“Nunca trabajé para los rusos”: las decenas de personas arrestadas en Ucrania por colaborar con Rusia que niegan haber ayudado a la invasión
“No merezco estar aquí en absoluto”. Es algo que uno espera escuchar de alguien que está en prisión. Pero, sentada con su overol marrón, Tetyana Potapenko se muestra firme al afirmar que no es quien el Estado ucraniano dice que es.
Un año después de empezar a cumplir una condena de cinco años, ella es una de las 62 personas recluídas en esta prisión pagando condenas por colaborar con Rusia.
La prisión está cerca de Dnipro, a unos 300 km de Limán, la ciudad natal de Tetyana. Cerca de las líneas del frente del Dombás, Limán estuvo ocupada durante seis meses por Rusia y fue liberada en 2022.
Mientras nos sentamos en la sala de paredes rosas donde los reclusos pueden llamar a casa, Tetyana explica que fue voluntaria en su vecindario durante 15 años -manteniéndose en contacto con los funcionarios locales- pero que una vez que llegaron los rusos, haber continuado con esas tareas le había costado caro.
Los fiscales ucranianos afirmaron que había asumido ilegalmente un papel oficial con los ocupantes, que incluía la distribución de suministros de ayuda.
“El invierno había terminado, la gente se había quedado sin comida, alguien tenía que defender sus derechos”, señala. “No podía dejar a esos ancianos. Crecí entre ellos”.
La mujer de 54 años es una de las casi 2.000 personas condenadas por colaborar con los rusos en virtud de una legislación redactada casi tan rápido como el avance de Moscú en 2022.
Kyiv sabía que tenía que disuadir a la gente de simpatizar y cooperar con los invasores.
Y así, en poco más de una semana, los diputados aprobaron una enmienda del Código Penal, convirtiendo la colaboración en un delito, algo sobre lo que no habían logrado ponerse de acuerdo desde 2014, cuando Rusia se anexó la península ucraniana de Crimea.
Antes de la invasión a gran escala de 2024, Tetyana solía ponerse en contacto con los funcionarios locales para proporcionar a sus vecinos materiales como leña.
Cuando los nuevos gobernantes rusos estaban en el poder, dice que un amigo la convenció de que también colaborara con ellos para asegurar que tuvieran los medicamentos que tanto necesitaban.
"No cooperé con ellos voluntariamente", afirma. "Les expliqué que las personas discapacitadas no podían acceder a los medicamentos que necesitaban. Alguien me filmó y lo publicó en internet, y los fiscales ucranianos lo utilizaron para indicar que trabajaba para ellos”.
Después de que liberaran Limán, un tribunal vio documentos que había firmado y que sugerían que había asumido un papel oficial con la autoridad ocupante.
De repente la mujer se muestra agitada.
“¿Cuál es mi delito? ¿Luchar por mi pueblo?”, pregunta. “Nunca trabajé para los rusos. Sobreviví y ahora me encuentro en prisión”.
La ley de colaboración de 2022 se redactó para evitar que la gente ayudara al ejército ruso en su avance, explica Onysiya Syniuk, experta legal del Centro de Derechos Humanos Zmina en Kyiv.
“Sin embargo, la legislación abarca todo tipo de actividades, incluidas las que no dañan la seguridad nacional”, señala.
Duros castigos
Los delitos de colaboración van desde simplemente negar la ilegalidad de la invasión rusa o apoyarla en persona o en línea, hasta desempeñar un papel político o militar para las potencias ocupantes.
Los castigos que contempla la ley también son duros, con penas de prisión de hasta 15 años.
De los casi 9.000 casos de colaboración que ha habido hasta la fecha, Syniuk y su equipo han analizado la mayoría de las condenas, incluida la de Tetyana, y dicen que les preocupa que la legislación sea demasiado amplia.
"Ahora las personas que prestan servicios vitales en los territorios ocupados también serán consideradas responsables bajo esta legislación", explica Syniuk.
Cree que los legisladores deberían tener en cuenta la realidad de vivir y trabajar bajo la ocupación durante más de dos años.
Conducimos hasta la ciudad natal de Tetyana para visitar a su frágil marido y a su hijo discapacitado. A medida que nos acercamos a Limán, las cicatrices de la guerra son evidentes.
La vida civil se ha desvanecido y los vehículos han adquirido gradualmente un color verde. Los cables eléctricos cuelgan de las torres caídas y la hierba alta se ha tragado la calle principal.
Los campos de girasoles están intactos, pero la ciudad no. Ha sido azotada por los ataques aéreos y los combates.
Los rusos se han retirado y se encuentran a casi 10 km. Nos dijeron que suelen empezar a bombardear alrededor de las 15:30, y el día que visitamos la localidad no fue una excepción.
El marido de Tetyana, Volodymyr Andreyev, de 73 años, me dice que está “en un aprieto”: la casa se está desmoronando sin su esposa, y él y su hijo solo se las arreglan con la ayuda de los vecinos.
“Si fuera débil, me echaría a llorar”, dice.
Le cuesta entender por qué su esposa no está con él.
Un ataque mortal
Tetyana podría haber recibido una sentencia más corta si hubiera admitido su culpabilidad, pero se niega. “Nunca admitiré que soy enemiga del Estado”, dice.
Pero ha habido enemigos del Estado, y sus acciones han tenido consecuencias mortales.
El otoño pasado, caminamos por el suelo manchado de sangre de la aldea liberada de Hroza, en la región de Járkov, en el este de Ucrania.
Un misil ruso había alcanzado un café donde se estaba celebrando el funeral de un soldado ucraniano; había sido imposible celebrar el servicio mientras Hroza estaba bajo la ocupación rusa.
Murieron 59 personas, casi una cuarta parte de la población de Hroza. Llamamos a las puertas y encontramos a niños solos en casa. Sus padres no regresaban.
El servicio de seguridad reveló más tarde que dos hombres locales, Volodymyr y Dmytro Mamon, habían avisado a los rusos.
Los hermanos eran ex oficiales de policía que supuestamente habían comenzado a trabajar para la fuerza de ocupación.
Cuando el pueblo fue liberado, huyeron a través de la frontera con las tropas rusas, pero se mantuvieron en contacto con sus antiguos vecinos, quienes, sin saberlo, les contaron detalles sobre el funeral.
Violación del derecho humanitario
Los hermanos fueron acusados de alta traición, pero es poco probable que sean encarcelados en Ucrania.
En líneas generales, esa es la historia de la batalla del gobierno de Kyiv con los colaboradores. Aquellos que cometen delitos más graves (dirigir ataques, filtrar información militar u organizar referendos falsos para legitimar a las fuerzas de ocupación) son juzgados en su mayoría en ausencia.
Los que enfrentan cargos menos graves suelen ser los que terminan en el banquillo de los acusados.
Según la Convención de Ginebra, las fuerzas de ocupación rusas tienen que permitir y proporcionar los medios para que las personas sigan viviendo sus vidas.
Eso fue lo que Tetyana Potapenko dice que intentó hacer cuando las tropas se trasladaron a Limán en mayo de 2022.
Su caso es uno de los varios que hemos descubierto en el este de Ucrania.
Entre ellos se encuentra el de un director de escuela encarcelado por aceptar un plan de estudios ruso; su defensa, dice su abogado, fue que, aunque había aceptado materiales rusos, no los utilizó.
Y en la región de Járkov, nos enteramos del caso de un director de un estadio deportivo que se enfrenta a 12 años de prisión por seguir organizando partidos durante la ocupación.
Su abogado afirma que solo había organizado dos partidos amistosos entre equipos locales.
Para Naciones Unidas, estas condenas por colaboración violan el derecho internacional humanitario.
Un tercio de las condenas dictadas en Ucrania desde el inicio de la guerra en febrero de 2022 hasta finales de 2023 carecían de base legal, afirma la organización.
"Se han cometido crímenes en territorio ocupado y las personas deben rendir cuentas por el daño que han causado a Ucrania, pero también hemos visto que la ley se aplica de forma injusta", señala Danielle Bell, jefa de la Misión de Observación de los Derechos Humanos de la ONU en el país.
Bell sostiene que la ley no tiene en cuenta el motivo de una persona, como por ejemplo si está colaborando activamente o tratando de obtener ingresos, algo que está legalmente permitido. Dice que todo el mundo está criminalizado bajo su vaga redacción.
"Hay innumerables ejemplos de personas que han actuado bajo coacción y han desempeñado funciones simplemente para sobrevivir", afirma.
"Tenía miedo"
Esto es exactamente lo que le pasó a Dmytro Herasymenko, oriundo de Limán, la ciudad natal de Tetyana.
En octubre de 2022, salió de su sótano después de que cesara el fuego de artillería y morteros. La línea del frente había pasado por Limán y la localidad estaba bajo ocupación rusa.
“En ese momento, la gente llevaba dos meses viviendo sin electricidad”, recuerda.
Dmytro había trabajado como electricista en la ciudad durante 10 años.
Las autoridades ocupantes pidieron voluntarios para ayudar a restablecer la electricidad y él levantó la mano.
“La gente tenía que sobrevivir”, dice. “[Los rusos] dijeron que podía trabajar así o no hacerlo. Tenía miedo de rechazarlos y de que me persiguieran”.
Para Dmytro y Tetyana, el alivio de la liberación fue breve. Después de que Ucrania recuperara el control de la ciudad, los agentes del servicio de seguridad del país, el SBU, se los llevaron para interrogarlos.
Tras admitir que había suministrado electricidad a los ocupantes rusos, Dmytro fue condenado rápidamente a una pena de prisión en suspenso y a 12 años de prohibición de trabajar como electricista estatal.
Lo encontramos en el garaje donde ahora trabaja como mecánico. Sus herramientas relucientes reflejan su cambio de carrera forzado.
“No me pueden juzgar del mismo modo que a los colaboradores que ayudan a guiar los misiles”, afirma.
Sus protestas se hicieron eco de las de Tetyana. “¿Qué sientes cuando entra un ejército extranjero?”, preguntó. “Miedo, por supuesto”.
"O estás con nosotros o contra nosotros"
Este temor está justificado. La ONU ha encontrado pruebas de que las fuerzas rusas atacan e incluso torturan a personas que apoyan a Ucrania.
“Hemos tenido casos de personas detenidas, torturadas y desaparecidas simplemente por expresar opiniones proucranianas”, afirma Danielle Bell.
Desde el momento en que Moscú invadió Crimea en 2014, la definición de alguien “prorruso” cambió a ojos de los legisladores ucranianos: va desde simplemente favorecer lazos nacionales más estrechos a apoyar una invasión rusa considerada genocida.
Ese mismo año, fuerzas rusas financiadas por el Kremlin también ocuparon un tercio de las regiones de Donetsk y Lugansk.
A menudo son los ancianos los que eligen o se ven obligados a vivir bajo la ocupación. Algunos pueden ser demasiado frágiles para irse.
También habrá quienes tengan nostalgia soviética o simpatía por la Rusia moderna.
Pero, dado que Ucrania podría tener que reunificarse algún día, ¿es demasiado dura la ley de colaboración?
El mensaje de un diputado que ayudó a redactarla es contundente: “O estás con nosotros o contra nosotros”.
Andriy Osadchuk es el vicedirector del comité parlamentario de aplicación de la ley. No cree que la legislación viole la Convención de Ginebra, pero acepta que necesita mejoras.
“Las consecuencias son extremadamente duras, pero no se trata de un delito común. Estamos hablando de vida o muerte”, dice desafiante.
Osadchuk cree que, de hecho, es el derecho internacional el que tiene que ponerse a la altura de la guerra en Ucrania, no al revés.
La misión de observación de la ONU admite que ha habido algunas mejoras. El fiscal general de Ucrania dio recientemente instrucciones a sus oficinas para que cumplan con el derecho internacional humanitario al investigar los casos de colaboración.
El Parlamento de Ucrania también está planeando añadir más enmiendas a la legislación en septiembre.
Un cambio sugerido haría que algunas personas sean multadas en lugar de condenadas a prisión.
Por ahora, Kyiv considera que Tetyana y Dmytro merecen sus condenas si eso significa que Ucrania puede finalmente liberarse del yugo de Rusia.
Ambos afirman que lo único que lamentan es no haber escapado cuando los rusos llegaron por primera vez.
Pero con el Estado persiguiéndolos de cerca y Limán en riesgo de caer una vez más, no está claro hasta qué punto son sinceros.
Información adicional de Hanna Chornous, Aamir Peerzada y Hanna Tsyba.
Todas las imágenes son de Lee Durant.
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