Concordia: la segunda inundación en seis meses en una ciudad castigada por un flagelo repetido y sin solución a la vista
CONCORDIA (Enviado especial).– ”El sábado a las 7 de la mañana decidí subir todo, porque miré el río y sabía que iba a crecer. Y no me equivoqué”, contó Joel Gastaldella, un empleado de 25 años que vive en el barrio Vélez Sarsfield, a cuatro cuadras del centro de Concordia, que quedó bajo el agua tras el repentino desborde del río Uruguay que provocó que unas 500 personas fueran evacuadas.
La inundación en Concordia es algo que se repite como una tragedia sin fin. Es un fenómeno natural que no tiene solución en la ciudad desde que parte del trazado urbano se construyó debajo de la cota 14.
Las casas que están debajo de esa altura se inundan y la gente que vive en esa zona vive resignada a que el río sube y deben tomar lo que más necesitan, lo que más quieren, como sus mascotas, e irse. Abandonar sus viviendas o refugiarse en una planta alta.
Eso hizo Adriana Rodríguez, que vive a media cuadra del club Libertad de Concordia, donde los arcos de la cancha de fútbol están con agua hasta la mitad. Este lunes a la tarde el río marrón cubrió todo el patio de su casa. “Este es el Uruguay”, bromeó mientras señalaba el fondo de su vivienda tapado de agua. Las macetas estaban cubiertas por una mezcla de agua y barro, que –según la mujer– “hace un daño terrible”. En la calle se pudrían parvas de camalotes.
La parte de la cocina y el living, que están elevados, aún no había sido alcanzada por la crecida. “Acá todos sabemos lo que tenemos que hacer cuando viene el agua. No hay más remedio que irse. Levantar los muebles y llevarnos las cosas que más queremos. Pero por suerte no hay robos”, sostuvo la mujer.
Cuando cae la noche dejará la casa para irse a “los vagones”, como ellos los llaman, donde muchos vecinos de la zona buscaron refugio. Adriana junto con sus vecinos observan el agua que cubre la calle para tratar de determinar si subió o bajó. Llegan a la conclusión de que está igual que durante la mañana, en 13,30 metros.
“En el gobierno nos dijeron que mañana puede subir a 13,90, pero parece que el río se calmó un poco”, reconoció la mujer, que es empleada independiente y se la rebusca, admite, “en estos tiempos de crisis de lo que aparezca”. La altura estaba este lunes en 13,50.
Una inundación similar como la que afecta ahora a Concordia ocurrió en noviembre pasado. Fue un poco menos severa, pero los resultados fueron los mismos.
La mayoría de los vecinos de los barrios Nebel y Vélez Sarsfield se refugiaron en los vagones abandonados. Lo hacen siempre, porque es lo más fácil y cercano a sus casas. Allí hay un grupo no muy grande. El resto está en los centros de evacuados, que instalaron los gobiernos provincial y municipal.
Dos realidades
Es extraño que en una ciudad donde una parte bajo agua el resto, que está seca, sigue con su ritmo cotidiano como si no pasara nada. Es una naturalización de la tragedia o la resignación a que nadie puede solucionarlo. Roberto Suárez, de 65 años, mira, como muchos, si el río crece, en la intersección de las calles Presidente Néstor Kirchner y Salta, frente a la costanera, hoy inundada. “No creció”, le comentó a su esposa, que lo acompaña a ver el estado del río. Ellos viven una cuadra más arriba. “En 2016 nos inundamos, pero ahora no creo. Ojalá que esto no empeore”, dijo.
Según información oficial, del total de las 167 familias evacuadas, hay 359 personas que fueron trasladadas a domicilios particulares y 209 a centros de evacuados dispuestos en la ciudad.
El intendente de Concordia, Francisco Azcué, enfrenta la primera inundación en ese cargo. Antes era fiscal y se topaba con otros problemas, como los narcos que lo amenazaban. Azcué, de Juntos por el Cambio, fue quien destronó al peronismo, que gobernó desde 1983 esta ciudad, que es la capital política de la provincia. “Los últimos datos que nos dieron en la represa Salto Grande son alentadores. De acuerdo con el pronóstico, el agua no subirá mucho más los próximos dos días. De esa manera nos da tiempo a poder trabajar con la gente que se tiene que evacuar”, sostuvo el intendente en diálogo con LA NACION. Este lunes a la tarde, Azcué dio una conferencia de prensa con el gobernador, Rogelio Frigerio, luego de una reunión que mantuvieron con el comité de crisis.
Frigerio destacó que en 2015 el gobierno nacional, del que él formó parte, financió las obras para la defensa del sur de la ciudad, que no se inundó más. “Ahora hay que seguir con obras de infraestructura para aportar una solución definitiva al problema de la inundación”, señaló el exministro del Interior de la gestión de Mauricio Macri.
En las últimas horas cambió la mirada pesimista que existía sobre la situación, que era dramática. En el comité de crisis las autoridades de la represa dejaron en claro que Salto Grande podrá retener un caudal de agua mayor durante los próximos días para evitar que el río provoque mayores trastornos en la ciudad. “La represa va a estar al máximo de su capacidad de retención de agua”, informaron.
Eso dará, en teoría, un respiro a Concordia, o al menos no provocará que la situación se agrave aún más.
Concordia no solo está en parte rodeada de agua, sino de un cinturón de pobreza en el sur, que la convirtió en una de las ciudades más castigadas por la pobreza en el país, a pesar de tener un potencial productivo muy fuerte, gracias a la producción agropecuaria y de cítricos.
Según el último informe del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) esta ciudad alcanzó el 58,3% de pobreza. Es el segundo conglomerado más pobre del país, detrás de Resistencia, a pesar de ser una “zona rica y maravillosa”, como describió Rolando Kuhn, encargado de San Joaquín, una chacra de 15 hectáreas situada sobre el lago de la represa de Salto Grande, donde cultiva naranjas y mandarinas. Ese lugar se inunda cada vez que la represa libera excesos de agua muy grandes.
El agua es una aliada y una enemiga en esa zona. Porque cuando el río crece y la represa de Salto Grande libera agua, hay partes que se inundan. En la inundación de 2016 “Rolo” arrancaba las naranjas de la finca en la que trabaja desde una lancha. Parte de esas plantas murieron.