Verónica, el rostro del amor: una novela, un apasionado romance y un final poco feliz

Verónica, el rostro del amor, la telenovela que vio a la estrella mexicana enamorarse y desenamorarse con igual intensidad

La llegada a nuestro país de Verónica Castro fue todo un acontecimiento. Contratada por el productor Eduardo Rozas para protagonizar Verónica, el rostro del amor, la estrella mexicana arribó como un torbellino, cambió de galán, pidió un autor a su medida, puso algunas condiciones, se enamoró, se desenamoró y, finalmente, se fue.

Corría el año 1982 y Verónica ya era una figura consagrada en México, en el resto de América y en algunos países de Europa. En la Argentina la amaban gracias a Los ricos también lloran y El derecho de nacer, dos culebrones que fueron muy exitosos por estas tierras. Con esos antecedentes y el permiso de Televisa, llegó para hacer una telenovela pero hizo otras tres: Cara a cara, Yolanda Luján y Amor prohibido. Dicen que esa situación provocó que Verónica fuera vetada de Televisa durante cinco años.

Verónica Castro, su hermana Beatriz, Hugo López y el productor Eduardo Rozas en México, durante la firma del contrato que trajo a la actriz a grabar a la Argentina, en 1982

En un principio, Abel Santa Cruz iba a ser el autor de la primera novela, pero ella pidió al brasileño Vicente Sesso, con quien ya había trabajado. El actor contratado era Germán Kraus y como a ella no la convenció, se decidió que los galanes fueran dos. Se habló de Rodolfo Bebán, Arturo Puig, Carlín Calvo y Raúl Taibo; finalmente, fue Jorge Martínez. El triángulo prometía. Según el contrato, Verónica protagonizaría una novela, una película y una obra de teatro. Sin embargo, no todo salió como se esperaba.

Dos hombres y una mujer

La novela se emitió por Canal 11, entre septiembre de 1982 y marzo de 1983, extendiéndose un poco más de lo previsto porque el rating acompañó muy bien y las mediciones superaron las expectativas, pasando, muchas veces, la barrera de los 30 puntos. En seis meses, grabaron 136 capítulos e hicieron una obra de teatro en el Opera de Mar del Plata, Los amores de Verónica, que no tuvo el éxito esperado.

En la trama de la novela, Verónica (Castro) llega a Argentina junto a un grupo de artistas que recorre el mundo en carromatos, ofreciendo números de circo, títeres y variedades, huyendo de su país natal y de la venganza de un hombre que la culpaba de la muerte de su hijo. Por casualidad, conoce a Fabio (Martinez) y a Renato (Kraus) dos amigos, mujeriegos y de buena posición económica. Fabio tiene novia, y Renato es viudo y tiene un hijo de 8 años. Los dos se enamoran de ella, por diferentes razones: Renato porque Verónica le recuerda a su mujer muerta, y Fabio porque es un conquistador empedernido.

Los dos amigos se disputan el amor de Verónica, que trabaja como empleada doméstica en casa de Renato hasta que Fabio descubre que el bello rostro de la muchacha es el que necesita para la promoción de productos cosméticos de su empresa, y así la convierte en modelo. Verónica se confunde y no sabe a cuál de los dos amigos la ama realmente. Mientras tanto, el padre de su ex novio mexicano la encuentra y la secuestra, y entonces Fabio y Renato unen sus fuerzas para rescatar a Verónica. Cuando la encuentran, mantienen una feroz pelea intentando salvarla, y Renato queda en estado de coma irreversible. El final encuentra a Verónica y Fabio, casándose y amándose para toda la vida.

El elenco se completaba con Beatriz Castro, Susy Kent, Vicky Olivares, Nelly Prono, Chela Castro, Coni Vera, Gustavo Rey, Ernesto Larrese, Maurice Jouvet, Edith Boado, Zelmar Gueñol, Ana María Giunta, Margarita Luro, Roberto de Victorio, Isabel Spagnuolo, Marcelo Alfaro, María Noel, Elena Sedova y Quique Aguilar. La dirección era de Gerardo Mariani.

El romance del que todos hablaban

Pero, más allá de la trama, de lo que más se habló fue del flechazo entre Castro y Martínez. El romance fue tan ardiente como fugaz: cuando terminó la novela, se acabaron la magia y el amor. Esa relación tuvo consecuencias, no solamente en la pareja sino también en el otro galán, el tercero en discordia: el personaje de Kraus fue boicoteado y con el correr de los capítulos se desdibujó.

Por entonces Verónica ya era madre de Christian y Michel, que vivían en México y visitaban a la actriz una vez al mes. Y Jorge era un galán codiciado, recién separado de Tití Rodríguez y con un hijo pequeño en común. Durante el verano del '83, fueron tapa de todas las revistas y blanco de los paparazis. Y claro, todos hablaban de la suerte de los galanes en la ficción de la novela: el ascenso del personaje de Martínez, y el ocaso de Kraus, cuyo personaje quedó en coma hasta el final. Durante algunos meses, Verónica y Jorge compartieron todo, hasta casa en Mar del Plata y también en Martínez, donde vivió ella mientras estuvo en Buenos Aires. Pero el amor se acabó tan fugazmente como comenzó. ¿Los motivos? Hay varias versiones: que él la sedujo para que se le abrieran las puertas en México, que ella descubrió que en realidad él no estaba separado, que ella quería llevárselo a México y él no se animó. Lo cierto es que las cosas terminaron mal, tanto que nunca más volvieron a cruzarse a pesar de que ella grabó tres novelas más en nuestro país.

En una charla con LA NACION, el productor Eduardo Rozas, dio su propia versión de los hechos: "Cuando Verónica llegó al país, después de un monumental recibimiento por parte de la prensa en Ezeiza, la llevé al hotel Sheraton. Muchos periodistas y fotógrafos que nos siguieron durante el trayecto, nos acompañaron en la suite para hacer fotos y notas. Verónica estaba radiante, parecía propensa a disfrutar de su estadía y de, por qué no, abrirse a la posibilidad de alguna relación interesante. En esos días me llegaban invitaciones de todas partes para que ella fuera a desfiles de modas, comidas, fiestas. Yo la acompañé algunas veces, siempre pendiente de que se sintiera cómoda".

"El romance de Jorge y Verónica no empezó casualmente con un encuentro de trabajo. Quizás así fue como lo sintió Verónica, pero para Jorge fue el inicio de un plan para seducirla y usarla para revivir su carrera adormecida. A pesar de estar en pareja con Tití Rodríguez, Jorge mostró desde el principio, descaradamente, un gran entusiasmo por conquistarla. A varias semanas de iniciadas las grabaciones, ya eran una pareja que compartía el mismo camarín y Jorge, con Verónica como escudo, empezó a irritarnos a todos comportándose como si fuera el dueño de la producción", aseguró Rozas. "Uno de esos días, Verónica y Jorge nos solicitaron una reunión donde estuviéramos mi socio y yo con la inclusión de Hugo López, que era el representante de ella. La pareja estelar se presentó acompañada de una abogada que fue la encargada de plantear el motivo de la reunión. Los temas eran: notificarle a Hugo que ya no sería el apoderado de Verónica, sin exponer causa alguna por la abrupta decisión; y a la producción, dos pedidos también carentes de sentido y de causa: que se cambiaran los términos acordados con Verónica en cuanto a forma de pago y se le liquidara el monto total del contrato inmediatamente, y que le consiguiéramos a Jorge un contrato de trabajo en el exterior".

Salidas porteñas: Rozas junto a Verónica y su hermana, Beatriz, en un desfile de modas

"Como Hugo y yo constatamos después, fue una maniobra concebida por Jorge para armarse del poder suficiente como para presionarnos, manipular la producción a su gusto y disminuir la importancia del personaje de Germán Kraus, a quien sentía como un obstáculo en el camino hacia su protagonismo absoluto", aseguró Rozas, quien también señaló que de ese modo el actor argentino buscaba quedarse "con el manejo artístico de Verónica y de sus finanzas". Según contó el productor, esa reunión lo llevó a renunciar: "Yo no acepté adelantarle a Verónica el pago total del contrato porque la extorsión promovida por Jorge me pareció inadmisible, pero mi socio cedió. Por lo tanto negocié mi parte y me retiré de la producción. Luego de mi partida, supe que mi exsocio le pagó a Verónica, pero no le ofreció a Jorge otro trabajo. Jorge trató de convencer a Verónica de que lo llevara a México y lo ayudara a conseguir trabajo allá, pero no lo logró. Verónica lo dejó. Jorge se quedó sin Verónica, sin México, sin trabajo y sin credibilidad. Fin del romance".

Martínez tiene sus propios recuerdos, muy diferentes a los del productor. "Cuando me convocaron, yo estaba haciendo teatro y decidí cortarlo para aceptar esta novela que iba a ir a todo el mundo porque Verónica era una estrella. Acepté, negociamos, nos llevamos muy bien con todo el elenco", señaló en diálogo con LA NACION. "Tuve un affaire con Verónica durante todo el tiempo que duró la novela. Cuando terminó, se deshizo la pareja. Todo fue muy comentado en las revistas de ese entonces. Yo no tuve ningún problema. Ella, después, dijo que no me había separado y se armó un revuelo. Pero yo me separé y empecé a salir con ella. La relación no prosperó porque Verónica tenía que volver a México a trabajar y yo ya tenía un contrato de trabajo firmado con Palito Ortega y viajé a Miami. Era muy difícil congeniar. Tengo muy lindos recuerdos de esa época".

El actor también dejó en claro que la ficción era la ficción, y la realidad, era otra cosa. "No mezclábamos nada. Somos profesionales. En la novela había cuarenta técnicos alrededor, ocupándose de las luces, las cámaras. Las escenas románticas no tenían nada de románticas. Pero es verdad que nos enamoramos trabajando y al mes ya estábamos saliendo", indicó. Y al ser consultado sobre el destino de cada galán en la ficción, dijo: "No sé, habría que preguntarle al autor. A mí me entregaban los libros. Yo no sé nada, absolutamente".

Kraus, que era el actor original de Verónica el rostro del amor, también fue consultado: "No tengo buenos recuerdos y no me gustaría entrar en detalles. Trabajar en esa novela no fue lo más placentero. Sucedieron varias cosas desagradables". Luego, eligió llamarse al silencio.

Lo sucedido con los dos galanes de Verónica también les hizo ruido a sus compañeros. "Es un divino Germán y no digo lo contrario de Jorge, pero a Germán lo conocí más", dijo Gustavo Rey. "Recuerdo que el protagónico era para Germán y después se cambió. De todas maneras, nadie se metía porque, en definitiva, eran decisiones que no estaban en manos de los actores sino de la producción y de Verónica. Lo que sabía era que Germán era el galán desde el inicio y Jorge apareció después y, al entablar esta relación con Verónica, se quedó con el protagonismo. Era un poco incómoda la situación", rememoró.

Teleprompter, luna de miel y una salida de compras

Castro tuvo que adecuarse a la manera de trabajar en nuestro país. En México los actores no se aprenden la letra de memoria sino que la leen en un telepronter o se la dictan; eso, en la Argentina, está prohibido por la Asociación Argentina de Actores. "Me acuerdo que todos estábamos muy ansiosos por grabar. El primer día Verónica preguntó dónde estaba la cucaracha, que es una especie de auricular que te pones al oído y te van diciendo la letra. Así se trabaja en México, donde a los actores les dicen no solamente la letra sino también hacia donde moverse, qué hacer", señaló Martínez. "En nuestro país no se trabaja de esa manera. Cuando fui a México a hacer El extraño retorno de Diana Salazar tuve que acostumbrarme yo a esa forma de trabajo. Pero no hay como mirar a los ojos y decir la letra ya aprendida, y medir los tiempos. Los actores tenemos un timing para eso; en México, ese timing lo tiene el director".

Ernesto Larresse, que también formó parte del elenco de Verónica, el rostro del amor, también guarda gratos recuerdos de la telenovela. "Con quien hice mejores migas fue con la villana de la novela, Chela Castro, una argentina pero estaba radicada en México. Hacía de mi suegra. Era una mujer encantadora, muy agradable en el trato cotidiano, aunque en la ficción éramos contrincantes porque ella era enemiga de Verónica y yo estaba en el bando de la protagonista", relató el actor. "Para ellas era todo un tema aprenderse la letra detalladamente. Lo padecieron muchísimo. Yo ayudé bastante con ese tema a Chela, y en camarines repasábamos la letra de memoria. Eso no menguó su trabajo, claro, porque era una estupenda actriz que cuando pudo acostumbrarse a trabajar sin el apuntador electrónico, se mandaba unas escenas maravillosas. Hizo una mala malísima que adorábamos todos".

En la Argentina, Verónica Castro grabó novelas y hasta protagonizó una obra de teatro

Rey, en ese entonces recién casado con Débora Warren, pasó su luna de miel grabando la novela. "Mi personaje era el hermano de Coni (Vera), que a su vez era hija no reconocida del personaje de Maurice Jouvet. Después me enamoraba de Beatriz Castro, que es la hermana de Verónica en la vida real", explicó. "En los chismes de pasillos se decía que la habían traído un poco para que la acompañara a Verónica y ella terminó metiéndola en la novela. Pero casi no tenía personaje. Todo estaba hecho a medida de Verónica, que era una estrella en toda América".

Coni Vera era, en ese momento, la mujer de Rozas, el productor de la telenovela. "Tal vez lo mejor que me pasó en la grabación de esa tira es que hice pareja con el que después fue mi amigo del alma, Ernesto Larrese. Y me acuerdo que el gato que aparece en las escenas de Maura, mi personaje, en la soledad de su departamento era Idi, el gato en la vida real de Ernesto y quien ahora es su marido, Alejandro Vanelli. Era un siamés espectacular que todavía hoy recordamos con mucho cariño", aseguró.

Para el final, Rozas se guardó una de las anécodtas que mejor pinta a la diva de las telenovelas mexicanas: "Pocos días después de su llegada a Buenos Aires, Verónica tenía que reunirse con la persona de vestuario para que le tomaran las medidas y decidir qué ropa usar en la novela. Pero quiso buscar los vestidos por su cuenta y me pidió que la llevara a tiendas de ropa modesta. La llevé a la calle Corrientes y, por supuesto, el revuelo fue increíble. Me llamó mucho la atención el entusiasmo y la felicidad casi infantil de Verónica al probarse ropa y luego pedirme que la comprara. Ya de regreso, le pregunté si le molestaba que pasara un minuto por mi banco, porque tenía que resolver un tema. No tuvo problema y quiso bajar conmigo. En el banco todos se acercaron a saludarla, desde clientes hasta cajeras y el propio gerente, que nos vio entrar y vino corriendo a recibirnos, embobado. Por supuesto, después de esta eventualidad, pasé a ser el cliente favorito de esa sucursal del banco".