Las cuatro opciones de Estados Unidos en caso de secuestros terroristas

El presidente Obama quiere revisar cómo afronta su país las negociaciones con secuestradores

Un grafiti de una bandera yihadista, en la pared de una fábrica derruida en la zona industrial de Alepo (Siria), el 18 de noviembre de 2014
Un grafiti de una bandera yihadista, en la pared de una fábrica derruida en la zona industrial de Alepo (Siria), el 18 de noviembre de 2014

El fotógrafo freelance Matthew Schrier entró en Siria por segunda vez en diciembre de 2012. Después de 18 días en Alepo, quiso volver a Turquía. Esperó un día entero a su taxi de confianza. Pero no llegaba. Sus contactos locales le ofrecieron otro chófer fiable. No pudieron pasar por el camino habitual para salir de Alepo, por una zona industrial. Tomaron otra ruta, pero un jeep los detuvo. Sacaron a Schrier, le subieron a su coche, le colocaron una capucha y le apuntaron con un rifle. Estaba secuestrado.

A finales de 2012, el yihadismo de Al Qaeda no era una presencia habitual en Siria. Eso iba a empezar a cambiar. Schrier era rehén del Frente al Nusra, la filial local de Al Qaeda. Schrier compartió celda en distintos lugares con otros árabes, pero solo con un occidental: Peter Theo Curtis. En febrero intentaron escapar a través de una puerta de madera. Les dieron una buena paliza en las plantas de los pies.

En julio tuvieron otra oportunidad. El grupo llevó a Curtis y Schrier a una celda subterránea. En la parte de arriba había una ventana, pero la malla y una parte de la soldadura estaban sueltas. Schrier se aupó sobre Curtis pero solo le pasaba la cabeza y un brazo. Decidieron hacer el hueco más grande.

Al cabo de unos días volvieron a intentarlo, de noche. En el primer piso había la luz encendida de una oficina. Schrier salió. Se giró para levantar a Curtis. Así describió el esfuerzo el New York Times, según el relato de Schrier:

Curtis tenía una construcción más pesada que Schrier. Sacó un brazo, luego la cabeza, y paró. Estaba bloqueado. Se echó para atrás y lo intentó con los dos brazos primero. Se quedó bloqueado de nuevo. La calle estaba en silencio. Su compañero se dejó caer en el suelo de la celda. Schrier le dijo: “Voy a por ayuda”. Curtis le miró, según Schrier, y le dijo: “Está bien, ve”. Schrier anduvo por las calles de Alepo. Encontró a un grupo de rebeldes amistosos que al día siguiente le ayudaron a cruzar la frontera con Turquía.

Curtis siguió secuestrado hasta más de un año después. Salió en agosto, días después de la decapitación de James Foley, la primera de Estado Islámico. Los secuestradores no eran los mismos: Nusra y Estado Islámico son grupos separados. Curtis fue entregado a personal de Naciones Unidas en el Golán, en la frontera con Israel. Catar intercedió por él.

Curtis escribió hace unas semanas el relato terrible de su secuestro. Dedica unas líneas a la huida de Schrier. Parece que fue tal como Schrier lo describe:

A finales de julio de 2013, Matt y yo ideamos un modo de arrastrarnos a través de una ventana. Al planear nuestra huida, acordamos que Matt iría primero y, una vez fuera, me ayudaría a colarme. En la mañana del 29 de julio, la primera parte de la operación pasó sin problemas. Pero la segunda no fue según lo previsto. Matt logró escapar y llegó a casa. Yo me quedé.

Tras la huida, los secuestradores creyeron que Curtis y Schrier eran agentes de la CIA. El castigo para Curtis fue el traslado fuera de Alepo y estar 45 días atado de pies y manos y la mayor parte también con los ojos vendados. Los altibajos en el cautiverio duraron 13 meses más, hasta su libertad.

Imagen de un vídeo distribuido por la cadena catarí Al Yazira que muestra a Peter Theo Curtis, un periodista 'freelance' de 45 años de edad, mientras estaba secuestrado en Siria, donde pasó dos años
Imagen de un vídeo distribuido por la cadena catarí Al Yazira que muestra a Peter Theo Curtis, un periodista 'freelance' de 45 años de edad, mientras estaba secuestrado en Siria, donde pasó dos años

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El caso de Schrier tras su liberación tiene un final también interesante. Tras cruzar a Turquía, en seguida dio con el FBI. Durante su cautiverio, los yihadistas habían usado su tarjeta de crédito para comprar ordenadores, tabletas y recambios de Mercedes en eBay. Se gastaron 17 mil dólares. Durante las primeras semanas de secuestro, miembros de Nusra enviaron correos en inglés a familiares de Schrier haciéndose pasar por él para decir que se iba a quedar más tiempo en Siria.

El FBI fue incapaz en cualquier caso de bloquear esos pagos. No fue el único desastre de la agencia norteamericana. En una entrevista concedida al grupo McClatchy, Schrier cuenta tres cosas que le hizo el FBI:

El gobierno le hizo reembolsar al Departamento de Estado los 1.605 dólares de su billete de avión unas semanas después de volver a Estados Unidos. El psiquiatra que le asignaron para ayudarle a adaptarse canceló cinco citas en los dos primeros meses. Y cuando no tenía medios para alquilar un apartamento, el servicio de víctimas del FBI le recomendó los refugios para vagabundos de Nueva York.

Puede parecer terrible, pero este es un comentario típico a la noticia de McClatchy sobre Schrier. Sirve para entender la mentalidad americana:

Fue por su voluntad a una zona de guerra y no fue enviado por el gobierno. Estaba solo. Pagó para ir allí así que no había ninguna expectativa de que el gobierno le pagara la vuelta a casa. No debe ser una carga para los contribuyentes. Además fue secuestrado porque se puso en riesgo. Asumió ese riesgo. Es un gran coste y un gran riesgo para nuestros hombres y mujeres en uniforme ir a salvarle, y ¿por qué debería un soldado perder su vida para salvar a un hombre que para empezar no debería haber estado allí? Todo lo que espero que haga mi gobierno en esta situación es tratar de negociar su libertad. Ese hombre no es una prioridad para nuestra seguridad nacional, y se puso a sí mismo en ese lío. Sé que suena cruel, pero la gente debe ser responsable de sus decisiones y nuestro gobierno no puede salvar a todo el mundo de sí mismos.

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Tras esta opinión extendida, es más fácil entender las opciones que maneja Estados Unidos cuando debe liberar a un cautivo de un grupo terrorista. Tras las decapitaciones de Estado Islámico, el presidente Obama ha pedido que se revise esta política. Variará el modo de aplicarlas o la prioridad entre ellas, pero las opciones seguirán siendo una mezcla de estas cuatro:

1. La opción militar. Es la más directa y sencilla: enviar a las fuerzas especiales. Hace una semana, comandos americanos y yemeníes intentaron rescatar a un periodista americano, a un británico y a un sudafricano y a un grupo de yemeníes de las manos de Al Qaeda en la Península Arábiga. El plan salió regular: solo llegaron a rescatar a ocho personas, seis de los cuales eran yemeníes.

 

Tras la decapitación de James Foley, el presidente Obama anunció que días antes un comando había intentado salvarles, pero ya no estaban en el lugar que asaltaron. La inteligencia americana en Siria no es extraordinaria. La opción militar se seguirá usando cuando haya indicios.

2. La opción nunca pagamos. Es la política oficial y declarada. Estados Unidos cree que es el mejor modo de salvar a sus ciudadanos de secuestros. Los terroristas saben que un ciudadano americano no es dinero. Y lo saben de verdad. En un relato del New York Times sobre los más de 20 secuestrados por Estado Islámico, las prioridades estaban claras:

Pronto los prisioneros se dieron cuenta de que los secuestradores habían identificado que naciones eran las más probables de pagar rescates, dijo un ex rehén. “Sabían qué países eran más proclives a sus demandas, y crearon un orden basado en la facilidad con la que podían negociar. Empezaron con los españoles”. Decían que sabían que el gobierno español había pagado seis millones de euros por un grupo de cooperantes secuestrados por una célula de Al Qaeda en Mauritania, una cifra disponible en internet en artículos sobre aquel episodio.

Sobre Estados Unidos no saldrá algo así. España es el tercer país que más ha pagado a filiales de Al Qaeda desde 2008, después de Francia y Suiza.

3. La opción podemos pagar. Aquí es donde los matices crecen. Según una directiva presidencial clasificada de 2002, los secuestros deben tratarse caso a caso. En ocasiones, los trámites de negociación y el pago pueden llevar a inteligencia definitiva sobre un grupo o incluso atacarles. Es decir, merece la pena tratar con ellos si hay opciones de lograr algo más a cambio aparte de la vida del rehén.

A lo largo de su historia, Estados Unidos ha pagado o claudicado varias veces. Es el probable caso de los Burnham en Filipinas en 2002. Este año, el presidente Obama intercambió a cinco presos talibanes en Guantánamo por el soldado Bowe Bergdahl. La excusa del presidente era que el gobierno de Estados Unidos había enviado a Bergdahl allí y no iba a abandonarle.

El encargado de coordinar la labor sobre secuestros en la Casa Blanca amenazó a la familia de Foley con si trataban de reunir el dinero para pagar la recompensa. Es una amenaza vacía: nunca lo han hecho ni nunca lo harán. Pero la familia Foley quizá se vio afectada.

4. La opción vista gorda. Esta opción está vinculada sobre todo a la aparición de terceros países. En el caso de Curtis, por ejemplo, sin Catar hoy no sería libre. Todo el mundo dice que Catar no pagó recompensa, pero nadie sabe toda la verdad, ni quieren saberla.

Omán pagó medio millón de dólares a Irán por la libertad “bajo fianza” de cada uno de tres excursionistas norteamericanos retenidos allí. Es otro modo de pagar. Obama quiere ahora que todas estas opciones estén claras en cada momento y que el trato con los rehenes y los liberados pueda unificarse. Como es habitual, son necesarios problemas para buscar soluciones.


Historia original: Yahoo España