A un año de su muerte, Bin Laden "resucita"

Todo el mundo elogió la decisión del presidente  Barack Obama de ordenar la operación secreta para eliminar a Osama Bin Laden. Fue una decisión valiente y políticamente arriesgada.  Republicanos y demócratas la aplaudieron por igual.

Es natural y justo que Obama trate de resaltar ese logro en su resumé, sobre todo ahora que nos está pidiendo a los ciudadanos que le renovemos el “contrato” en la Casa Blanca para otros cuatro años.  Pero la forma en que ha exhibido esa medalla -justo en el aniversario del asesinato del terrorista- ha sido considerada de mal gusto por muchos, incluidos algunos de sus más asíduos fans, como la editora del periódico más izquierdista de Estados Unidos, Arianna Huffington (Huffington Post) que la considera “despreciable”.

Esa palabra en boca de Arianna equivale a una sentencia.

Las críticas se centran en la politización del asesinato,  al insinuar Obama que su rival  Mitt Romney no lo hubiera ordenado.   Ante lo cual Romney respondió ayer:  “Por supuesto que lo hubiera ordenado… incluso Carter lo hubiera hecho”, dando a entender que el terrorismo no es un asunto partidista sino de seguridad nacional y que, por tanto, cualquiera que ocupe la Oficina Oval tomaría la misma decisión.

La polémica surgió a raíz de un video-anuncio de la campaña de Obama con unas declaraciones que hizo Romney, en 2007, diciendo que no merecía la pena “remover tierra con cielo en busca de Bin Laden y gastar millones para capturar sólo a una persona”. Días después aclaró que “si” haría lo necesario para acabar con Bin Laden. 
 
Las declaraciones le vinieron como anillo al dedo a la estrategia electoral de Obama.  Porque por  una parte  refuerzan la narrativa de que Romney es un “oportunista” político, que cambia de chaqueta según soplen los vientos; y por otra que no tendría las agallas de ordenar una operación encubierta tan arriesgada.

Tales arremetidas políticas son rutinarias en temporada electoral, el problema en este caso es el timing, el momento inoportuno en el que se lanzan, justo cuando el sentir del país  -con independencia del color político de cada uno-  es hacer causa común de la muerte del peor enemigo.

El presidente  Obama no obstante ignoró ayer las críticas y dobló la apuesta retórica: “Recomiendo que todo el mundo  mire a sus declaraciones anteriores… Yo dije que iría tras Bin Laden si veía una oportunidad clara de acabar con él. Pero si hay otros [o sea, Romney]  que dijeron una cosa y ahora insinúan que dijeron algo distinto, entonces tienen que explicarlo”.

Quizá esta hubiera sido una ocasión para en vez de  “resucitar”  políticamente a Osama hacer otro milagro mucho más grande y resucitar la voluntad de unificar al país. 

En ese tono se expresó el  consejero de Romney y ex presidente del Partido Republicano  Ed Gillespie:   “Obama ha tomado algo que era un hecho unificador para todos los norteamericanos (...) y se las ha arreglado para transformarlo en una ataque político divisivo, partidista”.