Yo también he dado el pecho en una boda.

Sí, yo también tuve que ir a una boda mientras mi bebé aún era lactante.

Y sí, yo también tuve que darle el pecho varias veces en medio de la celebración.

Como esta mujer, que acaba de provocar un terremoto en las redes sociales.

Naomi Jael subió a Instagram esta fotografía con un descriptivo texto: “Cuando estás en una boda, con tu impresionante vestido y tus tacones pero a tu bebé le entra hambre…te da igual y alimentas al niño”.


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Su perfil se ha llenado de críticas. Pero yo estoy convencida de que lo que más ha fastidiado a sus detractores es la expresión de Naomi. Esa cara en la que se mezclan orgullo y poderío.

Porque yo lo valgo. Porque no me escondo. Porque soy un cañón de mujer.

Y eso es realmente lo que ha escandalizado en las redes.

Yo también, lo decía al principio, he tenido que dar el pecho en una boda. Pero la experiencia fue completamente diferente. Dos semanas después de nacer mi hija -todavía dolorida y agotada por el parto y los cambios físicos y hormonales- tuve que plantificarme encima un modelito de casorio post parto -con sus correspondientes tacones- y tragarme quinientos kilómetros de carretera para asistir al evento.

En la boda coincidimos cuatro o cinco madres que estábamos amamantando a nuestros bebés, así que los novios pidieron una sala donde pudiéramos dar el pecho con tranquilidad.

Escondidas, claro.

El caballero que nos asignó la sala -fue un hombre, por supuesto- no pensó que mamás, vestido de boda, tacones y bebés recién nacidos eran incompatibles con mandarnos a un despachito al que se accedía por un empinado tramo de escaleras. Lo ideal para legar hasta allí con carritos de bebé.

Pero allí íbamos a escondernos cuando nuestros pequeños nos reclamaban comida. En mi caso, cada dos horas.

Y ya no os digo -sólo me entenderán las mujeres que lo han hecho- lo que supone quitarse y ponerse un modelito de boda cada vez que a tu bebé le entra hambre -que además el vestido no se manche y no se arrugue es misión imposible-.

Pasé más tiempo en ese despachito que en la boda. Con mujeres a las que no conocía y con las que -sinceramente- en esos momentos no tenía ganas de hablar. Fue un tormento. Acabé de espaldas, mirando a una pared, porque los maridos de esas mujeres decidieron que ellos también tenían derecho de entrar y salir de allí cuando quisieran.

Para mi la lactancia era algo que me gustaba hacer en la intimidad. No porque quisiera esconderme, sino porque estaba más cómoda. No me gustaba que hubiera gente extraña delante cuando daba el pecho a mis hijas.

Pero eso es decisión personal de cada mujer.

Si no nos escandalizamos cuando vemos pechos al aire en la playa, o tangas que no dejan lugar a la imaginación, ¿por qué lo hacemos cuando vemos a una madre dar el pecho en público?