‘Trasciende cualquier fe:’ Una iglesia y una sinagoga albergan refugiados ucranianos en la Florida

A Laurie y Mike Riley les gusta pasear a sus perros por su vecindario de Weston por las noches. Las ardillas correteando por las vías rodeadas de árboles eran un aspecto cotidiano de sus caminatas — hasta que Myroslav, de 4 años, y Volodymyr Nemets, de 5, y sus padres se unieron a ellos desde Ucrania el mes pasado.

“Los niños están fascinados con las ardillas”, dijo Riley, de 52 años, “Aparentemente, no hay muchas ardillas en Odessa”.

Las vidas de los Riley y los Nemets se cruzaron el día antes del Domingo de Pascua a través del Proyecto de Reasentamiento de Refugiados de Ucrania, un grupo dirigido por voluntarios con sede en el sur de la Florida que conecta a los refugiados de la nación de Europa del Este con familias anfitrionas locales y los ayuda a poner en marcha su vive en los Estados Unidos.

Fue entonces cuando los Riley recibieron una llamada de Angelina Watstein, la esposa del rabino de una sinagoga local: ¿Podrían acoger a una familia joven que huyó de la guerra?

“Simplemente dimos un salto de fe y dijimos que sí”, dijo Riley, quien es judía y cuyo esposo es cristiano.

El día después de la cena de Seder de los Riley, la pareja se apresuró a preparar su hogar. Limpiaron cuartos y compraron canastas de huevos de Pascua. Su hija, estudiante de secundaria, buscó animales de peluche para los niños.

Han pasado más de dos meses desde que Rusia invadió Ucrania a fines de febrero y los Nemets abandonaron la ciudad portuaria ucraniana de Odessa, una joya histórica a orillas del Mar Negro donde Volodymyr, de 35 años, creció y trabajó como mecánico marino mientras Anhelina, 25, criaba sus hijos pequeños. Después de que los ataques aéreos rusos cayeron sobre la ciudad y estallaran disparos cerca de su apartamento, la familia de cuatro personas huyó de su casa el día que comenzó la guerra.

Viajaron a través de Moldavia, Rumania y Francia antes de cruzar la frontera entre Estados Unidos y México el 20 de marzo. Después de obtener parole, la familia vino a la Florida, donde se quedaron con el primo de Volodymyr en un apartamento de Sunny Isles hasta que ya no pudo hospedarlos. En su primer día en Weston, los Nemets celebraron un Domingo de Pascua estadounidense con su familia anfitriona con una cena de jamón y papas majadas.

“Nos sentimos como en casa”, dijo Volodymyr.

Los Nemet son una de las más de 30 familias que trabajan con el programa de reasentamiento desde que se lanzó a fines de marzo para ayudar a los refugiados ucranianos que llegaron al sur de la Florida después de que Rusia invadiera su tierra natal.

Watstein se inspiró para crear el programa de reasentamiento en el sur de la Florida después de recibir a los Sibiriakova, una familia joven con tres hijas que huyó de la ciudad ucraniana de Bucha. Buscó voluntarios y familias anfitrionas dentro de sus comunidades y en B’nai Aviv, la sinagoga conservadora de Weston que su esposo, el rabino Adam Watstein, ha dirigido por más de una década. Unieron fuerzas con la Iglesia Ortodoxa Ucraniana de San Nicolás, un santuario de Cooper City que ya estaba ayudando a refugiados ucranianos.

En colaboración con otras organizaciones religiosas y de servicios sociales — incluida la sinagoga Ramat Shalom en Plantation — las instituciones religiosas del condado de Broward han forjado una asociación interreligiosa de unos 150 voluntarios que trabajan las 24 horas para ayudar a los refugiados ucranianos que huyen de la guerra.

“Ha unido a tanta gente. Es una causa humanitaria y trasciende cualquier religión, cualquier fe, cualquier necesidad individual. Esa es una hermosa consecuencia”, Vanessa Silberberg, miembro de B’nai Aviv que creó el proceso de admisión para familias anfitrionas y refugiados y que coordina a los embajadores voluntarios que apoyan directamente a las familias refugiadas una vez que llegan a los hogares anfitriones.

De Ucrania a Estados Unidos

Angelina Watstein recibió permiso del gobierno para salir de la República Socialista Soviética de Ucrania en su primer cumpleaños. Su familia formo parte de la migración masiva de judíos en las décadas de 1970 y 1980 huyendo del antisemitismo y la persecución que experimentaron en la Unión Soviética — un momento en la historia en que un movimiento global presionaba al estado comunista para que permitiera emigrar a sus ciudadanos judíos.

“Mis abuelos llevaban matzá del panadero de matzá en una funda de almohada en medio de la noche”, dijo, “mi familia iba a la sinagoga a escondidas”.

Cuatro generaciones de la familia de Watstein volaron a Estados Unidos en 1981 y se establecieron allí con la ayuda de la Asociación de Nuevos Estadounidenses de Nueva York, una agencia que comenzó a reasentar a refugiados judíos en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial.

Watstein recordó que durante la Segunda Guerra Mundial, muchas personas no hicieron nada cuando los nazis obligaron a las comunidades judías locales a vivir en guetos en las ciudades y pueblos europeos ocupados. Anclada en sus propias experiencias como inmigrante judía ucraniana que huyó de la represión, se niega a ignorar la muerte y el sufrimiento de los demás.

La agencia que ayudó a Watstein y su familia cerró sus puertas hace años. Pero décadas tras llegar a los Estados Unidos y ahora con sus propios hijos estadounidenses, ella construye su propia “agencia” dirigida por la comunidad para reubicar a los refugiados de guerra ucranianos.

“Le estamos enseñando a nuestros hijos que esta es la forma en que deben ser en el futuro. Así es como debe verse el mundo”, dijo.

Una colaboración de fe

Las iglesias como St. Nicholas en Cooper City son a menudo el primer contacto de los refugiados de guerra, dijo Juliet Bedard, una inmigrante ucraniana de 35 años que coordina el programa de reasentamiento de refugiados desde el santuario del condado de Broward. Casi ocho de cada 10 ucranianos se identifican como cristianos ortodoxos, según una encuesta del Pew Research Center de 2015, mientras que uno de cada 10 se identifica como católico.

“Cuando la gente comenzó a cruzar la frontera con México, el primer lugar al que contactaron fueron las iglesias, pidiendo lugares para quedarse y otros apoyos como comida, ropa, todo. Fue abrumador”, dijo Bedard.

Muchos, si no la mayoría, de los participantes del programa vienen por St. Nicholas, después de presentarse en los servicios religiosos o llamar y enviar correos electrónicos a la iglesia. Algunos anfitriones también son de St. Nicholas, pero la mayoría son de B’nai Aviv, que una comunidad de más de 600 familias, en su mayoría de ascendencia judía de Europa del Este, y otras sinagogas locales.

“Ha funcionado muy bien. Las familias judías llevaron a las familias ortodoxas a la iglesia para la Pascua. Estamos tan unidos sin importar el idioma que hablemos, la religión que seamos, de dónde seamos”, dijo Kateryna Tserkovniuk, otra voluntaria de St. Nicholas cuyas propias experiencias como inmigrante ucraniana que llegó sola a los Estados Unidos hace seis años la inspiraron a ayudar a reasentar refugiados.

Varias de las familias anfitrionas judías siguen dietas kosher, que sus invitados han aprendido a seguir —una de las hijas de Sibiriakova hasta le pidió a Watstein pizza de matzá después de probar el pan durante Pésaj. Y como en el caso de los Watstein, quienes descubrieron que los Sibirakova no eran judíos tras que se mudaron a su hogar, las familias anfitrionas y los refugiados que albergan a menudo son de religiones distintas.

“La religión está ocupando un segundo lugar detrás de la vida de las personas”, dijo Watstein.

Como funciona

Después de que los refugiados ucranianos completen el formulario de admisión para unirse al programa de reasentamiento — que les pide información básica como tallas de ropa, idiomas que hablan — necesidades médicas y edades, Watstein, Tserkovniuk y Bedard trabajan juntas para encontrarles anfitriones potenciales.

Muchas de las familias provienen de ciudades como Mariupol, Kharkiv y Bucha, cuyos nombres se ya son sinónimos de ataques rusos agresivos e innumerables muertes de civiles. Las familias cruzaron la frontera entre Estados Unidos y México — más de 5,000 ucranianos lo hicieron durante el mes de marzo, según datos federales — y entraron a Estados Unidos con visas de turista.

Una vez que las familias están apareadas, el programa de reasentamiento organiza el transporte de los participantes y las familias anfitrionas se preparan para recibirlos, a veces en 24 horas o menos. Un embajador voluntario viene con un acuerdo de vivienda, tarjetas de regalo para Publix y Target, y documentos con información de como abrir una cuenta bancaria y conseguir licencia de conducir. Diferentes departamentos del programa también se ponen en marcha para ayudar a los recién llegados, como un equipo de donaciones que arma paquetes personalizados con ropa, zapatos, cochecitos, bicicletas, juguetes y pañales.

Los voluntarios ayudan a inscribir a los niños en las escuelas, resuelven necesidades médicas como buscar medicamentos recetados e identifican la experiencia profesional de los refugiados para que eventualmente puedan encontrar trabajo. B’nai Aviv planea tener clases de inmersión en inglés para jóvenes ucranianos como parte de su campamento de verano, mientras que St Nicholas planea lanzar una escuela dominical donde los niños puedan seguir hablando ucraniano, leer libros en su propio idioma y jugar entre ellos.

“La idea de este proyecto es que lleguen aquí los ayudamos a asimilar y los ayudamos a ponerse de pie lo antes posible”, dijo Watstein.

“Se han convertido en familia”

Las familias anfitrionas y los refugiados han formado lazos y rutinas propias.

Antes de la guerra, Olga Nesposudna, de 31 años, trabajaba como gerente en una agencia de empleo y tenía su propio apartamento en la ciudad de Kharkiv, a unas 25 millas de la frontera con Rusia. Nesposudna despertó entre explosiones los primeros minutos de la guerra. Durmió una semana en un refugio antiaéreo antes de huir a la casa de un amigo en la Eslovaquia rural en un tren lleno de gente.

Voló a Mexico en abril después de decidir cruzar la frontera hacia los Estados Unidos, donde podría tener más oportunidades como angloparlante. La Florida, un “lugar hermoso” con presencia ortodoxa ucraniana, era un buen próximo paso.

“Comprendí que tengo que construir una nueva vida”, dijo Nesposudna, “no sé cuándo podré volver a Kharkiv”.

Después de llamar a St. Nicholas desde su hotel de Deerfield Beach, el programa de reasentamiento colocó a Nesposudna en la casa de Weston de Dana Isbitts, una gerente de operaciones de 55 años y su esposo Robert. Ella duerme en la habitación de la hija en edad universitaria de la pareja, uno de sus tres hijos adultos.

“Me apoyan, me ayudan, me dan consejos... Me tratan como si fuera parte de la familia”, le dijo al Miami Herald.

Isbitts dijo sobre Nesposudna: “Ella ha sido una placer. Hemos llegado a sentir que es una hija en dos semanas”.

Para los Nemets y los Riley, las barreras del idioma han sido las más desafiantes. Mientras que Volodymyr habla un poco de inglés, su esposa Anhelina solo hablan ucraniano o ruso.

“Pasamos de una familia en la que la regla era que no había teléfonos celulares en la mesa a que todos deben tener su teléfono en la mesa porque es la única forma en que podemos comunicarnos” con apps de traducción, dijo Laurie Riley.

Ha habido problemas logísticos: una vez, Google tradujo “señoras a la vuelta de la esquina” en inglés a “señoras muertas” en ruso. Pero las familias también han encontrado palabras afectivas el uno para el otro en sus idiomas nativos. En el tercer día de su estadía en la casa de Weston de Rileys, Volodymyr, de cinco años, le preguntó a sus anfitriones si podía llamarlos babushka y dedushka, las palabras rusas para abuelos.

Mike juega a la pelota con los dos niños y los ha iniciado al root beer y la comida estadounidense. Los Riley le regalaron a Volodymyr clases de música semanales después de que tocara melodías en su piano. Cuando Myroslav bajó una noche con una máscara de Darth Vader, le enseñaron a decir: “Luke, soy tu padre”.

Los Riley han presentado a su familia y amigos a los Nemet, quienes a su vez les han presentado a los nuevos amigos que han hecho en St. Nicholas. Anhelina, que estudia inglés todas las noches, hace videollamadas con su madre todos los días y, a veces, se une Riley, que ha aprendido algunas frases.

Un sábado por la mañana, durante una tormenta, el joven Volodymyr estaba viendo dibujos animados con los Riley cuando subió corriendo las escaleras. Había confundido los truenos con los sonidos de las explosiones que sacudieron su apartamento cerca del aeropuerto de Odessa.

Pero los niños también han encontrado conexiones con su vida anterior, como los perros de la familia, que se han convertido en sus compañeros de juegos después de dejar a su propio perro con la madre de Anhelina. Muchas de las primeras palabras en inglés de Myroslav y Volodymyr giran en torno a las mascotas Riley: Maggie siéntate. Charlie ven.

Para la Pascua ortodoxa, las familias tiñeron huevos para que los Nemets los llevaran al servicio dominical en St. Nicholas. Esa noche, Riley preparó syrnyk, un queso dulce de Pascua ucraniano junto con un clásico estadounidense: brownies de chocolate. Días después, en el Día del Recuerdo del Holocausto, los Nemets se unieron a Riley, quien dirigía el coro en el servicio en el Templo Dor Dorim de Weston.

Sus paseos nocturnos ahora son una rutina compartida donde Anhelina y Riley enseñan otro ruso e inglés una a la otra. Los niños corren hacia las ardillas en los árboles.

“Se han convertido en nuestra familia”, dijo.

Como ayudar

  • Regístrese para ser voluntario u hospedar a una familia a través del Proyecto de Reasentamiento de Refugiados de Ucrania. Rellena el formulario de registro aquí.

  • Done dinero para apoyar el programa de reasentamiento. Encuentre la página de donaciones aquí. Los cheques también pueden hacerse al Proyecto de reasentamiento de refugiados de Ucrania y enviarse a 1410 Indian Trace Weston, FL, 33326.

  • Done suministros, como productos de higiene y alimentos, a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana de San Nicolás, para los refugiados ucranianos. Encuentre información sobre qué suministros están reuniendo e información sobre cómo donar dinero aquí.