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Tommaso Cavalieri, el amor imposible de Miguel Ángel

A Miguel Ángel le faltaba poco para alcanzar los sesenta años —tenía entonces 57— cuando en el año 1532 viajó a Roma desde Florencia para entrevistarse con el papa Clemente VII.

El genial artista aretino no podía imaginarlo, pero aquel viaje iba a cambiar su vida. Con el pontífice estrechó lazos que le valdrían jugosos encargos en Roma, como la decoración de los muros frontales de la Capilla Sixtina, donde realizaría años después el espectacular Juicio Final.

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Pero el hecho que de verdad trastocó todos sus esquemas fue su encuentro con Tommaso Cavalieri, un joven de familia noble que tenía solo 22 años —otras fuentes hablan de 17—, y que arrebató sin remedio el corazón del artista.

Cavalieri era un joven de grandes inquietudes artísticas —de hecho practicaba las artes de la escultura y de la pintura—, y admiraba profundamente la obra del maestro Buonarroti, para entonces ya célebre gracias a los numerosos encargos realizados en Roma y Florencia.

A raíz de su encuentro Miguel Ángel se convirtió en mentor artístico del joven, a quien enviaba hermosos dibujos como regalo. Los dibujos eran obras que Cavalieri debía estudiar y copiar (ese fue un privilegio que solo le otorgó a él), pero también la excusa perfecta para escribirle encendidas cartas en las que daba rienda a su pasión.

La orientación sexual del artista aretino es bien conocida, y de hecho se sabe que mantuvo relaciones con varios hombres, entre ellos el joven Cecchino dei Bracci, aunque no se sabe si llegó a intimar físicamente, ya que estaba convencido de que el arte debía ir de la mano de la abstinencia sexual.

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En cualquier caso, no hay duda de que el amor que sentía por Cavalieri —el propio artista escribió que le amaba "infinitamente más que a ningún otro"— era platónico más que carnal. Y además literalmente, pues Miguel Ángel era un confeso seguidor de las ideas neoplatónicas.

El joven parecía corresponder los sentimientos del artista, tal y como se desprende de las respuestas de algunas de sus cartas: "Juro retornarle su amor. Jamás he amado a un hombre más de lo que lo amo" o "Me he sentido enfermo, al borde de la muerte y su carta me ha revivido; si no llega a ser por ella, habría muerto".

Sin embargo, aquel amor entre maestro y discípulo difícilmente hubiera podido convertirse en algo más debido a la moral y las leyes de la época: Miguel Ángel era mucho mayor que Cavalieri y además las relaciones homosexuales estaban castigadas (Leonardo da Vinci, por ejemplo, fue acusado de sodomía y detenido, aunque más tarde liberado).

Su amor era imposible —tampoco parece que Miguel Ángel hubiese querido llevarlo a un terreno físico, debido a sus particulares creencias respecto a la abstinencia—, pero gracias a aquella pasión la creatividad del artista dio forma a una abundante colección de dibujos, hoy repartidos entre la colección Windsor y varios museos.

También Tommaso, dotado de un gran talento y creatividad, creó hermosos dibujos guiado por las indicaciones de su amado maestro. De hecho, algunas de estas obras alcanzan tal calidad que durante mucho tiempo confundieron a los expertos sobre si fue él o Miguel Ángel el autor de las mismas.

A pesar de las dificultades y del paso del tiempo, el afecto entre ellos nunca desapareció. De hecho, la relación entre Miguel Ángel y Tommaso se prolongó hasta que la muerte del maestro los separó en 1564. El joven a quien Buonarroti había amado "infinitamente más que a ningún otro" estuvo acompañándolo en su lecho de muerte, y sostuvo su mano con cariño hasta el último momento.



Fuente: Yahoo! España
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