'También es mi tradición': La representación centenaria de un pueblo de la pasión de Cristo evoluciona

Anton Preisinger Jr. y Amelie Kutschker, una manejadora de burros, tras bambalinas durante la representación de la pasión en Oberammergau, Alemania, el 12 de agosto de 2022. (Roderick Aichinger/The New York Times)
Anton Preisinger Jr. y Amelie Kutschker, una manejadora de burros, tras bambalinas durante la representación de la pasión en Oberammergau, Alemania, el 12 de agosto de 2022. (Roderick Aichinger/The New York Times)

OBERAMMERGAU, Alemania — Este es un pueblo de hombres con cabello rebelde, con mechones despeinados. Los chicos lo traen alborotado y aquellos que dejaron de ser niños hace mucho tiempo lo tienen menos abundante y más fino. También se dejan la barba quienes tienen la edad suficiente para que les salga vello facial (en general la llevan desaliñada y larga).

Una vez cada década, para cumplir una promesa que hicieron en 1633 y han honrado desde entonces, la gente de este pueblo hace una representación colectiva de la historia del sufrimiento y la muerte de Jesús y, en un esfuerzo por parecerse más a la gente que van a interpretar, desde el Miércoles de Ceniza del año anterior a la representación, cientos y cientos de habitantes dejan de cortarse el cabello.

Es por eso que Christian Stückl, un reformista tenaz que ha sido el director de la representación de la pasión desde hace mucho tiempo, supo que algo sucedía el día que vio a un chico de cabello corto asomarse a los ensayos desde el portón de una cochera cercana. El recuerdo es vívido a pesar de que han pasado dos décadas. Stückl le preguntó: “¿No vas a participar?”.

El joven le explicó: “No, somos musulamanes”.

El nombre del adolescente de 11 años era Abdullah Kenan Karaca y, después de que Stückl les prometió a sus padres que no intentaría evangelizarlo, se unió a los otros niños del pueblo en una de las escenas multitudinarias de la representación.

Esa exposición temprana al teatro le cambió la vida a Karaca, quien ahora tiene 33 años y es un director independiente. También fue uno de los muchos pasos de la evolución gradual del espectáculo, el cual tenía un largo historial de reglas restrictivas para elegir al elenco, pero este año, por primera vez, tiene a dos musulmanes en papeles protagónicos: Cengiz Görür, un chico de 22 años que interpreta a Judas y que antes de que Stückl lo convenciera de ir a la escuela de actuación planeaba probar suerte vendiendo autos, y Karaca, quien da vida a Nicodemo, un discípulo de Jesús, y funge como el subdirector de la producción. Ambos se criaron en Oberammergau, Alemania, y son hijos de inmigrantes turcos.

Karaca comentó: “Sé que mi familia no se remonta al principio de la promesa, pero aun así también es mi tradición”.

La parte trasera del escenario sirve también como almacén y como un lugar para que la gente del pueblo se ponga al día durante la representación de la pasión en Oberammergau, Alemania, el 12 de agosto de 2022. (Roderick Aichinger/The New York Times)
La parte trasera del escenario sirve también como almacén y como un lugar para que la gente del pueblo se ponga al día durante la representación de la pasión en Oberammergau, Alemania, el 12 de agosto de 2022. (Roderick Aichinger/The New York Times)

La representación de la pasión, escenificada en 42 ocasiones desde 1634, inició este año en mayo, tras dos años de retraso debido a la pandemia de coronavirus, y se podrá ver hasta el 2 de octubre. Famosa por su magnitud y porque se ha mantenido a lo largo del tiempo, cuenta en la actualidad con un elenco de 1400 adultos y 400 niños, es decir, alrededor de un tercio de los 5400 residentes del pueblo, y un conjunto de animales en el escenario que incluye un burro para el ingreso de Jesús a Jerusalén, además de caballos, camellos, ovejas, cabras, gallinas y palomas mensajeras.

La obra, que se realiza en un escenario al aire libre frente a un teatro techado con 4384 asientos, atrae a una gran cantidad de público (en los años normales, a alrededor de 450.000 asistentes en 110 presentaciones, lo que la convierte en un motor económico para esta pequeña comunidad en un área rural pintoresca que depende en gran medida del turismo). En los años entre producciones, siguen llegando visitantes atraídos por las montañas del área (enclavado en los Alpes, el pueblo tiene un pico de roca blanca muy peculiar llamado Kofel) y sus castillos (el de Neuschwanstein, un favorito de los cuentos de hadas, no está lejos), pero su representación de la pasión es fundamental, ya que atrae a viajeros que saturan las posadas y restaurantes locales y compran los iconos y artículos religiosos alineados en los anaqueles de las tiendas.

Andreas Rödl, el alcalde del pueblo, de 37 años, mencionó: “La representación de la pasión desempeña un papel verdaderamente importante para la comunidad de Oberammergau porque todos participan: las personas en el escenario, las que venden objetos tallados en madera, las que venden café, los hoteles y la gastronomía”. Rödl apareció por primera vez en la representación a los 4 años, conoció a su ahora esposa como parte del elenco en 2010 y este año participa en el coro.

El elenco de este año se compone de 600 personas menos (muchos se salieron porque no podían dejar el trabajo o la escuela tanto tiempo después de haberlo organizado así hace dos años). Además, la COVID-19 sigue siendo una complicación constante: las frecuentes pruebas al elenco arrojan una serie de casos positivos, lo que ocasiona que deban adaptarse. Dos actores alternan en cada papel protagónico para que haya refuerzos internos, pero aun así surgen crisis, como el día en que los dos hombres que interpretan a los ladrones crucificados junto a Jesús dieron positivo, lo que obligó a Stückl a recurrir a dos de los discípulos de Jesús para que también murieran en la cruz.

La representación de la pasión tiene tres formas narrativas: escenas con diálogo, canciones tipo oratorio interpretadas por un coro grande y “tableaux vivants” (pinturas vivientes) de momentos del Antiguo Testamento. Aunque el equipo creativo lo describe como teatro, el espectáculo tiene raíces en la devoción y la mayoría de su público, en especial la base de turistas anglohablantes, constituida principalmente por grupos de viajeros cristianos, muchos de Estados Unidos, lo ve como una expresión religiosa. (Empezó como una respuesta basada en la fe a las muertes relacionadas con la peste).

Dianne Borck, una integrante del público que vino desde Canberra, Australia, opinó: “Somos cristianos y simplemente va a renovar nuestras creencias. Hemos estado en Israel, hemos estado en los lugares donde todo esto ocurrió y es por eso que estamos aquí”.

La representación no solo es famosa por lo positivo, sino también por lo negativo, ya que tiene una larga historia de narrativa antisemita y prácticas de exclusión en el reparto. Durante la década de los años treinta, Adolfo Hitler vio la representación (en dos ocasiones) y le encantó; durante gran parte del siglo XX, algunos personajes judíos portaban cuernos. A los no católicos, incluidos los protestantes, no se les asignaban personajes con diálogo; las mujeres casadas y las mayores de 35 años estaban vetadas del elenco. En la actualidad, esas prácticas se han eliminado y todos los niños locales tienen permitido participar, pero los adultos pueden hacerlo solo si nacieron en el pueblo o han vivido ahí durante veinte años, una regla que se impuso al inicio para dejar fuera a los alemanes del Este que escapaban del comunismo, según Stückl, quien considera las restricciones “una tradición estúpida”.

Vi la representación de la pasión de Oberammergau en una ocasión anterior, en 1990, cuando era un joven reportero con una beca de periodismo que redactaba artículos sobre Alemania; no tenía idea de que después me tocaría cubrir religión y luego, teatro. En ese momento, la representación todavía incluía la conocida maldición de sangre, una cita del Evangelio según san Mateo que condena a los judíos por la muerte de Jesús y que algunas personas han utilizado durante siglos para justificar el antisemitismo.

Esa fue la primera vez que Stückl dirigió la representación (el concejo municipal, por un margen de un voto, le concedió el puesto en 1986, cuando tenía 24 años) y todas sus acciones fueron examinadas con cuidado. Durante alrededor de un siglo, ni el guion ni los escenarios habían cambiado de manera significativa (las modificaciones propuestas en la década de los setenta fracasaron), y cuando Stückl tomó el control, se asignó a un teólogo católico para que analizara cada alteración que Stückl sugiriera y se encargó a una secretaria del ayuntamiento que registrara todos los cambios; se le prohibió retirar la maldición de sangre por un voto del concejo municipal.

No obstante, Stückl, quien nació en Oberammergau y todavía vive aquí, siguió con el proyecto aun cuando también dirigía un teatro casi 90 kilómetros al norte en Múnich. Su abuelo interpretó a Caifás y su padre también le dio vida a ese personaje, pero Stückl siempre supo que él prefería dirigir la representación. Expresó: “A veces, tengo la sensación de que nací para esto”. Agregó que cada década ha ganado más libertad para hacer cambios y, con el tiempo, el ritmo de esos cambios se ha acelerado: ya no se hace prueba religiosa para los papeles principales, hay más partes con diálogo para las mujeres y cada vez se enfatiza más que Jesús y su círculo cercano eran judíos, lo que refuerza cuando, antes de cada producción, lleva a los actores protagónicos a Israel.

Las modificaciones han captado la atención de algunos de los críticos férreos de la representación. Este mes, el Comité Judío Estadounidense otorgó a Stückl, que ahora tiene 60 años, el Premio Isaías al liderazgo interreligioso ejemplar; este comité es la misma entidad cuyos líderes designaron a Oberammergau la “capital internacional” del antisemitismo religioso en 1980 y, cuatro años después, condenaron la representación como “claramente antisemita”.

Frederik Mayet, un hombre de 42 años que interpreta a Jesús por segunda vez, manifestó que hace poco releyó el guion de 1970 y quedó asombrado. Puntualizó: “Solo han pasado 50 años, pero ya no podrías hacer la representación con ese texto. Está tan alejado de nosotros o del mundo en el que vivimos en este momento. Siempre se necesita adaptarlo y acercarlo a la gente de la actualidad”.

La producción de este año muestra a Jesús como un reformador social furioso y frustrado con ideas que han polarizado a la comunidad judía.

Karaca afirmó: “Lo que es realmente importante es la historia que estamos contando. El enfoque ahora está más en eso. De cualquier modo, siempre estamos peleando (hablando o debatiendo) en nuestro pueblo por las reglas de participación y otros temas, pero tengo la sensación de que ahora nos centramos un poco más en la historia”.

Stückl aseguró que, dada la gran cantidad de refugiados en Alemania, sintió que este año era más importante enfocarse en la atención de Jesús a los marginados que en su desafío a las prácticas religiosas tradicionales.

Este año, cuando el elenco se reunió para los ensayos en enero, no quedaba claro si la representación de verdad se llevaría a cabo. Todavía había reglas en Alemania que habrían limitado el público al 25 por ciento de la capacidad y los viajes internacionales estaban en un punto muy bajo. Para cuando comenzaron las presentaciones, en mayo, ya se habían levantado las restricciones, pero los visitantes internacionales, que normalmente conforman hasta el 75 por ciento de los espectadores, habían disminuido a más o menos el 50 por ciento debido a las inquietudes por la pandemia y la guerra en Ucrania, según Walter Rutz, el director general del espectáculo. Señaló que a la producción le está yendo mejor de lo que se pensaba, en gran medida gracias a un auge inesperado de visitantes alemanes, que han redescubierto el gozo del turismo nacional durante la pandemia; indicó que la temporada inició con solo el 75 por ciento vendido, pero que la asistencia ha aumentado desde entonces y hace poco rebasó el 88 por ciento.

Muchos habitantes de Oberammergau describen la participación en la representación de la pasión como una forma primordial de vida social aquí, como la manera en que las personas del pueblo conocen a los demás pobladores de otras generaciones. Karaca recuerda su primera vez en la representación de la pasión como una experiencia divertida en general (los niños en el escenario competían para ver quién podía tocar a Jesús primero durante una escena multitudinaria). Karaca dice que ahora su religión se menciona más en las mañanas, cuando tiene una conversación introductoria con visitantes anglohablantes (la representación se escenifica en alemán), a quienes les intriga su nombre.

Karaca comenta: “Me preguntan varias veces: ‘¿Me puedes repetir tu nombre? ¿Abdullah? ¿Eres católico?’. Les respondo: ‘No, musulmán’. Puedes verlo en su rostro, les molesta, pero de todas formas piensan que soy un buen tipo”.

Rutz, cuya familia ha vivido en el pueblo desde la promesa de 1633 y quien este año interpreta a José de Arimatea, aseguró que el cambio también se ha vuelto tradición. Concluyó: “Representamos la pasión cada 10 años, esa es la tradición. Pero la tradición no siempre es igual. La tradición es vida”.

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