Mientras Trump amenaza con deportaciones, indocumentados de Miami lidian con un futuro incierto

Las hijas de Bertha Sanles no conocen otro hogar fuera de Estados Unidos. La menor nació en Miami y la mayor no recuerda la Nicaragua que dejó atrás cuando tenía 10 años.

Pero sus hijas, ciudadanas estadounidenses, sopesan si salir del país con su madre y abandonar su futuro estadounidense en caso de que Donald Trump gane la presidencia y lance la mayor campaña de deportación que el país haya visto.

“Tuvimos que llegar a la conclusión y a la decisión de que, si las cosas se ponen feas aquí, ellas estarían dispuestas a irse a Nicaragua”, dijo Sanles, quien lleva más de dos décadas indocumentada en Estados Unidos.

Trump, el presunto candidato presidencial republicano, dijo que los inmigrantes indocumentados “están envenenando la sangre de nuestro país” y prometió deportar a los millones de personas que carecen de estatus legal en Estados Unidos. Un reporte reciente del gobierno calculaba que había unos 11 millones de ellos en el país, 80% de los cuales llevaban aquí 10 años o más.

Cualquier operación de deportación masiva se vería probablemente lastrada por la escasez de fondos y personal de las agencias gubernamentales, las largas batallas judiciales y problemas logística, pero las promesas del ex presidente han asustado a los inmigrantes y a sus defensores, que temen que una nueva administración Trump desgarre a las familias y afecte los medios de subsistencia y las vidas de comunidades enteras.

Es esa tensión la que potencialmente está arrastrando a la familia de Sanles de vuelta a Nicaragua. Ella vino a Estados Unidos en marzo de 2000, después que el huracán Mitch mató a miles de personas en Centroamérica y devastó la región. Desde que se mudó al sur de la Florida, Sanles ha limpiado casas como ayudante doméstica, ha cuidado de ancianos como auxiliar de salud a domicilio, ha abogado por los derechos de los inmigrantes y le ha pagado impuestos al gobierno federal.

Ha criado a dos hijas que, según la medida del sueño americano tradicional, han salido adelante: una estudiante universitaria de 19 años que sueña con ser dentista y una maestra de 30 años.

“Intento hacer todo correctamente y evitar los problemas; intento aportar todo lo que puedo, porque considero que esta es mi casa”, dijo Sanles.

Las preocupaciones son generalizadas y se extienden a inmigrantes que fueron traídos cuando eran niños o cuya presencia en Estados Unidos está protegida bajo programas como el Estatus de Protección Temporal (TPS), un apoyo humanitario que ofrece protecciones de deportación y permisos de trabajo a personas de naciones en agitación.

La campaña de Trump no respondió a las preguntas de Miami Herald sobre si sus políticas de deportación masiva contemplarían excepciones o consideraciones especiales para los indocumentados que llevan mucho tiempo viviendo en el país y para las familias de estatus combinado (núcleos que incluyen miembros con estatus migratorio diferentes).

Limitar las vías

En momentos que las encuestas muestran que los electores de todas las tendencias están generalmente preocupados por la inmigración, incluso el presidente Joe Biden ha tomado medidas para frenar el número de personas que llegan a Estados Unidos. Su administración anunció el martes que limitaría el número de personas que pueden solicitar asilo en un día determinado.

Pero los expertos de esperan que Trump vaya más allá e intente limitar las vías de inmigración en un sistema que, según la opinión general, fonciona mal. Su anterior administración hizo que la gente esperara sus audiencias de asilo en México y trató de ponerle fin a la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, un programa conocido como DACA que actualmente otorga asistencia migratoria a más de medio millón de personas que llegaron a Estados Unidos cuando eran niños.

“Si Trump fuera elegido, su premisa central sería ‘Permítanme arrojar tanta arena como sea posible en la maquinaria que trae inmigrantes legales a este país, ya sea por razones familiares, laborales o humanitarias’”, dijo Angela Kelley, asesora principal de American Immigration Lawyers Association(AILA) de Inmigración, durante una conferencia de prensa en mayo.

Una segunda administración de Trump también podría dar marcha atrás en nuevos programas de la era Biden, como el programa de libertad condicional humanitaria para Cuba, Venezuela, Haití y Nicaragua, que ha permitido a unas 439,000 personas de los cuatro países venir legalmente a Estados Unidos durante dos años. Más de una docena de estados liderados por republicanos, entre ellos la Florida, demandaron al gobierno federal para ponerle fin al programa, aunque un juez federal de Texas permitió que continuara en marzo.

Stan Veuger, investigador principal de política económica en el grupo de análisis de centroderecha American Enterprise Institute (AEI), dijo que una nueva administración Trump “pensaría en un grupo más grande como indocumentados. Me imagino que contarían a las personas que están aquí bajo el DACA, el TPS o parole”.

Eso asusta a personas como María Elena Hernández, de 65 años, quien llegó a Estados Unidos desde Nicaragua en 1996. Hernández ha sido beneficiaria del TPS durante más de dos décadas. Ahora le preocupa que, si Trump gana la presidencia podría para acabar con el TPS para Nicaragua, Haití y otros países de nuevo, como trató de hacer en su primer mandato en la Casa Blanca.

“Nosotros como inmigrantes somos una parte muy importante de este país. Enriquecemos a nuestras comunidades con nuestra cultura, tradiciones y contribuciones económicas. Hemos criado a nuestras familias y hemos creado pequeñas empresas aquí”, dijo.

María Elena Hernández, inmigrante de Nicaragua, posa en su casa del Condado Broward el 29 de mayo de 2024.
María Elena Hernández, inmigrante de Nicaragua, posa en su casa del Condado Broward el 29 de mayo de 2024.

El estrés de lo desconocido puede ser particularmente pronunciado para familias de estatus como la de Sanles, que son comunes en la Florida.

El gobierno federal reportó en abril que en el estado vivían unas 590,000 indocumentados en 2022, aunque otra estimación de Pew Research Center ha calculado que esa cifra está más cerca de las 900,000. Más de 280,000 niños con ciudadanía estadounidense en la Florida viven con al menos un familiar indocumentado, según el Concejo Estadounidense de Inmigración.

“¿Se imaginan las crueles y tristes consecuencias si deporta a todos los indocumentados que están casados aquí con ciudadanos estadounidenses? Es la separación de cientos de miles de niños y padres”, dijo Al Cárdenas, copresidente de American Business Immigration Coalition (ABIC) y ex presidente del Partido Republicano de la Florida.

¿Quedarse o irse?

Con una posible victoria de Trump asomando en el horizonte, María de Jesús Pantoja Chacón está pensando en casa.

Esta ama de casa de 69 años se trasladó a Estados Unidos desde Nicaragua en 2001. Vive en Miami con uno de sus hermanos, que son ciudadanos estadounidenses, pero no pudo volver a Nicaragua para enterrar a sus padres. Se ha perdido las bodas de sus hijos y ha conocido a la mayoría de sus nietos y bisnietos por teléfono.

Un abogado inhabilitado desde entonces le robó miles de dólares y echó por tierra su caso de inmigración y el de su esposo y su cónyuge fue expulsado en 2008. Chacón y sus hijos han llorado cada mañana de Navidad a orillas del Golfo de México, preguntándole por qué se ha aferrado a esta vida solitaria e indocumentada durante tanto tiempo.

Es la esperanza lo que la ha mantenido a flote. Los dólares que gana llegan más lejos en Managua de lo que podrían llegar en Miami. Pagó la manutención de sus hijos mientras estaban en la universidad: dos se hicieron abogados, mientras que los otros trabajan como funcionarios de aduanas y administradores de empresas en Nicaragua.

“Quería que fueran alguien en la vida. Me prometieron que lo harían y gracias a Dios, porque el sacrificio valió la pena, aunque ahora esté aquí en el limbo”, dijo.

Si se quedaba el tiempo suficiente, su caso se resolvería. Tal vez las promesas de los políticos sobre la reforma de la inmigración cobrarían vida y ofrecerían vías de legalización a personas como ella; tal vez incluso se reuniría con su esposo, hijos y nietos en el sur de la Florida.

Su hija menor, desesperada por volver a ver a su madre después de tantos años, llegó recientemente a Estados Unidos a través del programa de libertad condicional de Biden y así es como Chacón conoció a su nieta de 11 años.

Pero, a pesar de todo su optimismo, Chacón no quiere morir sin nada a su nombre, lejos de una familia que la ha mantenido anclada a un país que no la reconoce como suya.

“Nosotros, los inmigrantes indocumentados, hemos sido árboles, hemos echado raíces, hemos dado frutos, le hemos dado oxígeno a esta nación, nuestros troncos han sido los pilares”, dijo. “No somos delincuentes ni envenenamos la sangre de su pueblo como él dice, pero ¿qué nos espera? Una tala total de los árboles”.