La verdad oculta sobre las fobias a la comida: ¿por qué son mucho más aterradoras de lo que imaginas?

Clare Dee tiene un miedo irracional hacia las naranjas. Esta madre de dos hijos no puede ni acercarse a ellas ni tocarlas. “No es solo el olor”, me dice. “Es todo: la pulpa, la cáscara, los gajos. Las evito a toda costa”.

Aunque Clare no tiene problemas para chupar un limón, le resulta imposible pelar una naranja para sus hijos, de dos y cinco años. En la empresa tecnológica de Londres donde trabaja, sus colegas evitan pelar naranjas cerca de ella en sus escritorios. Clare nunca ha sido fanática de las naranjas, pero cree que su fobia se originó en una experiencia de su infancia. Recuerda claramente cuando le ofrecieron gajos de naranja en una bolsa de plástico transparente tras un partido de baloncesto, un recuerdo que aún le causa malestar. “Sé que es irracional” —dice— “pero no tengo interés en superar mi fobia a las naranjas”. Añade que en Navidad se vuelve muy difícil, ya que las naranjas están por todas partes.

Mark*, de 23 años, solo ha comido galletas de arroz con mantequilla la mayor parte de su vida (Getty Images/iStockphoto)
Mark*, de 23 años, solo ha comido galletas de arroz con mantequilla la mayor parte de su vida (Getty Images/iStockphoto)

Las fobias a la comida son más comunes de lo que parece y pueden afectar diversos aspectos de la vida cotidiana. Por ejemplo, la estrella de Line of Duty, Anna Maxwell Martin, no puede acercarse a sándwiches, mayonesa e incluso a neveras desordenadas y abiertas. Por otra parte, Kendall Jenner sufre de tripofobia, un miedo intenso hacia los pequeños agujeros en patrones, como los que a veces se ven en los panqueques. Eddie Redmayne siente una aversión tan fuerte hacia los huevos que ni siquiera puede tocarlos. Sarah Jessica Parker, por otro lado, detesta el perejil y para garantizar evitarlo durante el rodaje, hizo que su personaje de Sex and the City, Carrie Bradshaw, también lo odiara. En mi caso, la mezcla de maíz dulce y atún me resulta insoportable, probablemente por haberla comido en exceso cuando era más joven.

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Christopher Paul Jones, especialista en fobias con sede en Londres y autor de Face Your Fears: 7 Steps to Conquering Phobias and Anxiety, explica que la fobia alimentaria, también conocida como “cibofobia”, se caracteriza por un miedo o ansiedad intensos hacia ciertos alimentos. “Este temor puede surgir al ver, oler o incluso al pensar en la comida”, me explica. Según Jones, las fobias alimentarias suelen originarse a partir de malas experiencias en la infancia, un fenómeno que se conoce como “condicionamiento pavloviano”.

Estas experiencias pueden incluir episodios de asfixia, reacciones alérgicas o traumas emocionales vinculados a la comida, como haber sido forzado a comer cuando era niño y luego sentirse mal. Según Jones, las fobias alimentarias pueden considerarse una “versión extrema” de la aversión que algunas personas desarrollan tras consumir alcohol en exceso, lo que provoca que sientan náuseas al verlo o al olerlo.

Si no se abordan, estos temores pueden intensificarse con el tiempo y conducir a una dieta severamente restringida, lo que afecta la salud de la persona. Jones, psicoterapeuta e hipnoterapeuta clínico con formación completa, integra enfoques de la psicología convencional, como la terapia cognitivo-conductual (TCC), con técnicas de intervención como la hipnoterapia clínica, la desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR) y la atención plena (mindfulness), con el objetivo de lograr un cambio eficaz y rápido.

Sarah Jessica Parker detesta el perejil y, por si acaso, hizo que su personaje de ‘Sexo en la ciudad’, Carrie, también lo odiara (New Line/Kobal/Shutterstock)
Sarah Jessica Parker detesta el perejil y, por si acaso, hizo que su personaje de ‘Sexo en la ciudad’, Carrie, también lo odiara (New Line/Kobal/Shutterstock)

Afirma que, al romper la conexión emocional que desencadena la respuesta de miedo, puede resolver la mayoría de las fobias en un plazo de una a cuatro sesiones. Además, señala que, a diferencia de la hipnoterapia tradicional, su enfoque multifacético está más enfocado en abordar la raíz del problema.

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Según Felix Economakis, experto en fobias alimentarias y director de la clínica privada The Heath Therapies en Hampstead, Londres, la mayoría de las personas con una fobia extrema a la comida se limitan a comer solo dos alimentos, por ejemplo, nuggets y papas fritas. Sin embargo, menciona que trató a un hombre de mediana edad que, a lo largo de su vida, solo había comido pan.

“Cuando el cerebro percibe que un alimento es peligroso, tiene todo el sentido evitarlo”, explica. “Pero también sabe que necesita alimentarse para sobrevivir, así que optará por lo que considera más seguro”. Sin embargo, aclara que las fobias alimentarias a menudo se confunden con anorexia, cuando en realidad se trata de “una desconfianza hacia la comida, que casi nunca tiene fundamento”. Añade: “Quienes sufren de esta fobia sufren un miedo intenso a ciertos alimentos y sus cuerpos reaccionan como si les estuvieran mostrando una araña”.

Mark*, un estudiante de 23 años originario de Torquay, vivió durante años a base de galletas de arroz con mantequilla y Marmite. Su madre, en un esfuerzo desesperado por mantenerlo saludable durante su infancia, solía esconder vitaminas bajo la pasta de Marmite. A los 16 años, su paladar se amplió un poco: incorporó nuggets y papas fritas a su limitado menú. Sin embargo, incluso en fechas especiales como Navidad, su almuerzo “festivo” sigue siendo una selección de galletitas, siempre con las clásicas Jacob’s en el centro de la mesa.

“Me ponía muy nervioso si tenía que ir a una fiesta porque me daba vergüenza comer solo galletas de arroz, al menos 12 al día”, cuenta. “Nunca me diagnosticaron ningún trastorno. Creo que habría sido un alivio”. En lugar de eso, sufría en silencio. “Me sentía diferente, aislado, asustado, tenía ansiedad social y algo de depresión”.

Aún es muy selectivo con la comida, pero desde que llegó a la universidad comenzó a aventurarse con los licuados. Le resulta más sencillo experimentar con bebidas que con alimentos sólidos. No busca ayuda y, según él, se siente cómodo con su situación. “Las galletas de arroz siguen siendo mi refugio seguro. Me resultan familiares. La idea de probar algo nuevo todavía me asusta”. Su madre sospecha que la fobia alimentaria de Mark tiene raíces en un trauma de la infancia, quizás un episodio en el que se atragantó cuando era bebé o el regaño de una cuidadora que se enfureció cuando se ensució al comer.

Eddie Redmayne detesta los huevos, ni siquiera soporta cargarlos (AFP/Getty)
Eddie Redmayne detesta los huevos, ni siquiera soporta cargarlos (AFP/Getty)

La psicoterapeuta Kerrie Jones explica que las fobias alimentarias suelen presentarse con mayor frecuencia en casos de trastorno por evitación/restricción de la ingesta de alimentos (TERIA), una condición compleja que se caracteriza por evitar ciertos alimentos. Lo relevante de este trastorno es que no está relacionado con la imagen corporal ni el peso. “En realidad” —señala Jones— “puede deberse a problemas sensoriales, experiencias traumáticas o el miedo a efectos adversos como atragantarse o sentir náuseas”.

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Las fobias alimentarias son menos comunes que trastornos como la anorexia, la bulimia o el trastorno por atracón, señala Kerrie Jones. Sin embargo, afectan a un número significativo de personas. “En algunos casos, estas fobias se vuelven tan generalizadas que la dieta de quien las padece queda reducida a solo unos pocos alimentos ‘seguros’”, explica.

El Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS) suele abordar las fobias alimentarias mediante terapia cognitivo-conductual (TCC) o terapia familiar. También recurre a técnicas como el “encadenamiento alimentario”, que busca crear “puentes” entre los alimentos que el paciente ya consume y nuevos alimentos con características similares en sabor, color o textura. Estos enfoques, junto con la terapia de exposición, requieren semanas o incluso meses de tratamiento, lo que ha impulsado el interés por alternativas más rápidas, como la hipnoterapia.

Para Mark, como para muchas personas con fobias alimentarias, los eventos especiales suelen generar vergüenza debido a sus hábitos alimenticios. “Aunque logré algunos avances, me dio vergüenza pedirle a mi madre que este año me dejara disfrutar de mi Navidad tradicional con galletitas Jacob’s y mantequilla”, comparte.

Él cree que habían puesto demasiadas expectativas: pensaban que regresaría con ganas de comer un pavo asado y todo lo demás. “En todo caso,” añade, “si me dejo llevar, pediré unos triángulos de queso extra con las galletas”.

* Los nombres han sido cambiados

Traducción de Leticia Zampedri

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