La cara, el espejo del alma… también en perros

Nunca he tenido perro, lo confieso, pero creo que sé identificar el estado de ánimo del chucho que tengo a mi lado. Especialmente si me enseña los dientes, se le eriza el pelo, y me gruñe amenazadoramente. Esto, que me ha ocurrido más de una vez, suele venir acompañado de una frase "mítica" de su dueño, que sostiene la correa para evitar que su amigo peludo me salte a la yugular. Esa frase es: "Nada, tú tranquilo, está jugando".

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¿Qué por qué os cuento esto? Pues porque me viene al pelo para introduciros en un trabajo científico recientemente publicado en la revista científica Behavioural processes, que trata sobre la capacidad del hombre para identificar las emociones que experimenta un perro, solo con observar su expresión facial.

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El trabajo parece haber mostrado la capacidad de los voluntarios para identificar correctamente si el perro estaba feliz, triste, enfadado, sorprendido o asustado, simplemente viendo fotos de la cara del animal. Ciertamente este resultado parece indicar que los humanos estamos "sintonizados" con los animales.

Pese a que tenemos un concepto sobre nosotros mismos como seres ajenos a la naturaleza, en realidad esto podría no ser así.

La responsable de experimento es una psicóloga llamada Tina Bloom, quien por cierto es amante de los perros (tiene 4). Para su experimento, la doctora Bloom empleó fotos faciales de un perro policía (un pastor belga llamado Mal) al que previamente se le habían provocado varios estados de ánimo.

Me ha resultado curioso el modo en que el modelo perruno mostró ante las cámaras todos sus registros faciales. Los fotógrafos hicieron de todo, desde alabarle al estilo "buen chico" para provocarle una "sonrisa" de felicidad, hasta reprenderle para provocar tristeza. La ira se consiguió introduciendo a un policía disfrazado de criminal.

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Provocarle disgusto fue fácil, bastó con traerle al perro su medicamento, que al parecer le repele. Para la sorpresa le enseñaron la típica cajita que al abrirla muestra a un payaso que sale disparado sobre un muelle. Para el miedo en cambio tuvieron que recurrir al cortaúñas de Mal, ya que al parecer corre que se las pela cada vez que lo ve.

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Las fotos así logradas se enseñaron a los 50 voluntarios, quienes al parecer identificaron mayoritariamente la felicidad (un 88% de aciertos). El 70% de los voluntarios identificaron correctamente la ira. El miedo bajó al 45%, mientras que la tristeza solo fue identificada bien por el 37% de los participantes. Los peores resultados se obtuvieron con la sorpresa (20% de aciertos) y el disgusto (únicamente un 13%).

Lo más curioso es que las personas que no tenían perro identificaban las emociones caninas mejor que los voluntarios que tenían mascota canina. Esto es así, tal vez, porque los dueños de perros se convencen a sí mismos de que sus perros no son agresivos, sino que simplemente juegan.

¿Veis a dónde quería parar al comienzo del artículo? No os fiéis de lo que dice el animal bípedo que está al otro lado de la correa. Confiad más en lo que os dice el rostro del animal a cuatro patas.

La doctora Bloom cree que esta empatía con los perros no es algo que compartamos con el resto del reino animal (probad con tortugas, por ejemplo) sino que el hecho de haber compartido evolución durante los últimos 100.000 años podría tener su importancia. No obstante necesita más tiempo, y experimentos, para poder probar algo así.

Lo que está claro es que este experimento hará felices a todos esos orgullosos pasea-chuchos que se cruzan contigo por la calle y te sueltan: "Mi perro es listísimo, basta con que le mire a los ojos y ya se lo que piensa". Una pena que no podamos preguntarle al perro...

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Me enteré leyendo Telegraph.