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Decir que el vídeo musical de Sam Smith es “pornográfico” implica una doble moral tóxica

Sam Smith en el vídeo ‘I’m Not Here to Make Friends’ (YouTube)
Sam Smith en el vídeo ‘I’m Not Here to Make Friends’ (YouTube)

Vemos a Sam Smith llegar a un antiguo castillo. En cuestión de segundos, entra, rodeade de bailarines vestidos de forma provocativa que hacen ondas sugestivas. Smith se para en el centro, muestra borlas en los pezones. Chorros de agua le rebotan en la cara. En una habitación cercana, practicantes de BDSM vestidos de cuero se embisten amorosamente sobre las camas. Supongo que no es de extrañar que el último vídeo musical de Smith, para la canción con tintes disco ‘I’m Not Here to Make Friends’, tenga a la gente enfadada. Es una muestra de sexualidad lasciva y descarada. Algunos lo han tildado de “pornografía”, pero se equivocan. Es una acusación que apesta a homofobia.

La pista en sí no es el problema. La letra de ‘I’m Not Here to Make Friends’ es bastante inofensiva; frases dócilmente cachondas sobre ligar en un club nocturno. El vídeo de Smith tampoco debió haber generado tanta confusión: le cantante del Reino Unido no binarie simplemente estaba adoptando el tipo de mensaje positivo obvio sobre el sexo y el cuerpo que se ha convertido en algo habitual en la escena musical moderna. Y, sin embargo, abundó la indignación; los detractores calificaron el contenido como “pornográfico” y pidieron que se establezca una restricción de edad en el vídeo. En una de las reacciones más extremas, el exeurodiputado del partido del Brexit Alex Phillips participó en Good Morning Britain y comparó el vídeo con pornografía, vinculando su contenido a una cultura más amplia de agresiones sexuales y “relaciones que fracasan”.

Ahora, aunque no vale la pena responder de buena gana a algunas de las objeciones más reaccionarias al vídeo de Smith, hay que resaltar que el vídeo no es pornográfico, bajo ninguna definición real de la palabra. Una mera sugerencia de sexualidad no equivale a pornografía, ni tampoco es una sugerencia inherentemente inadecuada para los niños. Es posible que el vídeo de Smith no se incluya en el plan de estudios de la escuela primaria en el corto plazo, pero hay un vasto desierto de término medio entre Deep Throat y Barney the Dinosaur. Los músicos no deberían verse obligados a adaptar su producción a los caprichos asexuados de los jóvenes. Del mismo modo, los niños no deben estar aislados de ningún contenido que se atreva a admitir que existe sexualidad. Y además, la idea de que los niños de cinco años ven el canal de YouTube de Smith en masa es, francamente, una ficción risible.

En comparación con muchos de sus contemporáneos del pop, Smith no tiene nada de especial en su voluntad de poner el sexo al frente y en el centro. No es exagerado asumir que hay un elemento de homofobia en la crítica negativa, así como un rasgo de fascismo corporal; si Smith fuera delgado y cisgénero, sus demostraciones de sexualidad sin remordimiento probablemente habrían pasado desapercibidas. Otros artistas que han sufrido una censura similar en los últimos años por vídeos musicales “sobresexualizados” incluyen a Lil Nas X, y Cardi B y Megan Thee Stallion para su obsceno éxito ‘WAP’. Probablemente, no sea una coincidencia que estos cantantes sean artistas queer de color.

Artistas como David Bowie y Freddie Mercury han sido valorados ampliamente por desafiar las normas sexuales y de género, por atreverse a subir al escenario y ser ellos mismos sin pena alguna, en un momento en que pocos se atrevían a hacerlo. A la gente le encantan los rebeldes. Al menos, los adoran una vez que el polvo ya se asentó. Una vez que el parapeto volvió a subir. Después de que el acto de rebelión quedó limpio, fortalecido por la historia y el peso del consenso. Si el pulso de la transgresión sigue vivo y palpitante, los aplausos pueden ser un poco más difíciles de conseguir.

Si bien Smith se enfrenta actualmente al extremo álgido de esta doble moral, sería absurdo actuar como si fuera una especie de artista innovador radical. Desde la perspectiva musical, su obra está lejos de ser vanguardista. En una reseña de tres estrellas de su último álbum, Gloria, Helen Brown describe el canto de Smith como el “equivalente auditivo de mirar una lámpara de lava”; y tiene razón. Smith no es un rockero punk: es un cantante de éxitos para la radio que toca en estadios. Tal vez sea esta incongruencia lo que inquieta a algunas personas. Que incluso un artista convencional y accesible como Smith sea capaz de exhibir la sexualidad queer sin pedir disculpas es una prueba de cuánto ha progresado la sociedad en los últimos años. Para los mojigatos e intolerantes, es un pensamiento aterrador.

Recuerdo una rutina cómica de Stewart Lee’s Comedy Vehicle, en la que el comediante bromea: “Los jóvenes de hoy están expuestos a imágenes pornográficas por todas partes. En la publicidad. En la moda. En la música. Y sobre todo, en la pornografía, donde es extremadamente predominante”. Es decir, sí, es obvio que hay un problema con la amplitud y la prontitud con la que los niños están expuestos a material pornográfico. Pero es falso sugerir que el vídeo de Smith es de alguna manera parte de este problema. No es Pink Flamingos. Es un poco de baile. Maduren.