Sopa para una abuela moribunda
Ella se muere de cáncer. El diagnóstico fulminante ha dejado a los médicos desarmados. Su pronóstico no supera algunas semanas más de vida. Pero días atrás, aún en la sala de un hospital en el estado New Hampshire, Theresa Cook le confesó a su nieto que quería tomarse un tazón de sopa de almejas de los vendidos en el restaurant Panera Bread. La historia de cómo ese simple deseo se convirtió en un acto de honda generosidad ha conmovido a cientos de miles de personas.
La señora Cook detestaba la proverbialmente desabrida sopa de hospital. Su nieto Brandon sabía que en Panera solo ofrecían sopa de almejas los viernes; sin embargo, decidió llamar al restaurante para pedir que hicieran una excepción. Su abuela no deseaba nada extraordinario y ese alimento podía fortalecer al menos por unas horas su debilitado organismo.
Del otro lado del teléfono, la mánager del establecimiento, Suzanne Fortier, escuchó la historia y aceptó preparar la sopa de almejas. Además, añadió una caja de galletas y no le cobró un céntimo por el encargo. Brandon, como agradecimiento, publicó en su página de Facebook el relato de lo sucedido.
"Lo hice porque esos gestos ya no se ven", dijo el muchacho a la página Nashua Patch. "Las personas son tan frías. Solo quería agradecerle", afirmó. Luego su madre Gail copió la historia en la página de Panera Bread en Facebook. Desde entonces más de medio millón de personas han marcado que les gusta la publicación y unas 24.000 han dejado comentarios.
"La gente necesita buenas noticias", consideró Gail. "Hay algo conmovedor en la historia que atraviesa las generaciones. Muchos jóvenes de la edad de mi hijo no han sentido eso y muchas personas piensan que los muchachos de hoy son solo punks", dijo.
Suzanne Fortier ha asegurado, no sin humildad, que cualquier representante de Panera en su lugar habría actuado de la misma manera. Su gesto ha desatado un alud de agradecimientos hacia la cadena de comida rápida. Otros internautas han publicado sus afortunadas historias y han expresado su gratitud a la compañía.
Ninguna campaña publicitaria habría sido tan efectiva para la empresa como este sencillo episodio donde la solidaridad humana saltó por encima de un rígido menú semanal. Cuando los clientes pueden elegir entre decenas de establecimientos con ofertas más o menos similares, solo estos matices humanos marcan la diferencia y, al final, concretan la elección.
Un comentarista escribió en Adweek.com: "Nada funciona mejor que la publicidad hecha por los propios clientes. En un mundo con tantas opciones de restaurantes, sé que Panera permanecerá en mi mente gracias a esta historia."
Brandon reconoce que su abuela no tiene idea del alcance o siquiera de la existencia de Facebook. "Su mayor miedo era morir sin amigos", recordó. Ahora miles de personas rezan por ella en cualquier rincón del planeta.