Petrus Gonsalvus, un "hombre lobo" en las cortes europeas

Hipertricosis

. Este extraño término médico, también conocido como “síndrome del hombre lobo” o síndrome de Ambras, se aplica a aquellas personas aquejadas por una mutación que provoca que gran parte de su cuerpo esté cubierto por un largo y espeso vello, lo que les confiere un llamativo aspecto.

Si en la actualidad la apariencia física de estas personas sigue causando asombro, no resulta difícil imaginar la impresión que los individuos con dicho síndrome debieron provocar en las sociedades precientíficas de siglos pasados, cuando la superstición y la ignorancia hacían más fácil creer en brujas, demonios y criaturas monstruosas como los hombres-lobo.

RELACIONADO: El hombre que se enriqueció con los monstruos]

Eso es precisamente lo que sucedió con la familia de Petrus Gonsalvus (o Pedro González), nacido en la isla de Tenerife en 1537. Petrus pertenecía a un linaje de menceyes (jefes o pequeños gobernantes) guanches, pero su destino cambió para siempre al nacer aquejado de hipertricosis.

Sus primeros años de vida son todo un misterio, pero sí sabemos que cuando contaba con apenas diez años el pequeño Petrus fue entregado como presente al rey Enrique II de Francia. En aquellos años era habitual que algunos nobles y reyes mostraran interés por las “maravillas” de la naturaleza y se afanaran en crear colecciones con objetos extraños, animales exóticos y “seres” como Petrus, que constituían auténticas anomalías de la Creación.

Además, aquel jovencito velludo parecía encajar a la perfección con el mito del “salvaje europeo”, muy de moda en la época, que hacía referencia a la existencia de hombres primitivos y monstruosos –mitad humanos, mitad animales–, que tenían el cuerpo completamente cubierto de pelo.

Aunque Petrus era considerado una “rareza” de la creación y no se le tenía por un humano “normal”, el monarca siempre mostró un trato amable hacia él. Ordenó que recibiese una buena educación –aprendió latín y otras lenguas europeas–, le nombró sommelier de boca de rey –un pequeño título nobiliario–, y dispuso para él una renta anual de 240 libras, una cifra nada despreciable.

Pero a pesar de este trato de favor, el piloso Petrus no dejaba de ser una propiedad del monarca, un bien más entre sus abundantes propiedades, susceptible de ser vendido o regalado. Y eso fue precisamente lo que sucedió tras la muerte del rey, cuando el “salvaje de las Canarias”, como también se le conocía, fue regalado a Margarita de Parma –hija de Carlos I y esposa de Octavio Farnesio–, en aquellos años gobernadora de los Países Bajos.

Fue allí, en la corte de los duques de Parma, donde Petrus se casó con Catherine, una hermosa joven flamenca. La pareja tuvo seis hijos, y cuatro de ellos heredaron la singular condición de su padre, convirtiéndose también en motivo de maravilla para la alta sociedad de su tiempo.

La singularidad de aquella familia de “salvajes educados” –que vestían ropas lujosas y dominaban varias lenguas–, llamó tanto la atención que fueron muchos los personajes que se interesaron por ellos. El naturalista Ulisse Aldrovandi, por ejemplo, encargó varios grabados sobre aquellos “hombres lobo” para incluirlos en su ‘Historia de los monstruos’, pues los consideraba “excepciones” de la norma natural.

[RELACIONADO: Hilarantes engaños puestos en práctica por legendarios estafadores]

El duque Alberto V de Baviera, por su parte, encargó también una serie de retratos de la familia que regaló al archiduque Fernando II de Austria. Estas pinturas, realizadas por un artista anónimo, acabaron en la llamativa colección de maravillas del castillo de Ambras, en Innsbruck (esa es la razón de que esta mutación se conozca también como síndrome de Ambras).

También el emperador Rodolfo II, bien conocido por sus excéntricas inquietudes artísticas y científicas, encomendó a uno de sus pintores de corte, el flamenco Dirk de Quade van Ravesteyn, que retratara a la familia Gonsalvus para ilustrar su llamativo catálogo de curiosidades.

Tras unos años en los Países Bajos, el clan Gonsalvus fue enviado a Parma, estableciéndose en el Palazzo del Giardino. En tierras italianas volvieron a cambiar de “amos”, aunque en principio dentro de la familia Farnesio. El primero de estos señores fue ‘el Rayo de la Guerra’, Alejandro Farnesio, y más tarde su hermano Ranuccio o su hijo Odoardo, estos dos últimos cardenales de la Iglesia.

Mientras estaban en suelo italiano los Gonsalvus también fueron retratados por distintos artistas. Una de las obras más hermosas que se conservan es el lienzo que se atribuye a la artista Lavinia Fontana, una de las escasas pintoras de su época. Hacia 1583, Fontana pintó a Antonietta, una de las hijas de Petrus, a la que también se conocía con el apodo cariñoso de Tognina.

La pequeña aparece vestida con lujosos vestidos, mirando directamente al espectador, mientras sostiene entre sus manos un papel en el que escribe parte de la historia de su familia:

“De las islas Canarias fue llevado al señor Enrique II de Francia, don Petrus el hombre salvaje / de allí se instaló en la corte del duque de Parma, junto conmigo, Antonietta, y ahora estoy en la casa de la señora doña Isabelle Pallavicina, marquesa de Soragna”.

Su hermano Enrico (o Arrigo) también fue retratado algunos años más tarde –en torno a 1599–, cuando vivía con el cardenal Odoardo Farnesio. El prelado encargó a un artista de renombre, Agostino Carracci, la tarea de pintar un lienzo en el que apareciera el joven.

La pintura –titulada ‘Arrigo Piloso, Pietro Matto e Amon Nano’– consiste más bien en una obra de carácter mitológico que un retrato al uso, y de hecho, en ella el joven Enrico es representado como un salvaje, acompañado de perros y animales exóticos, así como por el enano Amón y el bufón Pietro, otros personajes de la corte también considerados como “anomalías” de la creación.

Y es que, a pesar de que los miembros de la familia Gonsalvus tuvieron la suerte de vivir rodeados de lujos y fueron tratados con respecto y aprecio, no hay que olvidar que nunca dejaron de ser considerados criaturas mitad humanas, mitad animales, que no gozaban por completo de la condición de personas y, por tanto, sometidas a los caprichos de sus amos.

TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR: Exorcismo, ¿realidad o ficción?


Fuente: Yahoo! España
Petrus Gonsalvus, un “hombre lobo” en las cortes europeas