Tortura y problemas en una planta nuclear de Ucrania: el relato de una persona en el interior

La Planta Eléctrica Nuclear de Zaporiyia vista desde el otro lado del río Dniéper desde la ciudad ucraniana de Nikopol, el 29 de julio de 2022. (David Guttenfelder/The New York Times)
La Planta Eléctrica Nuclear de Zaporiyia vista desde el otro lado del río Dniéper desde la ciudad ucraniana de Nikopol, el 29 de julio de 2022. (David Guttenfelder/The New York Times)

KIEV, Ucrania — Cuando militares rusos le cubrieron la cabeza con un costal de papas y lo obligaron a grabar una declaración en video falsa sobre las condiciones en la central nuclear más grande de Europa, Ihor Murashov ya había atestiguado suficiente caos en la planta para estar muy preocupado.

Murashov, el ex director general de la Planta Eléctrica Nuclear de Zaporiyia en Ucrania, no sabía cuánto estrés más podrían soportar los trabajadores del lugar, ya que enfrentaban una crisis tras otra para evitar una catástrofe nuclear.

Vio cómo miembros del personal eran arrastrados a un lugar que llamaban “la fosa” en una estación de policía cercana y regresaban golpeados y con hematomas (si es que regresaban). Estuvo ahí cuando militares rusos en avance abrieron fuego contra la central en los primeros días de la guerra y se inquietó mientras colocaban minas en los terrenos circundantes. Fue testigo de cómo los rusos usaron cuartos del reactor nuclear para ocultar equipo militar, lo que generaba riesgo de un accidente.

Murashov, de 46 años, ya no está en Zaporiyia, lo expulsaron del territorio ocupado por Rusia en octubre. En los meses que han transcurrido, la situación en la planta se ha vuelto más precaria, según funcionarios ucranianos y observadores internacionales.

El 9 de marzo, ocurrió un apagón por sexta ocasión desde la ocupación, lo que obligó a los ingenieros nucleares a depender de grandes generadores de diésel para mantener activo el equipo crucial de enfriamiento.

Rafael Mariano Grossi, el director general del Organismo Internacional de Energía Atómica de las Naciones Unidas, ha alertado en diversas ocasiones sobre los peligros cada vez mayores. El lunes, Grossi se reunió con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, para debatir el problema y planea visitar la instalación el miércoles por segunda vez desde que la guerra inició.

Rafael Mariano Grossi, el director general del Organismo Internacional de Energía Atómica de las Naciones Unidas, al centro, con Herman Halushchenko, a la izquierda, el ministro de Energía ucraniano, y Petro Kotin, el presidente de Energoatom, la compañía estatal de energía nuclear de Ucrania, en Zaporiyia, Ucrania, el 1.° de septiembre de 2022. (Jim Huylebroek/The New York Times)

En una entrevista, Petro Kotin, presidente de Energoatom, la compañía estatal de energía nuclear de Ucrania, declaró que solo alrededor de 4600 de los 11.000 empleados de la planta todavía están trabajando. Los empleados de la central tienen hasta el 1.° de abril para firmar contratos con Rosatom, un conglomerado nuclear propiedad del Estado ruso. Kotin dio a conocer que alrededor de 2600 trabajadores han firmado el contrato y el resto aún se niega.

Los problemas actuales no son una sorpresa para Murashov, quien contó su experiencia hace poco durante una conversación de varias horas; un relato horrendo sobre cómo la planta nuclear más grande de Europa cayó en tal caos.

Su testimonio no pudo ser verificado de manera independiente, pero coincide con el de otros trabajadores que han huido y el de aquellos que todavía están ahí y han sido entrevistados por The New York Times y otras organizaciones de noticias durante el año pasado.

Murashov indicó que los rusos crearon áreas especiales en la ciudad satélite cercana en la que los empleados eran interrogados, acosados y golpeados.

Murashov comentó: “Había dos lugares llamados ‘las fosas’. Uno era el departamento de policía en la ciudad. Otro era dentro de la unidad militar local”.

Hasta hace un mes más o menos, la planta estaba bajo ocupación militar rusa, pero los ingenieros aún reportaban a Kiev para recibir instrucciones técnicas. Kotin afirma que eso ya no es así.

Además, funcionarios ucranianos señalan que ahora es prácticamente imposible que los trabajadores restantes escapen, dado que el camino hacia el territorio controlado por Ucrania está cerrado. Para cuando Murashov abandonó la planta el otoño pasado, la mayoría de los familiares de los trabajadores habían huido.

Funcionarios ucranianos creen que después de que los rusos no lograron desviar la electricidad de los reactores para su propio uso, intentaron simplemente arruinar la instalación.

En una entrevista a principios de marzo, Herman Halushchenko, el ministro de Energía de Ucrania, comentó: “Su meta es hacer que la situación sea tan difícil que cuando la recuperemos ya no se pueda operar”.

Autoridades ucranianas aseguran que la cifra de militares rusos en la planta está creciendo porque saben que tal vez es la ubicación más segura en el sur de Ucrania para evitar bombardeos de las fuerzas ucranianas.

La designación de Murashov como director de la planta ocurrió el 16 de febrero de 2022, a tan solo días de que Rusia iniciara su invasión a gran escala.

La noche en que los rusos invadieron, Murashov y cientos de trabajadores descendieron a los búnkeres debajo de la planta. El 3 de marzo, los rusos se abrieron paso hacia la ciudad y se aproximaban a la estación.

Esa noche, los rusos abrieron fuego contra la planta y Murashov instruyó al personal transmitir en directo las imágenes de la cámara de seguridad en YouTube para que el mundo pudiera ver lo que estaba pasando.

Murashov mencionó: “La mañana del 4 de marzo, recibí una llamada del alcalde”.

Los rusos querían hablar.

Salió del búnker y se encontró con una escena de devastación. Aseveró que había humo en el aire y charcos de sangre en el suelo. Las alarmas se escuchaban a la distancia. El cuerpo de un elemento de la Guardia Nacional de Ucrania yacía cerca de la entrada de la planta.

Murashov narró que, cuando el director de la planta conoció al general ruso al mando, al militar parecía preocuparle más que sus efectivos no hayan sido recibidos como liberadores que cualquier otra cosa que estuviera ocurriendo en la planta nuclear.

Conforme pasaron los meses y las fuerzas rusas perdieron terreno en otras partes del país, la situación empeoró para los ucranianos en la planta. Los trabajadores comenzaron a desaperecer, francotiradores rusos observaban desde los techos y más artillería pesada llegó a la instalación, lo que incrementaba el riesgo de un accidente.

Murashov señaló que, cuando sus trabajadores necesitaban realizar mantenimiento en ciertas áreas, alertaban con antelación a los rusos para que no dispararan contra los ucranianos.

Kotin, el ejecutivo de Energoatom, manifestó que al menos 200 trabajadores estuvieron detenidos y por lo menos 30 siguen desaparecidos.

El 5 de agosto, se realizaron bombardeos contra la central por primera vez. El 25 de agosto, esta experimentó su primer apagón.

Los rusos presionaron a Murashov para que firmara un contrato con Rosatom, pero se negó. Cuando manejaba hacia su casa el 30 de septiembre, los rusos lo interceptaron.

Murashov narró: “Revisaron mis documentos y después colocaron bolsas sobre mi cabeza y la del conductor”.

Agregó: “Tenía miedo. No sabía qué estaba pasando, no podía imaginar qué sucedería a continuación”.

Como se crio en Energodar, conocía bien los caminos y reconoció cada vuelta.

Murashov indicó: “Sabía que me estaban llevando al departamento local del Servicio de Seguridad de Ucrania”.

Añadió que lo obligaron a sentarse en una silla con la bolsa sobre la cabeza y esposado durante veinticuatro horas.

Tres días después de ser detenido, lo forzaron a grabar un video, por el cual sigue sintiendo vergüenza.

Murashov puntualizó: “Lo peor que dije es que era muy probable que la estación había sido bombardeada por las Fuerzas Armadas de Ucrania. Me hicieron firmar un papel en el que se leía que no podía retractarme de mi declaración”.

“Ahora me retracto”, finalizó.

Después de hacer el video, le colocaron de nuevo la bolsa en la cabeza y lo metieron a la fuerza a un auto con militares rusos. Recuerda que la balada contra la guerra “Zombie” de The Cranberries sonaba de fondo mientras viajaban en el auto. Lo bajaron cerca del cruce del territorio controlado por Ucrania y, sin explicación, lo liberaron.

c.2023 The New York Times Company