El Rubens más íntimo, al desnudo

Un repaso a las obras más personales del artista flamenco

Dos retratos de Clara Serena, la hija de Rubens. A la izquierda, la obra recién atribuida al artista | Rubenshuis.
Dos retratos de Clara Serena, la hija de Rubens. A la izquierda, la obra recién atribuida al artista | Rubenshuis.

Pedro Pablo Rubens fue uno de los pintores más brillantes de su época y abordó con maestría prácticamente todas las temáticas existentes: paisaje, pintura religiosa e histórica, temas mitológicos y retratos. Sin embargo, fue en este último campo, el de los retratos, donde su pincelada brilló con más intensidad, sobre todo cuando los modelos eran miembros de su propia familia.

Rubens inmortalizó en numerosas ocasiones a sus dos esposas –Isabella Brant y la joven Helena Fourment–, a sus hijos, hermanos y cuñados, y dejó tras de sí un notable legado que muestra al mismo tiempo su maestría con el pincel y el cariño por sus seres más queridos.

Teniendo en cuenta esta premisa, la Rubenshuis de Amberes –antigua casa-taller del pintor hoy convertida en museo sobre su figura– reúne por primera vez, y sólo hasta el próximo 28 de junio, un conjunto de estos retratos que Rubens realizó a sus más allegados.

Entre las obras que forman parte de la exposición –titulada ‘Rubens en privado’– se encuentra un retrato de su hija Clara Serena que hasta fechas recientes se había atribuido a alguno de sus seguidores, pero que ahora se ha desvelado –gracias a las últimas investigaciones–, como un auténtico y valiosísimo rubens.

Autorretrato de Rubens con su segunda esposa y uno de sus hijos | Crédito: Wikipedia.
Autorretrato de Rubens con su segunda esposa y uno de sus hijos | Crédito: Wikipedia.

La pintura en cuestión pertenecía en la década de los años 30 del siglo pasado a un coleccionista neoyorquino, y durante un tiempo –hasta 1959– se consideró un auténtico rubens, aunque más tarde los expertos modificaron su atribución. En 1960 fue regalado al

Metropolitan de Nueva York, y el museo lo tuvo en propiedad hasta el año 2013, cuando sus responsables decidieron venderlo para recaudar fondos con los que adquirir otras piezas.

El "falso" rubens fue marcado con un precio de salida de entre 20 y 30.000 dólares por la casa de subastas Sotheby’s, pero sorprendentemente terminó vendiéndose por 626.500 dólares (unos 585.000 euros), lo que parece indicar que los dos pujadores sospechaban que la obra podía ser auténtica.

Finalmente la pintura quedó en manos de un coleccionista privado de Londres, quien lo ha donado en un préstamo de larga duración al príncipe de Liechtenstein, propietario de otro retrato de Clara Serena, en este caso sin dudas sobre su atribución.

Ambas pinturas, ahora en manos del príncipe, pueden contemplarse en la muestra celebrada en la casa de Rubens en Amberes. Para el director de la institución, Ben Van Beneden, los últimos análisis realizados a la pintura –y en especial las pruebas dendrocronología– son correctos, por lo que considera que la pintura hasta ahora en propiedad del Metropolitan neoyorquino es un auténtico rubens. De la misma opinión es Katelijne van der Stighelen, autora del catálogo de la muestra y redactora de un catálogo razonado sobre los retratos del célebre artista.

Una de las fachadas de la Rubenshuis en Amberes | © Javier García Blanco.
Una de las fachadas de la Rubenshuis en Amberes | © Javier García Blanco.

Además de las pinturas de su hija –tristemente fallecida en 1623, cuando tenía sólo 12 años–, la exposición también reúne retratos de las dos esposas del artista, en especial de Helena Fourment, una bellísima joven a la que se conocía como “la chica más linda de Amberes”, y que logró encender de nuevo la inspiración de Rubens en sus últimos años de vida.

El escenario escogido para una muestra tan personal no podía ser más acertado, pues la llamada Rubenshuis (literalmente, “Casa de Rubens”) fue el refugio creativo del artista durante casi treinta años. El pintor diseñó él mismo la vivienda-taller siguiendo el estilo de las villas italianas que había visto durante su estancia en aquel país, aunque mezclando algunas parte del edificio con el típico estilo flamenco.

Así, la parte izquierda de la Rubenshuis, de estilo flamenco, estaba destinada a los aposentos privados del artista y su familia, aunque en la planta de abajo contaba también con la llamada kunstkammer o galería de arte, donde exponía sus propias obras y las de otros pintores.

En el ala derecha de la casa, de estilo barroco italiano, Rubens instaló su taller, y allí trabajó durante 29 años acompañado por ayudantes y alumnos, creando un marco incomparable dedicado a la creación de las más bellas obras de arte.

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