¿Por qué llora la Virgen María?

¿Qué hace llorar a la estatua que representa a la madre de Jesús? Es como si, a estas alturas del año, el fervor que suscita María liberase de sus iconos terrenales la angustia contenida por los males del mundo.

En la localidad de Apóstoles, provincia argentina de Misiones, desde hace varios días en la Iglesia San Pedro y San Pablo tienen una imagen de la Madre Dolorosa que —según los penitentes— "no para de llorar". La estatua de la Virgen sostiene entre sus brazos a su hijo Jesucristo sufriente y ensangrentado. El padre Alberto Barros, párroco de la catedral de Posadas, puso paños fríos. Dijo que si bien la Iglesia ha aceptado la posibilidad de milagros extraordinarios, "lo ordinario de la fe pasa por tratar de vivir las enseñanzas de Jesús". El cura local Humberto López, en cambio, defiende el milagro. "Yo vi cuando la lágrima se evaporó", explicó. La evasividad de estos fenómenos impide hacer ciencia: si el llanto se evapora, se seca o se lo llevan en un pañuelo para "sanar heridas" poco se puede hacer para evaluar sus características. Pero no siempre fue así.

En noviembre otra figura de la Virgen en Guatemala lloró sangre y el signo de dolor, llamado a la conversión o mera broma, volvió a brotar de los ojos calados en el yeso.

Lo mismo sucedió en el barrio Tacumbú de Asunción del Paraguay, donde la Virgen de la Rosa Mística que la funcionaria Fátima Rojas había comprado en una santería "comenzó a sudar óleo con aroma de rosas y a llorar sangre". O en Villa Benito Juárez, Tabasco, México, donde fue inaugurada una escultura de la virgen morena de Guadalupe que "parece llorar", según obreros que ayudaron a incorporarla.

Toda vez que las imágenes de la Virgen María exudan líquidos corporales, como si el material en que fueron construidas pudiese cobrar vida propia, se desatan fenómenos devocionales que —cualesquiera fuese su naturaleza— han ejercido y aún ejercen gran influencia sobre los creyentes.

En un informe que emitió la Sociedad Mariológica Española, en los últimos diez siglos se registraron 21.000 visiones de la virgen en el mundo. Entre 1926 y 1976, por ejemplo, se reportaron 232 apariciones en 32 países. La nación más visitada resultó ser Italia, con 83 casos, seguida de Francia con 30, Alemania con 20, Bélgica con 17, España con 12 y Estados Unidos con 9.

SILENCIO DEL VATICANO

Hasta donde sabemos, ninguna institución, académica, católica o de otra clase, hizo un catálogo de llantos marianos. Y sin embargo es un fenómeno que disfruta de alta popularidad, sobre todo en hogares o iglesias humildes situadas en barrios alejados de los grandes centros urbanos. Para René Laurentin, un teólogo francés especializado en los fenómenos de la fe en torno a María, las manifestaciones en sí no son tan importantes como "lo que se consigue por medio de la práctica constante de la oración, el rezo del rosario, la penitencia, el sacrificio y de crear un clima de esperanza".

Raramente la jerarquía de la Iglesia es escéptica. Solo admite el carácter sobrenatural de unos pocos acontecimientos, sobre todo cuando el número de conversos supera cierta masa crítica o por el crédito que le dan a los protagonistas de algunas historias. Durante su papado (1740-1758), Benedicto XIV prohibió publicitar "nuevas apariciones, revelaciones, visiones, profecías y milagros" bajo pena de excomunión. En 1970, después de las peregrinaciones masivas en Lourdes y Fátima, Pablo VI borró el párrafo censor. Juan Pablo II visitó ambos santuarios y profundizó la nueva orientación. Obviamente, hay sectores de la Iglesia que resisten el protagonismo de María. El arzobispo Jéan Honoré lo justificó así:

"1) La seducción del demonio puede utilizar subterfugios sobrenaturales, 2) La credulidad y la superstición puede perjudicar la fe, que es más obscura y más exigente y 3) Que formas de piedad sentimental o enfermiza pueden afectar el diálogo con los no creyentes, que las utilizarían como nuevas coartadas al rechazo de la fe."

En 1973, en la villa de Akita, Japón, una estatua de la Virgen doblegó la férrea incredulidad del obispo de Niigata, monseñor Jhonn Shojiro Ito. "Pude comprobar dos veces que el agua que corría por los ojos era salada como las lágrimas humanas", dijo. El 22 de abril de 1984, y por el testimonio de más de 500 cristianos y no cristianos, como el alcalde budista del pueblo, el monseñor declaró que los eventos eran de origen sobrenatural y autorizó la veneración de la Santa Madre de Akita. Allí, una monja, Agnes Katsuko Sasagawa, había recibido los estigmas de Cristo y los mensajes de la Virgen. El entonces cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, juzgó que los mensajes de Akita eran confiables y dignos de fe, considerándolos "una continuación de los mensajes de Fátima".

En general, estos fenómenos son reducidos a meros testimonios de fe y la Iglesia no toma ninguna iniciativa para estudiarlos. Pero cuando la demanda social o la curiosidad de un grupo conduce al presunto milagro al laboratorio, la tendencia es indagar de qué líquido se trata, y no investigar cómo se originó. El estudio paciente del fenómeno suele develar que este cesó de manifestarse (si es que alguna vez lo hizo), no bien es observado por individuos menos sensibles a las emociones místicas.

En 1953, en Italia, un documentalista tuvo oportunidad de filmar otra Virgen mientras lloraba. El hecho, sucedido en la casa de una pareja joven de la ciudad de Siracusa, Sicilia, dio lugar a una de las manifestaciones de devoción popular jamás documentada. En su día, un estudio determinó que eran "lágrimas humanas". Sin embargo, los obispos de Sicilia legitimaron el milagro, que fue ratificado por sucesivos papas, incluido Juan Pablo II.

Peregrinaciones masivas en Siracusa, donde la Virgen lloró y se filmó

Luigi Garlaschelli, doctor en química de la Universidad de Pavia, expresó así su desconfianza: "He examinado una copia exacta del bajorelieve de Siracusa, construida por el mismo fabricante y descubrí una sugestiva cavidad detrás de la cabeza de yeso esmaltado", escribió en la revista Scienza & Paranormale.

En febrero de 1995, en casa de la familia Gregori, en Citavecchia, Italia, vieron rodar lágrimas de sangre sobre el rostro de una escultura de la virgen. La imagen había sido adquirida en Medjugorge, Bosnia, escenario de otra famosa manifestación mariana. El caso causó enorme revuelo e intervino el obispo Girolamo Grillo, quien guardó la figura en una caja fuerte. Así, la Virgen dejó de llorar. "El grupo de sangre corresponde a una persona de sexo masculino, cuando cabría esperar lo contrario", concluyó Garlaschelli. La familia no aceptó que la Justicia analizara el DNA de ninguno de sus miembros.

VIRGEN BUSCA CASA

Así como estas imágenes sufrientes emergen en climas de opresión social o vaticinan tragedias por venir, los videntes que se declaran portavoces de la Virgen —en su mayoría niños o mujeres de familias devotas— aseguran que la madre de Jesús desea fijar punto residencia para restaurar la fe.

En el año 1061, una señora de apellido Richeldis tuvo tres visiones de María en una villa en Walsingham, Norfolk, Inglaterra. La Virgen le pidió que le construyeran una pequeña casa para "recordar el gran gozo de mi salutación, cuando San Gabriel me dijo que por humildad sería la madre de Dios". Según las crónicas, una noche el santuario se desplazó 64 metros y su construcción fue completada por artesanos misteriosos. "Aunque en un estilo que era el de Norfolk del siglo XI y no el de Palestina de 1.000 años antes", comenta, con humor no exento de realismo, el investigador inglés Kevin McClure, quien rescataba así la historia del primer santuario mariano europeo.

El caso de Norfolk tiene dos patrones que se mantuvieron estables durante el siguiente milenio: la Virgen da un mensaje donde reclama la edificación de un inmueble consagrado a su veneración (inspirado en Exodo 25, 8: "Me harán un santuario y habitaré en medio de ellos") y el desplazamiento mágico de objetos del culto. Un fenómeno similar sucedió en mayo de 1630, en la provincia de Buenos Aires, cuando las ruedas de una carreta se clavaron en tierra. Al ver que no se movía "ni con una yunta de bueyes", los viajeros bajaron un cajoncito y, recién entonces, el transporte se liberó sin dificultad. Y descubrieron, no sin asombro, que dentro del cajoncito había una estatua de la Inmaculada Concepción. La Virgen —concluyeron— deseaba quedarse ahí. Manuel, un joven esclavo africano que presenció la detención milagrosa, estuvo a cargo del santuario. El negro Manuel, autoproclamado esclavo de la Virgen, dirigía los rezos y oficiaba curaciones con el sebo de las velas que ardían junto a la ermita. En 1674, al fallecer su patrón, una hacendada arregló con el párroco del pueblo llevarse la Virgen a su estancia. Sin embargo, la imagen desapareció, para reencontrarse en la ermita original. Llegaron a estaquear a Manuel, obvio sospechoso de hurtar la figura. Y ésta reapareció en el sitio del milagro. Solo cuando el esclavo regresó junto a la imagen "no se volvió a escapar". En 1754 el Cabildo completó la construcción de un templo de mayores dimensiones y nombró patrona de la Argentina a Nuestra Señora la Virgen de Luján.

Otra ocasión donde la Virgen manifestó su deseo de instalarse está en el relato de una vecina de San Nicolás de los Arroyos, provincia de Buenos Aires, Argentina. Desde el 25 de setiembre de 1983, la señora Gladys Quiroga de Motta anotó en su cuaderno haber visto a la Virgen con el Niño Jesús en brazos. Por siete años, la mujer recibió los estigmas de Jesús en sus manos cada Viernes Santo y unos 1.800 mensajes de su Santa Madre. La privatización de Acindar, una compañía siderúrgica, se tradujo en despidos masivos. Acto seguido, explotó la fe.

Hoy, todos los años más de un millón de peregrinos por año llevan sus preocupaciones a la imagen de la Virgen del Rosario de San Nicolás en un modernísimo templo ubicado en el centro de la ciudad, a espaldas de una villa de emergencia. Gladys Motta nunca más habló públicamente de sus experiencias. Todo el proceso contó con el entusiasmo del presbítero de San Nicolás, Carlos Pérez, único confidente de Motta.

Los miembros del clero que dudan o rechazan el carácter sobrenatural de los "milagros espontáneos" se manejan con cautela, en parte para no quedar implicados en posibles fraudes o para evitar roces con los científicos que amenazan el misterio.

Flojos de memoria, no recuerdan que la Basílica argentina de Luján jamás se hubiera construido si Roma no hubiese reconocido la detención prodigiosa de la carreta que transportó aquella pequeña escultura de arcilla. O sin la devoción de un olvidado esclavo, quien le atribuyó a la figura propiedades sanadoras. Trescientos cincuenta años antes de que se convirtiera en la meta de un millón de peregrinos por año.

Alejandro Agostinelli es periodista y editor del blog Factor 302.4