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Nueva Zelanda anuncia estrategia más dura contra protestas

Personas que se oponen a las órdenes de vacunación protestan ante el parlamento en Wellington, Nueva Zelanda, el lunes 14 de febrero de 2022. (George Heard/New Zealand Herald via AP)

WELLINGTON, Nueva Zelanda (AP) — Los manifestantes que se oponen a las medidas contra el coronavirus emplean “intimidación y acoso”, afirmó el lunes la primera ministra de Nueva Zelanda, y las autoridades parecieron endurecer su estrategia ante la caravana de inconformes que lleva casi una semana en la capital, Wellington.

En un principio, la policía permitió que los manifestantes levantaran carpas y acamparan en los terrenos del parlamento neozelandés, antes de detener a 122 personas y volver a retirarse. El tamaño de la protesta se redujo a unos pocos cientos de personas la semana pasada, pero volvió a crecer a unas 3.000 durante el fin de semana.

En declaraciones a la prensa, la primera ministra, Jacinda Ardern, pareció indicar que la paciencia de las autoridades se está agotando.

“Claramente tengo una opinión sobre los manifestantes y la forma en la que han realizado su protesta, porque ha pasado de expresar una opinión a intimidación y acoso de las personas en el centro de Wellington”, dijo. “Esto no puede tolerarse”.

El presidente del Parlamento, Trevor Mallard, intentó incomodar a los manifestantes la semana pasada activando los aspersores para el pasto y reproduciendo en bucle canciones de Barry Manilow de hace décadas y el éxito de la década de 1990 “Macarena”.

La policía dijo el lunes a los manifestantes que movieran lo antes posible sus vehículos estacionados de forma ilegal y les ofreció como alternativa el estacionamiento de un estadio cercano.

“Los habitantes de Wellington tienen el derecho a moverse de forma libre y segura por la ciudad, de modo que despejar todas las calles es una importante prioridad”, dijo el superintendente Corrie Parnell, comandante del distrito de Wellington.

Los manifestantes, que se oponen a las órdenes de vacunación y se inspiraron en protestas similares en Canadá, parecían bien organizados ya que llevaron retretes portátiles, cajas de comida donada y balas de paja para tumbarse cuando el pasto se convirtió en un barrizal.

Pese a las detenciones y las escaramuzas con la policía la semana pasada, quedaban decenas de carpas en los terrenos del Parlamento, y autos y camiones bloqueaban las calles aledañas. Los manifestantes hicieron fila el lunes para desayunar carne empanada y salchichas a la barbacoa tras un fin de semana de lluvias torrenciales.

Kacheeya Scarrow condujo su camioneta unos 380 kilómetros (235 millas) desde la localidad de Taupo para sumarse a la acampada.

“Sólo quiero que retiren las órdenes y libertad para elegir”, dijo. “No soy antivacunas, no soy provacunas. Todo el mundo debería tener derecho a elegir lo que quiere hacer con su cuerpo”.

Otra manifestante, Joanna Plows, de 70 años, dijo que el gobierno había usurpado el derecho “a decidir si pasamos o no por una intervención médica”.

Nueva Zelanda ha impuesto la vacunación contra el COVID-19 a algunos trabajadores, como maestros, médicos, enfermeras, policías y personal militar. También hace falta un pase de vacunación para entrar en la mayoría de comercios y restaurantes.

Las protestas coincidían con el primer gran brote de COVID-19 en Nueva Zelanda, que mantuvo las fronteras cerradas durante buena parte de la pandemia. Los casos diarios subieron a un nuevo récord de casi 1.000 el lunes, frente a los aproximadamente 200 diarios de apenas cinco días antes.

Sin embargo, no había ningún paciente en cuidados intensivos, gracias en parte a una tasa de vacunación del 77% y lo que los expertos han descrito como unos síntomas relativamente menos graves asociados a la variante ómicron del virus.

Nueva Zelanda se libró de lo peor de la pandemia tras cerrar sus fronteras e imponer estrictas cuarentenas, que limitaron la expansión del virus. El país ha reportado apenas 53 muertes por el virus en una población de 5 millones de personas.

Ardern dijo que la acampada masiva no podría haber sido más inoportuna.

“En el preciso momento en el que vemos un aumento de los casos y un aumento del riesgo para la salud pública y el bienestar de Nueva Zelanda, quieren que retiremos las mismas medidas que nos han mantenido a salvo, bien y con vida” afirmó.