Ciego, pero con su arma de fuego al hombro

"Poca gente dirá que es por culpa de los ciegos que hay masacres o accidentes. Sería como acusar a las mascotas de desatar un tornado". Estas son las palabras finales del reportaje que la revista Vice le ha dedicado a Carey McWilliams, de 41 años, un ciudadano de Fargo, en Dakota del Norte, quien hace ya un tiempo se convirtiera en el primer ciego que logró obtener de parte de las autoridades norteamericanas un permiso para portar libremente un arma de fuego.

Impedido totalmente de la visión desde sus 10 años por causa de las secuelas de una hidrocefalia, McWilliams se enorgullece de su pasado: “Mis antepasados eran cazadores de ciervos, de aves. Vengo de una familia de militares”. Esto tal vez explique su pasión por las armas de fuego y el modo en que va mostrando a la cámara, desde una .357 Magnum de un tamaño racional, hasta un fusil AK 47.

Fue en octubre del año 2000 que, tras mucho tiempo de batallas burocráticas, McWilliams pasó el test de aptitud para el porte de armas de la National Rifle Association (NRA) y logró al fin que se le entregara este permiso sin el cual su vida emocional sería otra.

Antes, según su relato, Carey no era amante de las armas de fuego, pero después de haber sido atacado furiosamente por un perro decidió regresar a sus orígenes, a la memoria de sus ancestros cazadores de ciervos, de codornices e incluso de osos, como al que ya McWilliams le dio muerte y cuya piel conserva en casa a la manera de un botín o un trofeo.

Ahora este hombre cuida con celo su pequeño arsenal y se alegra de que su mujer le haya regalado un nuevo fusil de asalto, que ya escasean, pues, según cuenta, todos tienen miedo de que la venta de este tipo de armas se vea restringida por alguna ley federal.

Desde los inicios de este país, la Constitución respalda la tenencia y el porte de armas de fuego por parte de cualquier ciudadano que solicite y obtenga su permiso. Se estima que cerca de 300 millones de armas de fuego se encuentran en manos de particulares, según una encuesta llevada a cabo por la Universidad de Chicago en 2010: casi un arma por cada uno de los 314 millones de habitantes de este vasto país.
Una media de 30 288 personas mueren cada año por arma de fuego, según datos emitidos por Violence Policy Center (VPC).

Mientras tanto, Carey McWilliams, impedido totalmente de la visión, desde el lejano y frío Fargo, en Dakota del Norte, se muestra más que determinante: “Ahora, como cazador, tengo la impresión de ser un elemento más del ecosistema. Soy un depredador, me siento en mi sitio justo. Esto me aporta más que ir a la iglesia. Esta es mi iglesia”.