‘Vivirá constantemente con miedo’. Cruz se libra de la ejecución, pero enfrenta una vida infernal en prisión

Si el agresor de la escuela de Parkland, Nikolas Cruz, hubiera sido condenado a muerte, su vida diaria mientras esperaba la ejecución no habría sido fácil. Sin embargo, habría disfrutado de ciertas comodidades: su propia celda, comidas tres veces al día, ropa y toallas limpias, y ningún requisito de trabajar.

Pero después de ser condenado a cadena perpetua en una prisión estatal, su vida tras las rejas se perfila como espantosa y posiblemente violenta.

Expertos en prisiones dicen que cuando a Cruz se le asigne vivir entre la población penitenciaria, probablemente tendrá un compañero de celda, se le ordenará realizar un trabajo en la prisión y se le obligará a interactuar con otros reclusos a la hora de comer y en un patio de recreo. Tendrá que navegar la extraña y a menudo violenta jerarquía social de la vida en prisión, complicada por su notoriedad como asesino en masa y su historial de trastornos mentales.

“Nunca en mi carrera me he encontrado con nadie como él en cuanto a su increíble falta de habilidades sociales y su increíble falta de lectura de las situaciones sociales. Esas son las habilidades que alguien necesita para desenvolverse en un mundo social muy difícil, y en el día a día del Departamento de Prisiones de la Florida”, dijo Heather Holmes, psicóloga forense del sur de la Florida que entrevistó a Cruz 12 veces como parte de su trabajo con su equipo de defensa.

“Se van a aprovechar de él. Le van a quitar cosas: la comida, los calcetines, los zapatos. Y pesa 125 libras. Puede que sepa apretar un gatillo, pero no sabe pelear”.

Cruz, de 24 años, no estará bajo la custodia del Departamento de Prisiones de la Florida (DOC) hasta después de que sea sentenciado oficialmente el 1 de noviembre por matar a tiros a a 14 estudiantes y tres educadores en la secundaria Marjory Stoneman Douglas de Parkland. La impresionante matanza fue el tiroteo escolar más letal de la Florida.

El año pasado se declaró culpable de 17 cargos de homicidio en primer grado y 17 cargos de intento de homicidio, estableciendo el juicio de la “fase de sentencia” en el que 12 jurados consideraron solo dos opciones: la pena de muerte o la cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.

Durante el juicio de casi tres meses, los fiscales de Broward retrataron a Cruz como un asesino calculado que anhelaba la notoriedad de convertirse en un agresor en su escuela, planeó su ataque cuidadosamente y disparó metódicamente contra sus víctimas, a veces regresando para rematar a los estudiantes heridos dentro del edificio de primer año. La Oficina del Defensor Público de Broward argumentó que Cruz debería ser eximido de la pena de muerte porque, entre muchas razones, era un enfermo mental y sufrió daños cerebrales en el vientre de una madre biológica que bebía mucho.

Cruz será sentenciado después que los familiares de los muertos tengan la oportunidad de hablar con el juez el 1 de noviembre. Su condena a prisión es un hecho. Legalmente, la jueza de circuito de Broward Elizabeth Scherer no puede revocar la decisión del jurado y los fiscales dijeron que no tratan de anular el veredicto.

Durante los argumentos finales, la defensora pública asistente, Melisa McNeill, sugirió que la vida de Cruz tras las rejas terminaría por causas naturales o “cualquier otra cosa que pudiera pasarle en la cárcel”. Tras el veredicto del jueves pasado , muchos familiares frustrados dijeron que esperaban lo mismo.

“Va a tener que cuidarse cada segundo durante el resto de su vida”, dijo Linda Schulman, la madre del maestro Scott Beigel. “Debería vivir con miedo”.

Ilan y Lori Alhadeff reaccionan al escuchar que el asesino de su hija no recibirá la pena de muerte mientras se anuncian los veredictos en el juicio del agresor de la secundaria Marjory Stoneman Douglas, Nikolas Cruz, en el Tribunal del Condado Broward en Fort Lauderdale, el jueves 13 de octubre de 2022. Amy Beth Bennett South Florida Sun Sentinel Amy Beth Bennett/South Florida Sun Sentinel

¿Custodia protectora?

Después de ser sentenciado, Cruz será enviado al Centro de Recepción del Sur de la Florida, una instalación donde los reclusos son retenidos brevemente mientras los funcionarios de la prisión determinan sus necesidades particulares —como el tratamiento de su salud mental y sus necesidades educativas— y la disponibilidad de camas en las instalaciones de todo el estado. Mientras esté allí, es probable que Cruz sea puesto en confinamiento administrativo por su propia seguridad.

El DOC se negó a comentar sobre el futuro de Cruz tras las rejas, remitiendo a un reportero del Miami Herald a un manual de “orientación” para reclusos publicado en línea.

Cualquiera que sea la prisión en la que termine, los expertos dicen que Cruz probablemente no estará con la población general de inmediato, por la naturaleza de alto perfil de sus delitos. Más bien, es probable que lo coloque en lo que se conoce como “gestión protectora” con otros reclusos en peligro, como pederastas, presos que han sido amenazados por deudas o incluso ex policías.

En la “gestión protectora” se espera que los reclusos trabajen, tal vez en la biblioteca, limpiando los baños o de camilleros en la enfermería. Compartiría una celda con otro recluso. La celda estaría conectada a una zona común vigilada por un agente de prisiones.

Si Cruz acaba en gestión protectora, quizá solo dure unos meses, quizá un año. “Lo que sea necesario para que las cosas se calmen, y entonces se le facilitaría el acceso a la población general”, dijo Ron McAndrew, ex director de Prisiones de la Florida que ahora es testigo experto en el sistema penitenciario.

Incluso en la gestión protectora, Cruz seguiría interactuando con otros reclusos que podrían atacarlo.

Eso es lo que sucedió en 2017, con el pederasta convicto Ryan Mason, cuyo padre dijo que estaba en custodia protectora en la Prisión de Wakulla. Otro recluso, Scottie Dean Allen, descubrió porqué estaba entre rejas y lo estranguló. Allen está ahora en el corredor de la muerte de la Florida.

“A veces, los que están en custodia protectora se aprovechan de otros en la misma situación”, dijo Raul S. Banasco, otro experto en prisiones y ex director de Prisiones de la Florida.

La violencia no es nada raro en la mayoría de las prisiones de Estados Unidos. Y el sistema penitenciario de la Florida lleva mucho tiempo plagado de condiciones deplorables y violentas para los reclusos, así como de comportamientos abusivos por parte de los agentes penitenciarios, asuntos que funcionarios se comprometieron a solucionar desde hace tiempo.

Población general

Con la población general, Cruz también tendría un compañero de celda y tendría que trabajar hasta 60 horas a la semana. Podría ir al patio de recreo, donde los reclusos pasean, juegan baloncesto o simplemente toman el sol. Podría pasar tiempo en la “sala de día”, donde los reclusos ven la televisión —normalmente deportes, nada polémico— en bancas sin respaldo.

Su reputación lo acompañará.

Los secretos son difíciles de guardar en la cárcel. Los reclusos ven la televisión y pueden recibir correos electrónicos, ver películas y obtener información de tabletas individuales que pagan para usar. Los propios guardias no dudan en contar a los reclusos qué delito cometieron otros presos.

Abraham Rosado, de 40 años, que cumplió 12 años en una prisión estatal de la Florida, recuerda que un guardia puso un artículo de periódico sobre un nuevo recluso —que había sido condenado por pederastia— en un tablero de anuncios de los empleados, que podían ver los presos. El nuevo recluso fue golpeado sin piedad por otros reclusos.

“Van a querer joderlo”, dijo Rosado sobre Cruz. “Si está con la población general, la va a pasar muy mal con los otros reclusos y los guardias se harán de la vista gorda”.

Y añadió: “Vivirá constantemente con miedo”.

En una sociedad en la que los reclusos suelen reunirse con sus propios grupos étnicos o raciales, Cruz —que es blanco y tenía fijación por las esvásticas antes de su arresto— pudiera encontrar cierta protección amistosa de los miembros del grupo de supremacistas blancos. Pero la mayoría de las amistades vienen con condiciones, porque Cruz tiene dinero de herencia y un hermano que podría llenar su cuenta.

“Habrá un tipo, de 6 pies y 3 pulgadas, musculoso, que le dirá: ‘Te protegeré’”, dijo McAndew. “Tendrá un papá. No se puede evitar”.

Rosado dijo: “Sin duda, intentarán que use su dinero para comprar drogas. Si les da drogas, teléfonos celulares y cigarrillos, podría estar bien”.

Hay otro lugar más sombrío que podría acabar albergando a Cruz.

Si se niega a trabajar, le agarran introduciendo contrabando o agrediendo —como hizo cuando atacó a un policía de Broward seis meses después de su arresto—, Cruz pudiera ser asignado a un ala de “gestión de proximidad” en instalaciones como Santa Rosa, Charlotte o Union.

Allí es donde está lo peor de lo peor, a veces durante años.

Allí los reclusos son alojados en celdas individuales, sin acceso a tabletas y pocos libros y sin visitas externas, dijo McAndrew. El ejercicio se limita a una hora en una jaula exterior donde los reclusos pueden jugar con una pelota y recibir luz solar natural. Hay tres niveles de restricciones de gestión de proximidad, y el menos restrictivo es el que permite algo de trabajo y el acceso a una sala de día.

“Es muy punitivo”, dijo McAndrew. “Según mi experiencia, es muy eficaz y eso ayuda al Departamento de Prisiones”.

Incluso en una instalación de gestión de proximidad, los reos pueden ser víctimas de la violencia.

En 2019, William Edward Wells III, conocido como el “Monstruo de Mayport”, estaba en la Prisión Estatal de la Florida y cumplía cadena perpetua por seis asesinatos en régimen de proximidad. Se había quejado repetidamente de que en la gestión de proximidad, no tenía acceso a cosas simples como café, por lo que quería llegar al corredor de la muerte, según los registros judiciales.

Finalmente hizo lo suficiente, estrangulando al recluso Billy Chapman una sala de día “segura pero no supervisada”, muestran los registros.

Wells, a diferencia de Cruz, está ahora en el corredor de la muerte.

El reportero de Miami Herald Charles Rabin contribuyó a este artículo.

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