Honoré Daumier, el "Charlie Hebdo" del siglo XIX

Un artista convertido en el azote de los poderosos

¡A propósito! Es un baile bien distinguido, de Daumier. (Wikimedia Commons)
¡A propósito! Es un baile bien distinguido, de Daumier. (Wikimedia Commons)

Los terribles atentados terroristas contra los trabajadores de la publicación satírica Charlie Hebdo han vuelto a despertar en Occidente los temores a la amenaza yihadista, pero también han situado en el punto de mira de la más rabiosa actualidad a los medios que emplean la ilustración satírica como principal medio de expresión. Una corriente que, por cierto, goza de una larga tradición en Francia.

Y es que si bien suele considerarse la Inglaterra del siglo XVIII, y las obras de Hogarth como punto de partida de la sátira política ilustrada, fue en la Francia del siglo siguiente donde alcanzó su mayor desarrollo y difusión, con figuras de la talla de Charles Philipon, Grandville u Honoré Daumier. Ha sido quizá este último el que, con el paso del tiempo, ha alcanzado una mayor fama y notoriedad pues, además de sus ácidas críticas de la sociedad francesa de su tiempo, dio forma a un corpus artístico formado por ilustraciones, grabados, pinturas y esculturas.

Daumier nació en Marsella en 1808, pero cuando era apenas un niño emigró a París junto a sus padres, pues su progenitor –un vidriero con inquietudes literarias– intentó labrarse un porvenir como poeta. Aunque su padre quería para él un futuro alejado de la creación artística, no pudo impedir que el joven Honoré sintiera la llamada de las artes desde muy temprano.

Con dieciséis años comenzó a aprender técnicas artísticas junto a un amigo de su padre, el arqueólogo y artista Alexandre Lenoir, y un año más tarde ingresó en la Academia Suiza de París. En esas mismas fechas fue aceptado como aprendiz en el taller del litógrafo y editor Belliard, y desde ese momento no dejó de crear llamativas obras de arte hasta el final de sus días.

Sus primeros dibujos y grabados recreaban imágenes y escenas convencionales, pero a partir de la década de 1830 Daumier fue asentando las raíces del que sería su estilo plástico característico, marcado por una importante carga crítica hacia el poder, y en especial hacia la burguesía, el gobierno y las corruptas instituciones del mundo de las leyes.

Retrato de Daumier, por el fotógrafo Nadar | Crédito: Wikipedia.
Retrato de Daumier, por el fotógrafo Nadar | Crédito: Wikipedia.

Sus ilustraciones satíricas no tardaron en atraer la atención de Philipon, que en aquel entonces había fundado la revista crítica ‘La Caricature’, y fue en sus páginas donde comenzó a mostrar su arte más combativo. Así, en 1832 la revista publicó su caricatura del rey Luis Felipe representado como Gargantúa, que causó un gran revuelo y acabó con Daumier encerrado en la prisión de Ste. Pelagie durante seis meses.

A pesar de la represión –en aquellos años la revista fue ‘secuestrada’ al menos en seis ocasiones, y Philipon también pasó un año en la cárcel–, Daumier y sus colegas no cesaron en la promoción y publicación de sus ilustraciones y viñetas satíricas. De hecho, en 1834 Daumier creó una de sus imágenes más famosas, ‘Rue Transnonain, 15 de abril de 1834’, en la que reflejaba las consecuencias de la terrible masacre que tuvo lugar aquel día.

La ilustración, de una crudeza más que evidente, criticaba sin ambages la actitud del gobierno y la monarquía, y fue publicada en L’Association Mensuelle. Todos los beneficios que Daumier obtuvo de aquella imagen se destinaron a financiar los litigios en los que él y sus compañeros se vieron envueltos. Pese a sus esfuerzos por defender la libertad de prensa, la policía confiscó todas las copias que encontró de la imagen, y también la plancha original.

Para sobrevivir a la censura y los ataques del poder, Philipon creó de forma paralela otra revista, ‘Le Charivari’, en la que el contenido era de un tono más humorístico, sin demasiadas referencias políticas. Los beneficios que les reportaba la revista –en la que también participó de forma asidua Daumier–, les permitió salir adelante en aquellos años de férrea persecución.

En aquella época, Daumier se vio obligado a reducir sus duras críticas a la monarquía y el gobierno, centrando sus afiladas y certeras críticas en las costumbres y debilidades de la burguesía. Poco después, en la década de los años 40, el objetivo de sus caricaturas y grabados fue el estamento legal, destacando su proyecto Les Gens de Justice (Las gentes de la justicia), en el que arremetía con dureza contra los jueces, abogados, delincuentes y funcionarios corruptos.

Para entonces Daumier era conocido ya como “el Miguel Ángel de la caricatura”, que incluía no sólo dibujos y grabados, sino también esculturas en yeso –como su serie de bustos de treinta y seis parlamentarios–, y pinturas de fuerte contenido social, como ‘La lavandera’, ‘El vagón de tercera clase’ o ‘El levantamiento’.

Fiel a sus ideales republicanos y democráticos, Daumier intentó que sus obras sirvieran para mejorar las condiciones de los más desfavorecidos, luchando para que todo el mundo, y en especial las mujeres –protagonistas de muchas de sus obras–, alcanzaran los mismos derechos.

En sus últimos años de vida, Daumier quedó ciego y no pudo continuar con su obra, que para entonces sumaba ya más de cinco mil grabados y dibujos, cerca de cien esculturas y más de quinientas pinturas. Sus ilustraciones satíricas le proporcionaron cierta fama en vida –Paul Durand-Ruel organizó una exposición con su obra un año antes de su muerte–, pero sus pinturas, dotadas de una gran carga social y un estilo realista, no fueron apreciadas hasta muchas décadas después de su muerte.

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Historia original: Yahoo España