¿Se puede vivir con una dieta solo a base de frutas?

¡Ah, el fascinante mundo de las dietas! O como diría una buena amiga, de quienes puede elegir qué comer. La obsesión por consumir alimentos saludables, que no dañen el ambiente o provoquen sufrimiento a los animales y nos hagan lucir atléticos, ha alcanzado casi el estatus de religión en las últimas décadas.

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El frutarianismo empuja a los vegetarianos a un nuevo límite en su búsqueda de la pureza nutricional (Tres B)

En esa búsqueda del régimen de alimentación más sano, los vegetarianos se destacan por su fervor. Y en esta comunidad, una facción relativamente nueva ilustra cómo preocupaciones muy razonables pueden conducir a extremos inauditos: los frugívoros (o frutarianos).

De los hippies al festín de durián

En una era mirífica, hace dos millones de años, los antepasados del homo sapiens se alimentaba de frutos que recolectaban en los bosques. Ese tiempo de perfecta armonía entre los humanos y la naturaleza concluyó cuando los primitivos recolectores aprendieron a cazar y muchos años después, desarrollaron la agricultura. Estas cuatro líneas resumen la utopía de los frutarianos.

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La moda no comenzó a fructificar en Occidente hasta las décadas de 1960 y 1970, en el terreno fértil de los movimientos contraculturales que florecieron en Norteamérica y Europa. En la protesta contra el orden social de la posguerra se mezclaron, como en un cóctel de frutas, ideas filosóficas, opiniones políticas y proyectos para establecer comunas. Entonces, para los hippies y sus herederos la dieta dejó de ser una cuestión personal y se transformó en otro terreno de lucha.

Así llegamos al año 2006, cuando el estadounidense Douglas Graham publicó el libro “The 80/10/10 Diet”, que propone un régimen alimenticio basado en el consumo predominante de frutas. Ese método se inscribe en el llamado crudismo, una tendencia dentro del universo vegano que excluye los alimentos procesados a favor de frutos y vegetales sin cocinar o con escasa elaboración.

Graham era, hasta su exclusión en 2014, una de las estrellas del Woodstock Fruit Festival, un encuentro anual de frutarianos en el estado de New York. Ese evento ofrece una semana de frutas sin límites, sesiones de ejercicios, conferencias, talleres de tie-dye y grupos de apoyo. Un asistente puede aprender, por ejemplo, “Cómo ser feliz, saludable y tener el cuerpo de sus sueños” (según el título de una conferencia de Graham). O descubrir cómo lidiar con la nostalgia del chocolate. Y todo por poco más de 1.000 dólares, si se reserva con un año de antelación.

Uno de los momentos más esperados del festival es la Sweet Durian Nite, una fiesta en torno al durián, un fruto que comparte la reputación de ser apestoso y delicioso, todo dentro de una cápsula de espinas. ¡Una orgía para los sentidos!

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La obsesión por la comida sana puede conducir a un trastorno conocido como ortorexia nerviosa (Reuters)

Una dieta de extremos

Los promotores del frutarianismo aseguran que el consumo casi exclusivo de frutas energiza al cuerpo hasta niveles extraordinarios, puede curar enfermedades crónicas (algunos testimonios mencionan al cáncer) y hasta cambiar el color de los ojos de carmelita a azul… Porque el azul refleja un estado de salud superior, al parecer. Pero la escasez de estudios científicos que demuestren estos beneficios alimenta las filas de escepticismo.

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Varios nutricionistas han manifestado sus dudas y temores sobre las consecuencias de un régimen basado estrictamente en frutas. En declaraciones a International Business Times, la experta en nutrición Charlotte Stirling-Reed advierte sobre el déficit de vitamina D, hierro, zinc, vitamina B12 y proteínas que sufren a largo plazo los frutarianos.

El problema es el equilibrio. Las frutas contienen sobre todo carbohidratos, lo cuales no bastan para cubrir las necesidades nutricionales de nuestro organismo. Los frutarianos tratan de solucionar esas carencias con suplementos. Pero quienes llevan la dieta al extremo –algunos afirman que solo comen frutas caídas de los árboles—se arriesgan a padecer enfermedades serias como la osteoporosis y la anemia en edades avanzadas.

Y el fundamentalismo frutariano también engendra desvaríos, como el de la australiana Leanne Ratcliffe, que en un video se preguntó si los consumidores de carne y productos lácteos merecían vivir. “Ustedes deberían ser forzados a ser veganos”, afirmó la estrella de Youtube, conocida por sus fans como Freelee the Banana Girl.

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La ganadería intensiva ha sido la respuesta de la industria a la demanda insaciable del mercado (Wikimedia Commons)

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La preocupación por cómo la industria alimenticia inflige a los animales resulta loable. Sin embargo, el consumo exclusivo de frutas no evitará que millones de trabajadores sean explotados en las plantaciones de los países en desarrollo, ni que el transporte de esos productos genere más gases de efecto invernadero, ni convertirá a las sociedades de consumo en armoniosas comunidades comedoras de plátanos.

Un cambio generalizado en los hábitos nutricionales seguramente animará otras transformaciones sociales, mas dejará intactas las causas del consumo desenfrenado de carne y otros alimentos derivados de la ganadería industrial.