Uruguay define su nuevo presidente en una incierta contienda electoral entre Delgado y Orsi: qué factores podrían ser decisivos
MONTEVIDEO.- A 100 años de la primera elección presidencial por voto directo, y al cumplirse 40 años de democracia ininterrumpida, Uruguay hoy vive una jornada electoral con incertidumbre sobre el resultado y con una incidencia del “voto líquido” como no se ha visto en otras votaciones similares. Es tan incierto el resultado que, más que pronósticos, hay expresiones de deseo, y en cada caso con la mención a una victoria muy ajustada.
Las empresas de medición y análisis de opinión pública reflejaron antes de la veda electoral un escenario parejo, siempre con leve ventaja al candidato de la oposición de izquierda, Yamandú Orsi, frente al candidato del oficialismo, Álvaro Delgado; pero con una diferencia que está dentro del margen de error de las encuestas.
En Uruguay pesa mucho el “voto sólido” por ser un país con partidos políticos consolidados y de fuerte arraigo popular, por lo que cerca del 60% del electorado va a una elección con su voto definido por identidad partidaria o afinidad ideológica. El análisis de las elecciones muestra que el “voto blando”, que se construye durante cada período de gobierno por la evaluación de gestión de gobierno y de comportamiento de la oposición, terminaba volcando hacia una u otra opción, la banda presidencial. Y que, en ese esquema, el “voto líquido” que emerge en la efervescencia del tramo final de la campaña proselitista, seguía la tendencia ya fijada.
Pero la sociedad uruguaya ha cambiado y eso se nota en una campaña que se dio en medio de cierta indiferencia popular, así como en menor interés en la política y sin la atención de antes a las propuestas de los postulantes.
Ahí nace la incertidumbre: los dos candidatos tienen intención de voto parecida y entre los “indecisos” o “indefinidos” hay más “volatilidad” en las preferencias y hay un voto más “líquido” que puede ir para un lado o para el otro.
Es tan incierto el resultado que ha comenzado a circular la pregunta de “¿y qué pasa si empatan en votos?”. La pregunta pareciera una simple curiosidad de broma, pero no lo es tan así, porque Uruguay registra un antecedente de 1946 en una elección de gobernador regional (intendente) que concluyó en empate y que se dio una nueva votación que no estaba prevista en las normas electorales.
La política no es aritmética, pero aunque no sea fácil que las listas empaten en cantidad de votos, al menos una vez eso ya pasó, ante el asombro de los dirigentes y votantes.
¿Una moneda al aire? ¿Sorteo con papelitos? En aquel año definieron con la repetición en tres circuitos de votación donde había cuestionamientos.
Todas las encuestadoras profesionales dicen que es un final abierto, aunque nadie pueda descartar que la elección de hoy concluya con una victoria holgada.
La radiografía muestra a dos bloques con adhesión muy pareja y un conjunto inusual de votantes que puede inclinar a un lado o al otro, o también hacerlo parejo y prolongar la incertidumbre del escrutinio.
Para un público independiente no hay una decisión crucial respecto de su destino y para el país, ya que no perciben que Orsi o Delgado signifiquen caminos muy distintos.
La coalición de izquierda confía en la identidad partidaria de sus seguidores, en la fortaleza de sus activistas militantes, en la emoción que transmite a través de artistas populares y en la simpatía popular de sus dirigentes, que es mayor a la de sus adversarios. Eso es muy fuerte con el expresidente José “Pepe” Mujica, que pese a estar llegando a los 90 años y con un tratamiento agresivo contra el cáncer de esófago, hizo spots para televisión, dio entrevistas a medios para justificar el voto a Orsi y también fue a los actos políticos.
La alianza oficialista, que se hado como nombre “Coalición Republicana”, confía en los indicadores que muestran que los uruguayos valoran posiblemente el “rumbo del país”, que tienen una visión más positiva que negativa de la economía y expresan confianza con cierto optimismo, y que dicen que prefieren que haya “continuidad” de política en el próximo gobierno, y no son amigables con un “cambio” de orientación (esto se da 60% a 40% en números redondos).
Y como la izquierda aprovecha la popularidad de Mujica, el oficialismo se basa en la simpatía que logra el presidente Luis Lacalle Pou, que tiene 50% de aprobación a su gestión y apenas 31% de desaprobación.
Historial
Uruguay eligió presidente en forma indirecta de 1830 a 1919, por votación en la Asamblea Legislativa y en 1922 realizó la primera elección de presidente en forma directa.
El 26 de noviembre de ese año, el candidato del Partido Colorado, José Serrato ganó al candidato del Partido Nacional, Luis Alberto de Herrera, por 5175 votos de diferencia.
El colorado logró 123.076 votos y el nacionalista (blanco), 117.901 sufragios, mientras que el Partido Comunista tuvo 3179 votos.
La diferencia fue muy pequeña y Herrera no pudo cortar la racha colorada, que duraría nueve décadas. Aquel Herrera fue abuelo de Luis Lacalle de Herrera, presidente de Uruguay entre 1990 y 1995, y bisabuelo del actual presidente Lacalle Pou.
No fue la elección más reñida: la siguiente presidencial la ganó Juan Campisteguy (colorado) por apenas 1526 votos.
La elección de 1971 la ganó Pacheco-Bordaberry por 12.802 votos y la segunda victoria del colorado Julio María Sanguinetti en 1994 fue por 23.044 sobre los blancos.
Luego de eso comenzó el sistema de balotaje y el último fue en 2019 con la victoria de Lacalle Pou por 37.042 votos sobre el Frente Amplio (en más de dos millones de votos).
Tanto en ese balotaje como el referéndum sobre la ley de reformas del actual gobierno (abril 2022) como en la elección de primera vuelta de hace un mes, cada bloque político obtuvo más de 1.100.000 votos sin llegar a los 1.200.000 sufragios.
Son tres registros electorales que reflejan un país estructurado en dos bloques políticos, uno de tendencia tradicional y liberal, otro de filiación socialista o socialdemócrata, pero en ningún caso son expresión pura de liberalismo o socialismo, y para muchos electores sus diferencias políticas e ideológicas son indistinguibles.
Así llega este país a la elección del presidente par 2025-2030, el que va a llegar al bicentenario de la fundación institucional de Uruguay.