Ciudad Lineal: el proyecto masónico de Arturo Soria

Un programa utópico que revolucionó el urbanismo de comienzos del siglo XX

Ubicación en un plano de la Ciudad Lineal diseñada por Arturo Soria.
Ubicación en un plano de la Ciudad Lineal diseñada por Arturo Soria.

“Para cada familia, una casa; en cada casa, una huerta y un jardín”. Este fue el lema que hizo propio el urbanista y geómetra español Arturo Soria y Mata, y que quiso convertir en una realidad a través de uno de los proyectos urbanísticos más fascinantes y visionarios de finales del siglo XIX y comienzos del XX: el de la Ciudad Lineal de Madrid.

Hoy, mientras pasean o recorren sus calles en coche, o toman el metro en la estación que lleva su nombre, pocos vecinos de la capital saben que este distrito madrileño se llama así a raíz del sueño urbanístico ideado por Soria, quien aspiraba a eliminar los problemas de hacinamiento, higiene y transporte que sufrían las ciudades europeas de aquella época.

Aquel sueño no era únicamente de carácter práctico y racional, sino que, según las propias palabras de Soria, pretendía cambiar la mentalidad de la gente por medio de su creación urbanística. Un diseño y proyecto que –esto es lo más sorprendente–, estaban estrechamente vinculados con los ideales masónicos de igualdad y fraternidad, pues Arturo Soria perteneció a esta Hermandad y quiso aplicar parte de sus preceptos en su trabajo.

En la actualidad las calles de este distrito están integradas en el entramado urbano de la capital, pero en su origen la zona se encontraba en las afueras de la ciudad, en pleno campo, en una época en la que la burguesía adinerada se alojaba en pleno centro o en palacetes que se levantaban en el paseo de la Castellana. Su “Proyecto de Ciudad Lineal alrededor de Madrid” vio la luz en 1892, aunque en realidad llevaba trabajando en él más de seis años, inspirado por diseños urbanísticos como los de Spencer o Cerdá.

Básicamente, la Ciudad Lineal de Soria consistía en una “ciudad” alargada que se extendía por varios kilómetros, con un eje principal de gran anchura –unos 50 metros–, por el que circulaba el tranvía y a cuyos lados se levantaban casas y equipamientos en solares del mismo tamaño. Dichos solares dedicaban una quinta parte de su superficie a la construcción de viviendas de planta cuadrada, mientras el resto del espacio se destinaba a tierras de cultivo.

Escultura dedicada a Arturo Soria | Crédito: Wikipedia.
Escultura dedicada a Arturo Soria | Crédito: Wikipedia.

El proyecto de Arturo Soria estaba concebido inicialmente para rodear por completo la ciudad de Madrid –en un anillo de unos 48 kilómetros–, aunque finalmente sólo se pudo completar un tramo de unos cinco kilómetros, prácticamente el recorrido que coincide hoy con la calle que lleva el nombre del urbanista, y su prolongación en la calle Hermanos García Noblejas.

Soria se inició en la masonería el 21 de julio de 1870, fecha en la ingresó en la logia Herculina nº 10 de La Coruña, ciudad en la que en aquel entonces trabajaba como secretario del Gobierno Civil. En la Hermandad, Soria empleaba el nombre simbólico de Solón, el sabio griego que logró engrandecer la polis de Atenas.

No fue esta la única inquietud filosófica y filantrópica del urbanista. Soria fue también un destacado miembro de la teosofía, colaborador habitual en la revista Sophia, y al mismo tiempo “devoto” seguidor de las ideas pitagóricas, en sus vertientes matemáticas y herméticas. Todas estas ideas influyeron notablemente en su concepción del urbanismo, y de hecho intentó plasmarlas en lo posible en su proyecto de la Ciudad Lineal.

Para Soria, la Ciudad Lineal no era sólo un nuevo barrio en las afueras de la capital, sino una declaración de intenciones de lo que él entendía como la forma ideal de vida en sociedad. Era la ciudad perfecta para quienes deseaban vivir en contacto con la naturaleza, pero al mismo tiempo un espacio bien comunicado por medio del tranvía, y sobre todo una herramienta para cambiar la forma de pensar de sus habitantes, un medio para cambiar la sociedad misma a través de la manera en que se vivía.

Estos ideales, que pretendían igualar a los ciudadanos de toda clase social y condición en una misma ciudad sin zonas diferenciadas –Soria buscaba acabar con caciques y explotadores–, lógicamente no fueron bien vistos por los círculos más conservadores de la época, y Soria tuvo que enfrentarse a no pocas críticas a su proyecto.

Pero pese a los impedimentos y los problemas, Soria consiguió poner en marcha la Compañía Madrileña de Urbanización, que convirtió en realidad –al menos en parte y durante varias décadas– el sueño visionario del urbanista. Poco a poco, y durante años, la Ciudad Lineal fue cobrando forma. En los solares regularmente dispuestos se levantaron viviendas muy variadas –desde pequeños palacetes ocupados por nuevos ricos pasando por casas de estilo racionalista, hasta viviendas más modestas propiedad de obreros humildes–, pero no había distinción entre vecinos de la nueva ciudad.

Todos ellos podían disfrutar por igual de los espacios comunes que se construyeron con el paso de los años, como el Velódromo, el Teatro al aire libre y el cubierto, el Parque de Diversiones de estilo modernista o el kursaal dedicado a conciertos y espectáculos. Y es que Soria veía el entretenimiento y el desarrollo de la cultura como partes indispensables en su Ciudad Lineal.

Imagen de la Fiesta del Árbol en la Ciudad Lineal a comienzos del siglo XX | Crédito: BNE.
Imagen de la Fiesta del Árbol en la Ciudad Lineal a comienzos del siglo XX | Crédito: BNE.

Los vecinos podían disfrutar a menudo de espectáculos de lo más variado, como conciertos de música clásica y moderna, se celebraban conferencias de tipo cultural y científico, y no faltaban tampoco los banquetes y fiestas de carácter popular que buscaban implicar a todos los habitantes de la Ciudad Lineal, que llegaron a alcanzar las 4.000 personas. Una de las celebraciones que alcanzó un mayor éxito fue la Fiesta del Árbol, un evento que se celebraba cada año y que tenía como finalidad la plantación de 30.000 árboles.

Con los años, a esta fiesta se fueron añadiendo otras actividades, que incluían competiciones deportivas y otros actos festivos y comunitarios. La Ciudad Lineal contaba también con su propio diario, un periódico que se llamaba precisamente así, y en cuyas páginas se incluían desde artículos de índole urbanístico hasta textos de contenido científico y cultural.

Pese a las evidentes bondades de esta “ciudad ideal”, no todo eran alabanzas para el proyecto masónico de Soria. De hecho, compañeros de Hermandad como el escritor Ramón Gómez de la Serna, mostraron públicamente su desagrado hacia la idea, calificando la Ciudad Lineal de “ciudad muerta”, por estar alejada del centro de Madrid.

Gómez de la Serna llegó incluso a escribir una novelita, El Chalet de las Rosas, que se ambientaba en la Ciudad Lineal, y que tenía como protagonista a un asesino en serie que aprovechaba la soledad y lejanía de la ciudad diseñada por Soria para acabar con la vida de sus desdichadas víctimas, siempre mujeres.

Por suerte, Arturo Soria no tuvo ocasión de leer aquellas páginas que criticaban con dureza el mayor proyecto de su vida, pues cuando se publicó la obra de Gómez de la Serna (1923), él llevaba muerto ya tres años. La Ciudad Lineal es en la actualidad muy distinta de aquel proyecto utópico cimentado en los valores e ideales masónicos, pero su espíritu traspasó fronteras e inspiró a un puñado de urbanistas que intentaron plasmarlo en diferentes punto de Europa y América. Un sueño que buscaba mejorar al hombre a través de un nuevo diseño que pretendía “ruralizar la ciudad, y urbanizar el campo”.

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Historia original: Yahoo España