Por qué cerrar Guantánamo es tan difícil

(AFP Photo/Mladen Antonov)
(AFP Photo/Mladen Antonov)

El 22 de enero de 2009 Barack Obama firmó una orden ejecutiva para cerrar la cárcel de Guantánamo. Llevaba dos días de presidente y prometió cerrar la instalación en un año. Guantánamo abrió el 11 de enero de 2002 y llegó a tener casi 800 presos. En 2009 había 245 presos; hoy quedan 122. Algo ha fallado.

El año 2009 hubo tres grandes dificultades. Primero, el Congreso se negó a financiar juicios civiles en suelo de Estados Unidos y, segundo, a comprar una cárcel en Illinois para trasladar a los presos. No había por tanto manera de mover o juzgar a los presos peligrosos.

Pero falta aún un tercer detalle: el 25 de diciembre de 2009 Omar Faruk Abdulmutalab estuvo a punto de hacer explotar su ropa interior en un vuelo Amsterdam-Detroit. Osama bin Laden seguía vivo y los nervios crecían.

Obama impuso entonces un criterio más restrictivo para identificar a los presos que podían ser liberados: los Departamentos de Defensa, Seguridad Interior, Justicia y Estado, el jefe del Estado Mayor y el director de inteligencia nacional. Antes de esta revisión, la tasa de reincidencia confirmada rondaba el 20 por ciento -los sospechosos son más. Desde entonces, es menos del 6 por ciento.

De los 122 que quedan ahora, hay ya 54 aprobados para ser liberados. Solo queda encontrarles un país de destino. La mayoría son yemeníes y el estado caótico del país obliga a la administración a buscar otros lugares. Si los presos llegaran a un Yemen en plenos combates, es más probable que trataran de volverles a reclutar, si ellos mismo no corren a incorporarse.

Liberar para matar

La ventaja de esta administración es que si se vuelven a enrolar con Al Qaeda, un drone puede acabar con su vida. Sería una condena a muerte distinta. No sería, claro, la primera vez. En 2007 salió de Guantánamo Saeed al-Shihri, que llegó a convertirse en el número 2 de la rama de Al Qaeda en Yemen. En 2013 un drone lo mató.

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Habrá otro grupito que será liberado en enero, parece. Por ahora, 55 países han acogido a presos de Guantánamo. Los tres que más, como es lógico, son Afganistán, Arabia Saudí y Pakistán. Los tres siguientes, a bastante distancia, son Yemen, Argelia y Reino Unido, que ha acogido a 14. Es posible -si el Congreso no bloquea nuevos traslados- que en un año queden unos 60 presos.

Aquí empiezan los líos serios. Hay un grupo que el gobierno puede y quiere juzgar. Pero hay otro de tamaño similar, de poco más de 30 presos, cuyo caso un tribunal civil podría desestimar porque la información ha sido obtenida bajo tortura o sin asesor legal, porque las tropas que los capturaron no reunieron evidencia o porque su delito -pertenecer a Al Qaeda- es anterior a que EEUU lo estableciera.

La senadora republicana por New Hampshire, Kelly Ayotte (d), y su homólogo por Arizona, John McCain (i), ofrecen una rueda de prensa sobre el debate sobre la ley de la cárcel de la bahía de Guantánamo, en el Capitolio, Washington, Estados Unidos, este 13 de enero de 2015. EFE
La senadora republicana por New Hampshire, Kelly Ayotte (d), y su homólogo por Arizona, John McCain (i), ofrecen una rueda de prensa sobre el debate sobre la ley de la cárcel de la bahía de Guantánamo, en el Capitolio, Washington, Estados Unidos, este 13 de enero de 2015. EFE

La esperanza de Obama es que cuando los presos sean 60 el coste de mantener abierto Guantánmo -que es inmensamente más caro que una cárcel de alta seguridad- haga reflexionar a los congresistas. Pero no lo parece.

El senador John McCain decía en diciembre que veía bien cerrar Guantánamo de una vez. Pero en enero -con el runrún real del posible cierre- ha vuelto a salir para decir que el gobierno de Obama ofrece un plan o van a bloquear nuevas liberaciones de presos.

Se pasan la papa. Obama quiere presionar a los republicanos con un Guantánamo de 60 presos. Los republicanos quieren soluciones judiciales ahora. No es nada fácil.

Por qué cerrar Guantánamo

Guantánamo es una mancha más en el historial de EEUU que ayuda a reclutar a los yihadistas. Los presos extranjeros degollados por Estado Islámico van con el mono naranja típico de Guantánamo. En un artículo hace unos días, un ex agente del FBI cuenta cómo discutía sobre qué hacer con sospechosos o condenados por terrorismo para reinsertarlos con un agente de un país árabe.

El árabe decía que los pasaban por distintos programas. Casi todos -un 90 por ciento- acababan sin querer volver a las armas. ¿Y el 10 por ciento que no?, preguntaba el americano: "Oh, pues los mantenemos encerrados". “Ahí está -dice el ex agente del FBI-, los presuntos yihadistas considerados una amenaza por el público siguen en custodia hasta que ‘mejoran’ o para siempre, lo que ocurra primero".

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Ningún país democrático puede hacer algo así en 2015. Hay además problemas de gestión cotidiana. La cárcel necesita reformas: hay goteras, poco espacio. Pero no hay dinero para no convertirlo en algo permanente. Las instalaciones médicas son deficientes. Varios presos están en huelga de hambre y les alimentan a la fuerza. La edad media es de 40 años: el mayor tiene unos 65 años y el menor, 30.

Han muerto en cautiverio ya varios detenidos. La guerra contra el terrorismo de 2001 permitió algo así, a pesar de todo. Ahora es de nuevo un problema grave. Si Obama deja la cárcel abierta, ¿cuánto pasará hasta que otro presidente vuelva a mandar gente allí? Para un líder que quiere garantizar seguridad al precio que sea, es una solución dulce.