“Nada de zigzaguear”: López Obrador delinea la ruta de continuidad a sus posibles sucesores

Cuartoscuro
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En el clímax de su discurso, frente a un Zócalo lleno, el presidente Andrés Manuel López Obrador dictó un testamento político a sus posibles sucesores: “nada de zigzaguear”, es decir, que quien sea favorecido en la encuesta de Morena deberá aplicar la misma política de este sexenio.

Lo escuchaban, en un amplio templete colocado justo debajo de la fachada del Palacio Nacional, la jefa de gobierno capitalina, Claudia Sheinbaum, y los secretarios de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, y de Gobernación, Adán Augusto López. Y, en algún punto de la plancha atiborrada de gente, también el senador Ricardo Monreal.

López Obrador aprovechó el escenario —una Plaza de la Constitución que desbordaba pueblo hacia las calles aledañas— para llamar a sus simpatizantes a no ceder terreno, ni dar tregua a sus opositores.

Tres semanas después de que ese mismo Zócalo fuera ocupado por la oposición en defensa del INE, el presidente advirtió que, hagan lo que hagan, no regresarán aquellos a quienes calificó de conservadores y oligarcas.

“Estoy convencido de que seguiremos contando con el apoyo del pueblo para consolidar la primera etapa en la transformación de nuestro país. También estoy convencido de que cualquiera de los aspirantes que resulte triunfador en la encuesta para elegir al candidato de nuestro movimiento aplicará la misma política en favor del pueblo y en favor de la nación. Está asegurada la continuidad con cambio, no hay nada que temer”, exclamó en el minuto 53 de su discurso.

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La gente escuchaba inmóvil en las primeras filas, frente a Palacio Nacional y bajo la bandera monumental que ondeaba majestuosa en el centro de la plaza, la misma que le fue regateada a los manifestantes del 26 de febrero y a las mujeres manifestantes del 8M.

En los alrededores, los contingentes observaban la escena desde pantallas colocadas en lugares estratégicos: 20 de Noviembre, Madero, Pino Suárez.

En el escenario, desplegado en sillas de madera perfectamente ordenadas, el gabinete legal escuchaba con atención.

Debajo de ellos, en sillas plegables colocadas en una especie de zona VIP, la candidata Defina Gómez, el líder partidista Mario Delgado, gobernadores, legisladores de la 4T, funcionarios y dirigentes morenistas aplaudían en cada pausa teatral del político tabasqueño, que no quiso abandonar la plaza sin hacer varias advertencias a su movimiento. 

“Tenemos que mantenernos unidos”, alertó, “mirando siempre hacia el porvenir y la felicidad de nuestros semejantes, trabajando desde abajo y con la gente, y sin descuidar la estrategia que llamamos acertadamente la revolución de las conciencias, para continuar avanzando en el cambio de mentalidad, para seguir politizando a nuestro pueblo”.

Ya con la garganta caliente, después de relatar durante 40 minutos la obra del sexenio cardenista, el presidente arengó a sus simpatizantes para impedir el regreso de una derecha que, según dijo, históricamente siempre se reagrupa para reaccionar ante las transformaciones sociales.

López Obrador recordó a sus fieles el legado cardenista; ni más ni menos que la organización del pueblo en gremios, sectores y un partido de Estado.

Y, a sus posibles sucesores, les reiteró que la clave estará en no perder la capacidad cardenista de organizar al pueblo, esa masa que ayer fue movilizada desde distintos estados y alcaldías, que aplaudía y se entusiasmaba ante cada frase del presidente.

Hordas de lopezobradoristas que viajaron durante horas para estar ahí, y gritar a todo pulmón consignas variadas que iban desde el clásico “¡Es un honor estar con Obrador!”, hasta el recién acuñado “¡Fuera Piña, fuera Piña!”, dirigido a la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Norma Piña, una de las estrellas del mitin de tres semanas antes (minutos después de que concluyera el mitin, algunos de los que gritaban eso quemaron una muñeca de cartón que representaba a la ministra). 

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El ánimo de la plaza se agitaba conforme avanzaba el discurso y, casi al final, el presidente pidió a los suyos mantenerse alertas, no bajar la guardia ante lo que llamó la guerra sucia de sus opositores.

“Vamos a seguir contrarrestando las campañas de calumnias y los intentos de manipulación que seguirán llevando a cabo, porque no les queda de otra, nuestros adversarios y sus medios de información vendidos, alquilados, en manos de los miembros del bloque conservador y corrupto”, exclamó el jefe del Estado mexicano.

Mientras, algunos de los presentes gritaban insultos a la prensa, acomodada en una estructura metálica frente al escenario principal. 

“Debemos tener fe en la lealtad del pueblo; el pueblo no traiciona”, añadió López Obrador con una voz que retumbaba en los edificios que convierten esa plaza en un gigantesco foro. “El triunfo de la reacción, como decía Juárez, es moralmente imposible… ¡Hagan lo que hagan, no regresarán al poder los oligarcas!”.

López Obrador habló durante una hora y dos minutos, y cerró dedicando unas líneas a los legisladores estadounidenses que critican su política de seguridad y presionan con lo que él llama amenazas de atropello e intervencionismo.

En su arrebato nacionalista, el tabasqueño inauguró una especie de grito de la soberanía.

“¡Cooperación sí, sometimiento no!”, exclamó y, después, permitió que la plaza respondiera a coro.

—Intervencionismo —arengó.

—¡No! —respondieron en un grito sus feligreses.

—Oligarquía… corrupción… clasismo… racismo… —pronunció el presidente.

—¡No! —respondieron los presentes a cada palabra. 

—Libertad… democracia… honestidad… justicia social… igualdad… soberanía… —continuó el primer mandatario.

—¡Sí! —respondió la muchedumbre.

FOTO: Ernesto Núñez
FOTO: Ernesto Núñez

AMLOmanía

Frente al templete, un grupo proveniente del Estado de México levantaba un cuadro tratando de llamar la atención del presidente. Bordado a mano, el lienzo enmarcado en madera mostraba a López Obrador y a su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, sonrientes y abrazados.

Se trataba de una valiosa artesanía que su autor, Florentino Monreal Cortazar, ha tratado de entregar al presidente desde hace años.

Primero lo envió al dirigente morenista Mario Delgado, quien nunca lo entregó al presidente. Después lo recuperó, y ayer batallaba con elementos de la Ayudantía para que lo dejaran avanzar hasta el frente y entregarlo en las manos del tabasqueño.

Fracasado en este último intento, Florentino regresó a Capulhuac de Mirafuentes cargando el retrato.

“No se lo voy a entregar a nadie más que a él”, dijo resignado.

A unos metros de él, Martín Macías mostraba orgulloso una cartulina llena de consignas en contra de los que llama “saqueadores del pueblo”: PRI, PAN, PRD, el INE y el grupo de los expresidentes.

Con un sombrero de charro y una bandera de México atada como capa en la espalda, el campesino contó que viajó 12 horas desde Zacatecas para acompañar un mitin que él considera histórico.

“Estoy aquí porque el presidente no manda, él es el portavoz de nosotros, el pueblo”, aseguró Macías.

A su lado, varias mujeres gritaban “reelección, reelección”, pidiendo que el presidente se quede otros seis años, “o más si es necesario”.

No eran las únicas que llegaron a la Plaza de la Constitución con ese mensaje. Un grupo de mujeres de Altamirano, Guerrero, levantaba cartulinas con una leyenda escrita: “AMLO, aún no te vas y ya te extraño”.

FOTO: Ernesto Núñez
FOTO: Ernesto Núñez

Cuando se les pidió explicar cómo se trasladaron desde ese rincón de Guerrero, dijeron abiertamente que las habían traído en autobuses del gobierno del estado.

“Pero no somos acarreadas”, aclararon, “estamos aquí por gusto”.

Lo cierto es que lucían entusiasmadas por ver a su líder, a pesar de que tuvieron que esperar desde las 10:00 de la mañana, aguantando sol, lluvia y empujones.

Como ellas, miles de personas bajaron de cientos de autobuses estacionados en las zonas aledañas al primer cuadro: Tlalpan, San Cosme, Bucareli, entre otras avenidas, registraron filas interminables de camiones con motivo del mitin del 18 de marzo.

Así, Morena logró que la AMLOmanía se desbordara en el primer cuadro de la capital.

En cada rincón del Zócalo, había vendedores haciendo su agosto con Amlitos de 180 pesos, llaveros de “Me canso ganso”, destapadores y encendedores con la imagen de un “Súper AMLO” volando con una capa dorada, encendedores, tazas, camisetas, gorras y AMLOhadas de 300 pesos.

Según el Gobierno de la Ciudad de México, había en la concentración alrededor de 500 mil personas.

Medio millón de almas que, inventadas o no, se declararon listas para la batalla que viene, la del 2024.

La ruta ha sido marcada y, como advirtió el presidente, no habrá tiempo para zigzaguear.