El "peligro" de los rankings para las universidades de América Latina

Los famosos rankings que en la actualidad pueblan la red pierden factores difícilmente medibles a no ser que se evalúen in situ.

Las agencias que llevan a cabo tales categorizaciones de las instituciones recurren a índices que se registran en sistemas de datos. Pero las computadoras todavía no cuentan con la facultad del entendimiento, de modo que ninguna lista es el resultado valorativo de realidades no cuantificables. ¿Cómo medir el intercambio entre profesor y alumno, los conocimientos que entran en esta dinámica, y, en definitiva, el ambiente de aprendizaje en un aula o una escuela?

(Malmo University/Wikimedia Commons)
(Malmo University/Wikimedia Commons)

Por otra parte, las agencias que “fabrican” estas jerarquías internacionales se apegan a factores que las sociedades industrializadas consideran esenciales: la investigación, el número de publicaciones y el prestigio tradicional. Por esta razón las vacas sagradas de la educación estadounidense o europea suelen llevarse todos los honores de estas listas.

Todos los años las universidades estadounidenses despiden a profesores que no logran publicar su primer libro en determinado período de tiempo. En una importante universidad de investigación, se le concede prioridad al rendimiento del profesorado no en las aulas, sino fuera de ellas. Así, los rankings colocan un enorme peso en el número de citas o referencias que los académicos ostentan en las publicaciones científicas. Por el contrario, estas variables suelen descalificar a las instituciones latinoamericanas enfocadas en la enseñanza.  

¿De qué pueden servir los rankings a la región latinoamericana? En declaraciones citadas por el periódico The Economist, el especialista en Educación Superior del Banco Mundial, Jamil Smith, alega que los rankings pueden romper la insularidad, la cual -dice- ha sido una marca de la academia latinoamericana. “En toda la región, los buenos estudiantes son reclutados para formar parte del profesorado en sus propias universidades, más que a ser animados a salir y ampliar sus horizontes (…) y hay una hostilidad hacia el concepto mismo de que es posible contratar a profesores del extranjero”.

The Economist también hace alusión a la relevancia internacional de la Universidad de Sao Paulo, a la cual sitúa como modelo para la región latinoamericana. ¿El elemento de peso en esta valoración? La USP se ha convertido en centro de referencia en la investigación relacionada con la medicina tropical y la parasitología. Sin embargo, no se comenta que con esta ventaja también cuentan, por ejemplo, la facultad de Biología/Bioquímica de la Universidad de la Habana o la Facultad de Agricultura de la Universidad de Buenos Aires, por citar un par de ejemplos. De hecho, la reputación de la Universidad argentina es cuestionada en el artículo de marras, por no considerarla lo suficientemente “moderna”.

Las universidades latinoamericanas quedan como abuelas aburridas, con una sabiduría obsoleta, de acuerdo al artículo de The Economist, sin considerar que, como recuerda otra publicación (The Chronicle): “(la metodología de los rankings) descuida las fortalezas de muchas universidades latinoamericanas en la enseñanza, las ciencias sociales y las humanidades, en la formación de futuros líderes en el gobierno y el desarrollo de las instituciones y la cultura nacional”.

Según The Chronicle, los rankings podrían afectar  la misión central de una universidad que se plantea como misión la reducción de la pobreza y la desigualdad. Es el caso de la Universidad Federal de ABC, en el estado de São Paulo, fundada en 2006 con el objetivo de ayudar a los estudiantes de ingresos medios y bajos de las escuelas públicas de Brasil, a acceder a la educación superior. Una parte importante de su presupuesto es destinada a las becas para ellos.

Pero esta cantidad de dinero puede limitarse por parte del gobierno si se deja llevar por los criterios de los rankings internacionales. Por eso, algunos observadores advierten de un posible efecto hipnótico de los rankings entre los responsables políticos en las naciones en desarrollo: pueden hacerlos olvidar de que estas clasificaciones favorecen a las escuelas de los países ricos con los recursos para la investigación sistemática.

Phil Baty, editor del ranking "Times Higher Education", opina que sería un error que los gobiernos no se fijen en conjuntos más amplios de datos. “No sería apropiado para una universidad muy grande, regional, centrada en la enseñanza centrada, ser evaluada bajo criterios  diseñados para instituciones que priorizan la investigación a nivel mundial”.

A lo que sí pueden ayudar estas clasificaciones internacionales es a estimular la competitividad regional. En muchas universidades públicas latinoamericanas el personal es vitalicio, se producen casos de corrupción y la buena enseñanza y la investigación no son recompensadas con la financiación o promoción adicional; las instituciones no pierden dinero si sus estudiantes abandonan los cursos, y un por ciento alto de los docentes trabaja a tiempo parcial y sin contar con estudios de doctorado.

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