Visados de inmigración tardarían décadas. Solo preguntále a esta madre de Sacramento

(English below)

Rasia Sharaz Wells pagó contenta los $355 para presentar una petición de inmigración para su hijo hace 14 años. Wells tenía la esperanza de que su hijo, al que había dejado atrás en Kirguistán, su país natal en Asia Central, llegaría en unos pocos años.

Hoy, Wells, de 68 años, sigue esperando mientras el expediente de su hijo se retrasa. Hace poco, las autoridades empezaron a expedir tarjetas verdes para personas en la categoría migratoria de su hijo, pero eso no ofrece ninguna indicación clara de cuándo podría recibir un estatus legal.

“La vía legal no está funcionando”, dijo Wells, hablando desde su casa en Natomas. “No sé qué hacer”.

La espera de más de una década de Wells no es poco común. Mientras los políticos siguen debatiendo políticas de inmigración, los estadounidenses que buscan tarjetas verdes para sus familiares languidecen en los atrasos de un sistema averiado.

En septiembre de 2023, el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS) tenía 391,000 peticiones familiares acumuladas. Algunas personas tardarán más de dos décadas en recibir su tarjeta verde.

En el caso de Wells, se siente especialmente frustrada por lo que califica de sistema de inmigración “injusto”. Se refiere a los miles de migrantes que han cruzado la frontera entre Estados Unidos y México en la última década sin estatus legal.

Wells ha oído hablar incluso de familias de Kirguistán que vuelan a México y gastan decenas de miles de dólares en obtener ayuda para cruzar la frontera. Mientras tanto, su hijo, Nurbek Jumataev, de 45 años, debe esperar porque ella ha querido hacerlo “de la manera honesta”.

“Soy un ser humano”, dijo Wells. “Puedo estar celosa. ¿Por qué no?”

Jumataev, quien solo habla ruso, respondió a las preguntas traducidas vía WhatsApp.

“Catorce años es mucho tiempo, y no es fácil”, dijo. “No sabíamos que duraría tanto”.

Nurbek Jumataev, de 45 años, ha estado esperando su tarjeta verde. Su madre, Rasia Wells, presentó una petición de inmigración en octubre de 2010.
Nurbek Jumataev, de 45 años, ha estado esperando su tarjeta verde. Su madre, Rasia Wells, presentó una petición de inmigración en octubre de 2010.

‘El sistema de inmigración está averiado’

Wells llegó a California en 2000 a través de un visado de inmigración. Dejó Kirguistán para proporcionar una vida mejor a sus tres hijos.

Este país montañoso, que antes formaba parte de la Unión Soviética, limita al este y al sur con China. A mediados de la década de 1990 inició un fuerte declive económico que provocó una oleada de migrantes kirguisos que se trasladaron a Estados Unidos.

“Estaba muy contenta de poder trabajar y enviar dinero a mis hijos para que fueran a la escuela”, recordó Wells.

Pasó años viviendo lejos de su familia y trabajando en múltiples empleos: limpiando casas y hoteles, cuidando niños y en gasolineras. Entre tanto, se inscribió en una universidad comunitaria para aprender inglés.

“Ese debe ser el camino para todos los inmigrantes”, dijo Wells, recordando sus largas jornadas de trabajo.

Como muchos inmigrantes, Wells aspiraba a reunirse con sus hijos.

Su primer intento de traer a un hijo fue en 2004, cuando la hija menor de Wells obtuvo un visado para entrar en el país. La joven, que entonces tenía 16 años, tenía prioridad por ser menor de edad. Pero el hijo de Wells, que entonces tenía unos 20 años, se quedó en Kirguistán.

Rasia Wells, de 68 años, y su esposo, Ron, de 79, describen en mayo su esfuerzo de 14 años para ayudar al hijo de Rasia a inmigrar legalmente a Estados Unidos. Rasia dice que siente envidia de las familias que entran ilegalmente en el país.
Rasia Wells, de 68 años, y su esposo, Ron, de 79, describen en mayo su esfuerzo de 14 años para ayudar al hijo de Rasia a inmigrar legalmente a Estados Unidos. Rasia dice que siente envidia de las familias que entran ilegalmente en el país.

Wells siguió esperando hasta que conoció a su esposo en 2008. Cuando la pareja se casó, Wells obtuvo la ciudadanía estadounidense.

Con este nuevo estatus legal, Wells presentó el formulario I-130, Petición de familiar extranjero, en octubre de 2010. Este formulario lo usan los ciudadanos estadounidenses que intentan obtener la tarjeta verde para un familiar, incluidos maridos, esposas, hijos, padres, hermanos y hermanas.

El abogado que le ayudó con la solicitud le aseguró que tardaría siete u ocho años en obtener el visado, cuenta Wells.

Lo que ella no sabía era que esta vía de inmigración basada en la familia llevaba décadas atascada debido a las limitaciones federales y a la gran demanda. La falta de una reforma migratoria ha agravado el problema.

El tiempo promedio de espera para solicitar una tarjeta verde se duplicó de 1991 a 2018, según el Cato Institute, un grupo de análisis libertario. En ese tiempo, Estados Unidos no ha actualizado su tope de tarjetas verdes, el número máximo que se puede emitir anualmente.

“Esta (espera) es muy normal”, dijo el abogado de inmigración local Kishwer Vikaas. “Odio decirlo, pero nuestro sistema de inmigración está muy averiado”.

Para ciertos inmigrantes, como Jumataev, el tiempo promedio de espera para obtener la tarjeta verde aumentó en casi 12 años.

La espera de Jumataev es especialmente larga debido a su edad y estado civil. Los visados familiares se dividen en “clases de preferencia”, y algunas categorías tienen prioridad. Como hombre casado mayor de 21 años, Jumataev está en la tercera clase de preferencia. Solo los hermanos de ciudadanos estadounidenses tienen menor prioridad.

Los visados para hijos casados de ciudadanos estadounidenses tienen un límite de 23,400 al año para todos los países.

Recientemente se abrió un resquicio de esperanza para Wells, según un boletín del Departamento de Estado de Estados Unidos que informa a los solicitantes de cuándo pueden esperar sus visados. A partir de este mes, las autoridades están expidiendo visados a personas de la categoría de Jumataev que los solicitaron en octubre de 2010.

En una declaración enviada por correo electrónico, un portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos dijo que los registros de visados son confidenciales según la ley y que no se podían comentar los detalles de casos individuales.

Pero Jumataev tiene más suerte que otros solicitantes de países con mayores exigencias de visado.

Las autoridades empezaron a expedir visados este mes a mexicanos en la categoría de preferencia de Jamataev. Esas solicitudes se presentaron en abril de 2001.

‘La inmigración debería funcionar’

A lo largo de los años, Wells ha intentado moderar su frustración con el sistema de inmigración a pesar de que su hijo se perdiera muchos hitos familiares: bodas, cumpleaños y graduaciones.

Pero últimamente, Wells afirma que no puede evitar sentir “celos” cuando oye noticias sobre migrantes que cruzan la frontera entre Estados Unidos y México. Los sentimientos negativos hacia la frontera y los inmigrantes han aumentado recientemente entre todos los estadounidenses, incluidas las comunidades de color. Expertos y activistas señalan que estos sentimientos son a menudo erróneos y se derivan de la creciente desigualdad económica.

“Parece que ella conoce a más gente que no ha seguido las reglas y ha conseguido venir aquí que gente que sí las sigue”, dijo su esposo, Ronald Wells.

La familia llegó a explorar la posibilidad de hacer lo mismo tras escuchar historias de familias de Kirguistán que pagaban miles de dólares para llegar a Estados Unidos a través de México. Estas familias suelen iniciar su viaje en Rusia y pagar los vuelos a México, explicó Wells.

Los posibles costos acabaron rápidamente con esa idea. Wells dijo que ha oído que a las familias les están cobrando entre $10,000 y $15,000 por persona. Ella ya envía dinero para ayudar a su hijo, que trabaja como camionero y gana unos $400 al mes.

Además, Wells está decidida a seguir las reglas. Pero incluso ahora, con el más reciente boletín del Departamento de Estado de Estados Unidos, Wells sigue siendo prudente.

“Tengo miedo de emocionarme, hasta que consigamos el visado”, dijo Wells. “Entonces, me alegraré. No hay confianza”.

La mujer de 68 años teme la posibilidad de su muerte, que hasta hace poco habría puesto fin automáticamente a la petición I-130 de su hijo. Ahora existe una opción, que obliga a los solicitantes a presentar una “restitución humanitaria” al Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos.

Las solicitudes las determina la oficina del USCIS y, en la mayoría de los casos, los solicitantes no pueden apelar la decisión. Los plazos de estas decisiones varían.

“La inmigración debería funcionar”, dijo. “No pueden simplemente olvidarse de los ciudadanos de aquí”.

Sacramento mother has tried to get son to U.S. for 14 years

Rasia Sharaz Wells happily paid the $355 to file an immigration petition for her son 14 years ago. Wells was hopeful her son, whom she had left behind in Kyrgyzstan — their home country in Central Asia — would arrive within a few years.

Today, Wells, 68, is still waiting while her son’s file inches through a backlog. Authorities have only recently started issuing green cards to people in his immigration category, but that offers no clear indication for when he might receive legal status.

“The legal way is not working,” Wells said, speaking from her home in Natomas. “I don’t know what to do.”

Wells’ more than decade-long wait is not uncommon. As politicians continue to debate immigration policies, Americans seeking green cards for their relatives languish in backlogs of a broken system.

U.S. Citizenship and Immigration Services had 391,000 family petitions cases backlogged as of September 2023. For some people, it will take more than two decades to receive their green card.

In Wells’ case, she is particularly frustrated with what she calls an “unfair” immigration system. She references the thousands of migrants who have crossed the U.S.-Mexico border over the last decade without legal status.

Wells has even heard of families from Kyrgyzstan flying to Mexico and spending tens of thousands of dollars to get assistance to cross the border. All the while, her son Nurbek Jumataev, 45, must wait because she has wanted to do it “the honest way.”

“I am a human being,” Wells said. “I can be jealous. Why not?”

Jumataev, who only speaks Russian, responded to translated questions over WhatsApp.

“Fourteen years is a long time, and it’s not easy,” he said. “We didn’t know that it would last this long.”

‘Immigration system is so broken’

Wells arrived in California in 2000 via an immigration visa. She left Kyrgyzstan to provide a better life for her three children.

The mountainous country, formerly part of the Soviet Union, borders China on the east and south. It began a sharp economic decline in the mid-1990s, which led to a wave of Kyrgyzstan migrants moving to the U.S.

“I was so happy to work and send money to my kids to go to school,” Wells recalled.

She spent years living away from her family and working multiple jobs — cleaning houses and hotels, child care and at gas stations. In between, she enrolled in community college classes to learn English.

“This must be the way all immigrants come up,” Wells said, reminiscing of her days working long hours.

Like many immigrants, Wells aspired to reunite with her children.

Her first attempt to bring a child over was in 2004, when Wells’ youngest daughter gained a visa to enter the country. The then-16-year-old was given priority because of her underage status. But Wells’ son, who was in his mid-20s at the time, remained in Kyrgyzstan.

Wells continued to wait until she met her husband in 2008. When the couple married, Wells gained U.S. citizenship.

Using this new legal status, Wells filed a Form I-130, Petition for Alien Relative, in October 2010. The form is used by U.S. citizens trying to obtain a green card for a family relative including husbands, wives, children, parents, brothers and sisters.

The lawyer helping with the application assured her it would take seven or eight years to obtain the visa, Wells said.

What she didn’t know was that this family-based immigration avenue had been backlogged for decades because of federal limitations and high demand. Lack of immigration reform has worsened the issue.

The average wait time to apply for a green card doubled from 1991 to 2018, according to the Cato Institute, a libertarian think tank. In that time, the U.S. has not updated its green card cap, the maximum number that can be issued annually.

“This (wait) is very normal,” said local immigration attorney Kishwer Vikaas. “I hate to say it, but our immigration system is so broken.”

For certain immigrants, like Jumataev, the average wait time for a green card rose by nearly 12 years.

Jumataev’s wait is particularly long because of his age and marital status. Family-sponsored visas are divided into “preference classes,” with certain categories having priority. As a married man older than 21, Jumataev is in the third preference class. Only siblings of U.S. citizens have lower priority.

Visas for married children of U.S. citizens are capped at 23,400 per year across all countries.

There is a recent sliver of hope for Wells, per a U.S. State Department bulletin that advises applicants when they can expect their visas. As of this month, authorities are issuing visas to people in Jumataev’s category who applied in October 2010.

In an email statement, a U.S. State Department spokesperson said visa records are confidential under law and details of individual cases could not be discussed.

But Jumataev is luckier than other applicants from countries with higher visa demands.

Authorities begun issuing visas this month to Mexicans in Jamataev’s preference category. Those applications were filed in April 2001.

‘Immigration should work’

Over the years, Wells has tried to temper her frustration with the immigration system despite her son missing many family milestones — weddings, birthdays and graduations.

But recently, Wells said she can’t help her feelings of “jealousy” when hearing reports about migrants crossing the U.S.-Mexico border. Negative sentiments toward the border and migrants have risen recently among all Americans, including within communities of color. Experts and advocates note these feelings are often misguided and stem from growing economic inequality.

“She seems to know more people that didn’t follow the rules who got to come here than people who do follow the rules,” said her husband, Ronald Wells.

The family even explored the possibility of doing the same after hearing stories of Kyrgyzstan families paying thousands of dollars to reach the United States via Mexico. These families will often start their journeys in Russia and pay for flights to Mexico, Wells said.

Potential costs quickly ended that idea. Wells said she has heard families are being charged between $10,000 to $15,000 per person. She already sends back money to help her son, who works as a trucker and makes about $400 a month.

Plus, Wells is determined to follow the rules. But even now, with the most recent U.S. State Department bulletin, Wells remains cautious.

“I’m afraid to get excited, until we get the visa,” Wells said. “Then, I will be happy. There’s no trust.”

The 68-year-old dreads the possibility of her death, which until recently would have automatically ended her son’s I-130 petition. An option now exists, which would require applicants to submit a “humanitarian reinstatement” to U.S. Citizenship and Immigration Services.

Requests are determined by the USCIS office and, in most cases, applicants can’t appeal the decision. Timing for these decisions vary.

“Immigration should work,” she said. “They just can’t forget the citizens here.”