Del Watergate a una furiosa crisis interna: el futuro de The Washington Post pende de un hilo y Jeff Bezos tiene la última palabra
WASHINGTON.- Un sábado en abril, Will Lewis, el nuevo CEO de The Washington Post elegido por Jeff Bezos para rescatar al periódico de sus pérdidas, fue hasta la histórica mansión en Georgetown donde vivía Katharine Graham –su antecesora más famosa, de la época dorada del periódico durante las coberturas de Watergate y los Papeles del Pentágono–, a un tradicional almuerzo, el Garden Brunch, que se hace todos los años antes de la cena de corresponsales de la Casa Blanca. La cita convoca a políticos, periodistas, y celebridades, y es uno de los eventos más codiciados de una semana recargada de oportunidades para codearse con la élite. Ignoto aún para muchos en Washington, Lewis no cruzó la puerta: no estaba en la lista de invitados.
El episodio fue revelado por Politico Playbook, pero recién este mes, cuando la crisis que desató la llegada de Lewis al Post, a fines del año anterior, saltó a los titulares en la prensa.
“Una crisis de credibilidad sacude al CEO del Washington Post”, decía el título de Playbook. Ya para ese entonces, Sally Buzbee, editora en jefe del diario, había renunciado abruptamente en medio de un ambiente espeso. Unas semanas después, una cadena de revelaciones en el The New York Times, NPR, The Guardian y, más notablemente, el propio Post sobre las prácticas de Lewis en su pasado en medios británicos –como, por ejemplo, pagar por información– puso bajo la lupa su integridad periodística, deshilachó su credibilidad, lo enfrentó con la redacción y lo dejó con un pie afuera del periódico. Por ahora, Bezos lo respaldó. Pero lejos de acallar la crisis, Bezos quedó atrapado en un dilema que definirá el futuro del periódico insignia de la capital de Estados Unidos: si mantiene su apuesta a Lewis, o le suelta la mano, y vuelve todo a foja cero.
“Hay una sola persona que sabe eso, y es Jeff Bezos”, dijo Margaret Sullivan, directora Ejecutiva del Centro Craig Newmark para la Ética y la Seguridad del Periodismo de la Escuela de Periodismo de la Universidad Columbia.
“Todo depende de su tolerancia hacia este tipo de disrupción y los tipos de actividades y prácticas que el CEO que designó realizó en el pasado. Jeff Bezos compró el Washington Post, pero ¿cuál es el punto de ser dueño del Washington Post si ya no es el Washington Post?”, se preguntó.
La crisis ya se cobró su primera víctima: Robert Winnett, la persona elegida por Lewis para reemplazar a Buzbee, desistió de tomar el puesto y se quedará en su cargo actual en The Daily Telegraph en Londres. Winnett –que era otra figura ignota en Washington– y Lewis trabajaron juntos en el Telegraph y el Sunday Times, los principales diarios de Rupert Murdoch en Gran Bretaña, y ambos habían quedado manchados por los mismos cuestionamientos a su pasado periodístico y a los estándares éticos de la prensa en el Reino Unido, donde prevalece un enfoque de “cada cual hace lo que quiere”, según Sullivan, inaceptable en las principales redacciones norteamericanas.
“Sí creo es que los estándares del periodismo son muy distintos en Estados Unidos y en Gran Bretaña, donde el enfoque es más que cada cual lo que quiere. Creo que en Estados Unidos se toma los estándares éticos muy en serio y muy rigurosamente en los más altos niveles, en el Washington Post, en el New York Times”, indicó Sullivan.
Después de que Winnett se bajó, Lewis envió un memo a los empleados del Post para avisarles la decisión y anticiparles que comenzará a buscar un reemplazo inmediatamente. Lewis lamentó la decisión de Winnett, que sería su lugarteniente, y tras la pila de cuestionamientos que recibió, lo elogió, a pesar de que su nombramiento había caído mal en la redacción.
“Rob tiene mi mayor respeto y es un editor y periodista increíblemente talentoso”, escribió Lewis. “Pronto anunciaremos la firma de reclutamiento y el proceso que utilizaremos para garantizar una búsqueda oportuna pero exhaustiva de este importante puesto de liderazgo”, adelantó.
Resta ver si la salida de Winnett descomprimirá la presión sobre Lewis y, en última instancia, Bezos. La relación con la redacción parece rota. A las controversias de su pasado, Lewis sumó otra en Washington. Poco después de asumir su nuevo rol, Lewis intentó frenar un artículo en el Post de un juicio vinculado a un escándalo de teléfonos “pinchados” en el Reino Unido que involucró medios de Murdoch y al propio Lewis, según reveló el Post y también el New York Times. Ese cruce tensó la relación entre Lewis y Buzbee, quien poco después se fue del Post, donde había reemplazado a Marty Baron.
La abrupta salida de Buzbee, la primera mujer nombrada editora en jefe del Post, conmocionó a la redacción. En una reunión con posterior a su salida, Lewis presentó a Matt Murray, otro periodista que llegó del Wall Street Journal, parte del universo Murdoch, como jefe interino hasta la designación del reemplazo definitivo. Los intercambios en ese encuentro, publicados –una vez más– por el propio Post y otros medios, subieron de tono y Lewis les espetó a sus periodistas: “Su audiencia cayó a la mitad en los últimos años. La gente no lee sus cosas, no puedo endulzarlo”.
Ante la crisis desatada por la salida de Buzbee y la pila de revelaciones posteriores, Bezos, dueño de Amazon y uno de los empresarios más ricos del mundo, rompió su silencio esta semana en un memo interno de dos párrafos a la cúpula del diario que se filtró. Bezos insistió en que el Post debía “cambiar como negocio”, pero se comprometió a mantener “la calidad, ética y estándares en los que creemos”. No alcanzó. Como prueba de la frustración enquistada en la redacción, dos figuras prominentes del Post pidieron públicamente un cambio de liderazgo aun después del mensaje de Bezos.
“No conozco a una sola persona en el Post que piense que la situación actual con el editor y el supuesto nuevo editor en jefe pueda mantenerse”, escribió en su perfil de Facebook David Maraniss, una de las firmas legendarias del Post, en referencia a Lewis y Winnett. “Puede que haya unos pocos, pero muy pocos. Jeff Bezos es dueño del Post, pero no es de ni para el Post o lo entendería. La cuestión es de integridad, no de resistencia al cambio”, definió.
Y Scott Higham, periodista de investigación del diario, dejó un letal comentario en el posteo de Maraniss: “Will Lewis necesita renunciar por el bien del Post y del público. Perdió la redacción y nunca la recuperará”.
Unas horas antes de esos mensajes, The Guardian había tirado la enésima bomba sobre Lewis: el periódico británico dijo en un artículo que Lewis, entre diciembre de 2021 y enero de 2022, le aconsejó al entonces primer ministro británico Boris Johnson y otros altos funcionarios que “limpien” sus teléfonos para deshacerse de cualquier evidencia potencial que pudiera incriminarlos en el escándalo desatado por violar restricciones de la pandemia conocido como Partygate, que aceleró la caída de Johnson. Y el Financial Times dijo este viernes que Lewis aún mantiene vínculos con una firma de relaciones públicas que fundó y luego vendió a sus socios.
Oliver Darcy, comentarista de medios de CNN, escribió en su newsletter que la frustración y la preocupación son altas en el Post y Maraniss y Higham “sólo están diciendo lo que piensa gran parte de la redacción”, y que en conversaciones con más de una docena de personas dentro y cercanas al Post es claro que Lews “ha alienado totalmente al personal y ahora se enfrenta probabilidades irremontables de recuperar la base de empleados que busca liderar”. Sullivan coincide al indicar que no ve “cómo es sostenible” para Lewis seguir en su puesto.
“Si yo fuera CEO de una empresa de noticias y hubiera perdido la redacción, no querría hacer ese trabajo. Pero no creo que Will Lewis piense de esa manera. Creo que tiene un ego enorme y probablemente se esté diciendo a sí mismo: ‘Realmente no he hecho nada malo, soy la persona adecuada para hacer este trabajo, y todo lo que necesito hacer es aguantar y esto pasará’”, evaluó. “Pero si puede funcionar como líder de un medio cuando está tan contaminado como está, parece dudoso”, cerró.