Por primera vez se vio el féretro de la reina Isabel II, que comenzó su viaje de despedida de 281 kilómetros y 6 horas

Antes de abandonar su castillo preferido, se despidieron de la reina el personal de la residencia real, su personal de confianza, sus más estrechos colaboradores y un puñado de personas que trabajó junto a ella durante décadas
Antes de abandonar su castillo preferido, se despidieron de la reina el personal de la residencia real, su personal de confianza, sus más estrechos colaboradores y un puñado de personas que trabajó junto a ella durante décadas - Créditos: @GETTY IMAGES

LONDRES.- la Reina murió. Es verdad. Es real. En una nueva etapa de las extraordinarias exequias de diez días de la reina Isabel, por primera vez hoy, poco después de las 10 de la mañana locales, todo el mundo pudo ver el féretro de la monarca más longeva y amada de la historia de Gran Bretaña. Se hizo, así, tangible, real, esa muerte que conmovió a los 68 millones de súbditos y al mundo, que significó el fin de una era, después de 70 años de un reinado definido por todos como ejemplar, por su devoción al servicio y a la monarquía. Y el comienzo de otra, la del rey Carlos III, que nadie sabe si logrará convertirse en una figura aglutinadora como la de su madre.

En un jornada de mucho dolor para el país, el féretro con los restos de la Reina, que murió el jueves a los 96 años en el castillo de Balmoral, su lugar en el mundo, uno de los sitios más amados por Lillibet, donde solía llevar una vida más simple, con menos pompa, más natural, comenzó su primer viaje hacia Edimburgo, la capital de Escocia. Un trayecto de 175 millas (281 kilómetros) y seis horas a través de una ruta marcada por el verde de esa región, con postas a lo largo del camino -Ballater, Aberdeen, Dundee-, donde, detrás de las vallas y en un silencio impresionante, los súbditos pudieron saludar, en recogimiento, a la Reina. Aunque las autoridades habían pedido a la gente no lanzar flores, en algunos sitios alguien rompió el protocolo y lanzó algún clavel.

En un clima sobrecogedor, el féretro de Isabel II, colocado en la parte trasera de un coche fúnebre Mercedes Benz rigurosamente negro, salió del castillo de Balmoral pocos minutos después de las 10 de la mañana, como pudo verse en directo por la BBC. El ataúd estaba envuelto en el estandarte real -con tres leones dorados para Inglaterra, un león rojo por Esocia y un arpa por Irlanda-, de colores dorados, rojo y azul. Y adornado con una corona de flores blancas.

El féretro de la reina comenzó su primer viaje hacia Edimburgo, la capital de Escocia
El féretro de la reina comenzó su primer viaje hacia Edimburgo, la capital de Escocia - Créditos: @GETTY IMAFGES

En un convoy con seis camionetas más, liderado por una moto, detrás del coche fúnebre en un Rolls Royce negro viajaba la princesa Ana junto a su marido, Tim Lawrence.

Antes de abandonar su castillo preferido, se despidieron de la reina el personal de la residencia real, su personal de confianza, sus más estrechos colaboradores, un puñado de personas que trabajó junto a ella durante décadas. En ese momento se encontraban en el castillo el príncipe Andrés, el hijo predilecto de la Reina, últimamente defenestrado de la realeza y de la familia por sus escándalos ligados al magnate pedófilo Jeffrey Esptein, junto a sus dos hijas, Eugenia y Beatriz.

En el primer domingo sin la reina Isabel, todas las iglesias anglicanas y de otras religiones tuvieron servicios en su honor e hicieron repicar sus campanas en señal de luto.

Según la meticulosa agenda de esta despedida que durará días, el cortejo llegará esta tarde al Palacio de Holyroodhouse de Edimburgo. El féretro de la Reina será colocado en el salón del trono de este palacio y mañana a la tarde desde allí, en una procesión solemne en la que participará el Rey Carlos III y varios miembros de la familia real, será trasladado hasta la catedral de St. Giles, donde se instalará la primera capilla ardiente.

Será solo el primer capítulo de exequias históricas que culminarán el lunes 19 con un funeral de Estado que será el primero de un monarca en la Abadía de Westminster desde el de Jorge II en 1760.