de Grammys ganados—, los Metascores se han convertido cada vez más en munición. Los apasionados ejércitos de fanes siguen con atención el marcador y uno de los más fervientes está dedicado a Swift, que lanzará su décimo álbum de estudio, “Midnights”, el viernes.

Pero, ¿quién está detrás de Metacritic y cómo tabula sus cifras?

En 1999, Jason Dietz, al igual que Doyle, graduado en la Facultad de Derecho Gould de la Universidad del Sur de California, tuvo la idea de crear un sitio web que aplicara el metanálisis a una serie de medios de comunicación y pidió a Doyle que se uniera a su iniciativa para construirlo. (El sitio de recolección de películas Rotten Tomatoes empezó a funcionar ese año, pero Dietz no lo conocía). Dietz, actual editor de artículos del sitio, había aprendido a programar en HTML, creando sitios web, entre ellos uno llamado List of Possible Band Names.

A finales de 1999, la hermana de Doyle y su marido aportaron la mayor parte del fondo inicial de Metacritic. (A principios de este mes, Metacritic y otros seis sitios fueron adquiridos por Fandom, un desarrollador de plataformas de entretenimiento dedicadas a los superaficionados, en un acuerdo estimado en 50 millones de dólares; Doyle rechazó hacer comentarios sobre la venta). Juntos, empezaron a analizar miles de críticas impresas y en línea, recopilándolas en una hoja de cálculo Excel y organizándolas según sus propios esquemas, lo que pronto se convertiría en sus distintivos Metascores.

Doyle señaló que el grupo empezó a visitar diariamente las publicaciones de reseñas. “Cada vez que publican una reseña, la metes en el sistema”, explicó. “Una vez que llegas a cuatro reseñas, generas la Metascore, que es una puntuación promedio”. Para la sección de juegos, el sitio envía a los puntos de venta una lista de preguntas “para que puedas conocer realmente su filosofía de puntuación”, añadió, un proceso que comenzó hace poco “para los posibles socios de la sección de películas”.

Metacritic empezó a funcionar en enero de 2001 con una sección vertical de películas y un resumen de cómo su personal calculaba las Metascores. Para las calificaciones con letras (utilizadas por publicaciones como Entertainment Weekly), una A representa cien, mientras que una F corresponde a cero. En el caso de las críticas a las que no se asigna un valor alfanumérico, el personal del sitio —Metacritic cuenta actualmente con cinco empleados a tiempo completo que trabajan a distancia desde Los Ángeles, San Francisco, Dallas, y Portland, Oregón— evalúa el tono de la crítica antes de asignarle un valor.

Antes de promediarlas, las puntuaciones se ponderan según el aparente prestigio del crítico y el volumen de reseñas. “Desde el principio hemos creído que hay muchos críticos que son increíbles en lo que hacen, ¿por qué deberían ser tratados exactamente igual que un nuevo crítico de un periódico regional?”, preguntó Doyle.

No obstante, Metacritic se negó a explicar más sobre qué publicaciones y críticos tienen prioridad. “Esa es realmente la receta secreta”, afirmó Doyle. Entonces, ¿cómo evitan los sesgos? “Solo tienes que confiar en nosotros”, agregó. “Somos un equipo profesional”. El sitio gana dinero con la publicidad, las licencias de Metascores y los ingresos de los afiliados.

La sección de música de Metacritic comenzó en marzo de 2001 con un marcador de lanzamientos de álbumes recientes. Al extraer datos de 30 publicaciones (hoy, ese número se ha expandido a 49), el día de su lanzamiento, “Bachelor No. 2” de Aimee Mann ocupó el primer lugar con un Metascore de 90, mientras que “Pony: Total System Failure” de Juliana Hatfield ocupó el lugar más bajo con un Metascore de 25. (El sitio ha rastreado las reseñas de 131 sitios en su historial).

Durante casi una década, esa sección no obtuvo mucha atención en línea. La atención permaneció en la sección de juegos del sitio, que ha tenido la “mayor notoriedad e impacto”, explicó Doyle; sus métricas han afectado cómo se diseñan los juegos, las estrategias de mercadotecnia e incluso la compensación de los empleados.

En una entrevista, el diseñador de juegos Chris Avellone afirmó que en 2010, Bethesda, el editor del juego “Fallout: New Vegas”, “decidió incluir una cláusula en el contrato que decía que, si entregabas un título con una puntuación de Metacritic superior a 84, te daríamos una bonificación”. El juego falló por un punto.

Metacritic empezó a desempeñar un papel más importante en la música casi en la misma época. En diciembre de 2009, tras recopilar 7000 críticas, el sitio publicó su primera lista de los mejores artistas de la década. Su número uno fue una sorpresa: Spoon, la banda de rock independiente.

Poco después, los usuarios empezaron a publicar en Twitter los Metascores, las puntuaciones de Metacritic, como prueba empírica de que un artista había triunfado o fracasado. “Kanye obtuvo 93 en Metacritic, Taylor Swift obtuvo 75. ¡Yeezy Forever!”, tuiteó un fan en 2010.

“La gente utilizó Metascores como una manera de zanjar la discusión, una métrica que echar en cara a los demás”, dijo Doyle. “Esa no era realmente la intención del sitio y odiamos que se utilice como espada o escudo para entrar en batalla con diferentes círculos de aficionados del pop”.

La idea de puntuar a los artistas puede parecer innecesaria o incomodar a algunos críticos —Rolling Stone eliminó hace poco sus clasificaciones de estrellas—, pero hay un gran apetito entre los oyentes por tener los números al alcance de la mano. Perkins Miller, director general de Fandom Inc., comparó Metacritic con la NFL —donde trabajó anteriormente— y su plataforma de estadísticas Next Gen y señaló: “En la actualidad, hay un mayor cruce entre los aficionados al deporte y los aficionados a la música”.

Entre los aficionados al pop que son asiduos al internet, el capital de datos está ligado al capital social. “Siempre se habla de Metacritic en el Twitter de Taylor Swift”, dice PJ Medina, un aficionado de 21 años de Filipinas. “Si obtiene una puntuación alta, significa que es aclamada por la crítica. Significa que a más gente le importa”.

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