La victoria de Sheinbaum en México, la continuidad del cambio
Ciudad de México, 16 dic (EFE).- Los primeros meses de Claudia Sheinbaum como presidenta de México tras unas elecciones que la convirtieron en la primera mujer al frente del país han estado marcados por la continuidad respecto a su predecesor, Andrés Manuel López Obrador, y la persistencia de problemas enquistados como la violencia en diferentes regiones del país.
Uno de los pocos elementos de diferenciación ha sido el regreso de México a los foros internacionales, plasmado en el viaje de Sheinbaum a la cumbre del G20 en Brasil, en noviembre pasado.
A diferencia de López Obrador, que nunca viajó a esta cumbre anual, Sheinbaum aprovechó su papel como la primera mujer jefa de Estado de México para sostener reuniones en Rio de Janeiro con líderes mundiales como el presidente chino, Xi Jinping; el primer ministro canadiense, Justin Trudeau; el presidente brasileño y anfitrión, Luiz Inácio Lula da Silva; y el mandatario francés, Emmanuel Macron, entre otros.
En el plano interno, Sheinbaum, que se impuso en las elecciones presidenciales de junio con una victoria aplastante, ha mantenido los ejes marcados por su predecesor, de quien se ha reivindicado heredera, al frente del denominado proceso de renovación del país conocido como "Cuarta Transformación".
De López Obrador (2018-2024) ha dicho que es el dirigente político y luchador social "más importante de la historia moderna" y que había sido un honor "haber luchado" con él, al que se refiere como "hermano", "amigo" y "compañero".
Violencia en varios estados y enfrentamiento con los jueces
Tal es la sensación de continuidad política, que los problemas que encara Sheinbaum, de 62 años, ya existían en el final del sexenio de López Obrador: la ola de violencia en varias regiones del país, especialmente dramática en los estados de Chiapas, Guerrero y Sinaloa, y las polémicas surgidas a raíz de la aprobación de la reforma judicial y el consecuente paro de los trabajadores judiciales.
El asesinato del Padre Marcelo Pérez, un sacerdote conocido por su labor humanitaria en Chiapas (sur de México), ocurrido el 19 de octubre, se convirtió en un símbolo de la creciente inseguridad en la zona y puso de relieve el clima de violencia en ese estado fronterizo con Guatemala, donde grupos delictivos luchan por el control de territorios.
El Padre Marcelo había recibido amenazas previas, lo que ha hecho que se cuestione la efectividad de las políticas de seguridad implementadas hasta ahora.
En Sinaloa (oeste de México), los conflictos entre los hijos del ‘Chapo' Guzmán y los fieles de ‘El Mayo’ Zambada han escalado a niveles alarmantes desde la captura de este último por Estados Unidos en julio.
Cientos de personas han muerto desde que empezaran los enfrentamientos en agosto y la situación de inseguridad parece continuar, haciendo imposible la vida normal de los habitantes del estado y con graves consecuencias para las economías locales.
Sheinbaum respondió con el envío de su secretario de seguridad, Omar García Harfuch, y con un incremento de la presencia militar en la región, pero la situación sigue siendo muy problemática y los habitantes de la capital de Sinaloa, Culiacán, han denunciado el toque de queda con el que viven desde hace semanas.
Por otro lado, la reforma judicial promovida por López Obrador e impulsada por Sheinbaum, quien asumió el poder el 1 de octubre, ha sido un tema constante de controversia desde su aprobación en septiembre.
Esta reforma, con la que el Gobierno sostiene que busca aumentar la legitimidad y la transparencia en la administración de justicia, establece la elección popular de jueces y magistrados, un cambio radical en la estructura del sistema judicial mexicano, lo que ha generado una fuerte oposición por parte de los trabajadores del Poder Judicial, que secundaron un paro laboral prolongado.
Finalmente, Sheinbaum ha decidido mantener las conferencias matutinas, conocidas como "mañaneras", que fueron un sello distintivo de la administración anterior y que se han utilizado como plataforma para abordar temas de relevancia nacional y responder a las inquietudes de los ciudadanos, marcando la agenda pública.
La presidenta continúa así con la agenda comunicativa de López Obrador y poco ha retocado respecto a su antecesor, aunque sí ha dotado a dichas conferencias de un estilo algo más directo, conciso y menos agresivo.
(c) Agencia EFE