Tom Hardy y Charlotte Riley, un amor que salvó al actor del descontrol

Su nombre se encuentra entre los favoritos para interpretar al próximo James Bond. Si bien desde hace un tiempo quién le dará vida al espía más famoso de Hollywood es un gran misterio, parece que esta incógnita está cerca de resolverse ya que todas las miradas apuntan a este londinense de 43 años que tiene más de 20 años de trayectoria cinematográfica. Dueño de un talento inconmensurable, este camaleón -que se deja literalmente la piel en cada interpretación- es considerado uno de los hombres más rudos de la industria. Tom Hardy es sinónimo de músculos, espontaneidad e instinto salvaje en la pantalla, aunque no es muy diferente de ese que cuando se apaga la cámara se enfrenta a los directores, habla abiertamente de sus adicciones o reconoce no tener amigos fuera de los sets.

Tras años de vivir en la oscuridad y el descontrol, el amor lo salvó. Es que fue de la mano de su tercera mujer, Charlotte Riley, que el británico pasó de ser un adicto al crack a un actor respetado. Por fin, ese lobo incontrolable comenzaba a mostrar su costado más sensible y su verdadero sueño en la vida: formar su propia familia.

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Nacido el 15 de septiembre de 1977 en Londres, Edward Thomas Hardy creció en el suburbio acomodado de East Sheen y solía vacacionar en Francia, motivo por el cual habla francés a la perfección. Hijo de una madre artista y un padre escritor y profesor universitario, su rebeldía lo hizo tomar algunas malas decisiones en la vida, las cuales a futuro tuvieron fuertes consecuencias.

Desde los 12 hasta los 19 años, el protagonista de Mad Max: Furia en el camino fue un "chico malo". A los 11 ya se escapaba de la escuela, a los 13 se había enganchado con drogas alucinógenas y a los 16, bebía alcohol con regularidad y fumaba crack. "Perdí el control y tengo suerte de no haber sufrido un accidente o terminado en prisión", confesó el actor que participaba de cuanta pelea callejera se interponía en su camino. Incluso, llegó a robar un auto junto a sus amigos.

Mientras saltaba de recaída en recaída, Hardy comenzó a estudiar arte dramático en la Richmond Drama School y en el Drama Centre London. Sin embargo, sus ojos color turquesa y sus labios carnosos lo llevaron a dar sus primeros pasos como modelo, tras ganar el concurso televisivo Find me a supermodel en 1998. Si bien posar junto a Christy Turlington y Kate Moss se volvieron moneda corriente, la verdadera vocación de este chico rudo era ser actor.

En 1999, y a medida que incursionaba en pequeñas producciones cinematográficas, el primer amor golpeó a su puerta. Encandilado por la belleza de la productora Sarah Ward, el actor no dudó y le pidió matrimonio, tres semanas después de conocerla. Si bien por aquel entonces era prácticamente un desconocido en la pantalla, su crecimiento fue tan rápido que cuando comenzó a hacerse un nombre, su matrimonio pasó a un segundo plano; lo cual lo llevó a separarse en 2004.

Aunque Hardy nunca ha dado muchos detalles sobre los motivos de la ruptura, sí ha confirmado que fue su esposa quien solicitó el divorcio porque simplemente "no estaba invirtiendo suficiente tiempo y energía en la relación". Si bien es cierto que estaba muy ocupado trabajando, el actor estaba nuevamente fuera de control. Después de su destacado rol en Viaje a las estrellas: Némesis (2002), donde era un clon maligno del capitán Picard, su adicción a las drogas y al alcohol volvieron a apoderarse de su vida. La fama repentina, las luces de Hollywood y sus excéntricos gustos lo llevaron a una nueva recaída con la que Ward no pudo lidiar.

El hecho que rebalsó el vaso (y la paciencia de su mujer) fue cuando Hardy se despertó en medio de una calle de Londres en un charco de sangre y vómito. Inmediatamente, el actor ingresó en rehabilitación aunque adoptar un estilo de vida sobrio le llevó tiempo. "Ahora conozco a mi bestia y sé cómo manejarla. Era como vivir con un orangután de 200 kilos que quería matarme. Era mucho más poderoso que yo, no hablaba mi idioma y corría por la oscuridad de mi alma", revelaba ya recuperado de su adicción en la que hasta "hubiera vendido" a su madre "por crack en aquella época".

Si bien su joven matrimonio no pudo sobrevivir, el actor usó este fracaso amoroso como una oportunidad para aprender, crecer y mejorar. "Tenía que perder algo. A veces tenés que perder algo que vale más para ti que tu bebida", advertía haciendo una especie de mea culpa.

Desde que salió de rehabilitación en 2003, Hardy ha permanecido sobrio y dedica parte de su tiempo a obras de caridad o a ayudar a la gente que ha pasado por experiencias similares. La creación de una revista para los sin techo en Cambridge o la fundación Prince's Trust, que ayuda en Inglaterra a la juventud más desarraigada de los barrios pobres, son prueba de ello.

Su cambio de vida volvió a darle una nueva oportunidad en el amor. Tras un fugaz romance con Linda Park, el actor conoció a la asistente de dirección Rachael Speed en el set de La reina virgen en 2005. La química entre ellos fue inmediata y comenzaron una relación, fruto de la cual nació Louis, su primer hijo.

Sin embargo, después de cuatro años, la pareja decidió separarse. Esta vez, Hardy estaba en una situación diferente y pudo manejar el tema de una manera más prolija, sobre todo en relación a sus obligaciones como padre. De hecho, cuando le preguntan por qué no se ha mudado a Hollywood, lugar en el que se encuentran la mayoría de sus proyectos laborales, el actor siempre explica: "Mi hijo vive en Londres con su madre y necesito ese contacto con él. Es tan importante para mí. Cualquier tiempo lejos de él es simplemente criminal. Nunca me mudaré hasta que mi hijo tenga la edad suficiente para moverse conmigo si así lo desea".

La soltería parece no ser lo suyo. Luego de su segunda separación, el galán volvió a enamorarse en 2009, más precisamente en el set de Cumbres borrascosas. Hardy y Charlotte Riley habían sido elegidos para interpretar a Cathy y Heathcliff en la adaptación televisiva del clásico film y ahí fue el gran encuentro.

Aunque la actriz reveló que "no fue amor a primera vista" (ya que no podía sacarse de la mente su violento papel como Charles Bronson), aseguró que después de unas cuantas tazas de té, descubrió al verdadero Tom. Un año después, la pareja se comprometió aunque recién pasó por el altar en 2014, sin que nadie se enterara.

"Ella es una persona muy amable y pura", reveló Hardy en una entrevista con Us Weekly sobre lo que lo enamoró de su nueva esposa. Sin dudas, fue Charlotte quien lo ayudó a encarrilar las riendas de su vida y a concretar su mayor anhelo: formar su propia familia. Tras aceptar rápidamente a Louis, a quién definió como "el pequeño ser humano más increíble, inteligente y creativo" que conoció y del cual se sentía "muy honrada de ser su madrastra", el proyecto familiar se puso en marcha.

En octubre de 2015 nació el primer hijo de la pareja. Si bien la dupla de actores había preferido mantener en secreto la dulce espera, la noticia se reveló en el estreno de Leyenda: la profesión de la violencia cuando Charlotte se presentó con un avanzado embarazo en la alfombra roja. La familia volvió a agrandarse casi cuatro años después (en enero de 2019) cuando un nuevo bebé llegó a sus vidas. "Me encanta mi trabajo, pero todavía me gusta más ser padre", asegura Hardy cada vez que habla sobre el rol que ocupa la paternidad en su vida.

Los nombres, sexos y rostros de los niños son un verdadero misterio, ya que nunca se han revelado públicamente. Cuando le preguntan por los motivos de esta decisión, la pareja responde que prefiere mantener a los pequeños en total anonimato, ya que ellos no eligieron tener padres famosos.

Richmond, Londres. Alguien roba una moto. En su huida, pasa un semáforo en rojo y choca contra un Mercedes. En ese preciso instante, Hardy pasa por ahí y, tras presenciar el incidente, no lo duda: comienza a correr detrás del ladrón. Luego de atravesar varios jardines, el actor consigue agarrar al delincuente del cuello de la camisa, lo reduce y lo cachea en busca de armas. En cuanto llega la policía, el actor se va. Su trabajo ha terminado.

Esta podría ser perfectamente una de las tantas escenas de acción que al actor le toca rodar en los sets, sin embargo es la vida misma. Sucedió en el barrio donde él vive con su familia y, a pesar de que no es una toma de Mad Max, furia en el camino (2015) o de Venom (2018), Hardy eligió reaccionar con la misma visceralidad de sus personajes ante semejante injusticia.

Hombre de armas tomar, esta entrega física es la única forma de vida que él conoce y lo ha demostrado una y mil veces cuando decidió no usar dobles y se prendió fuego para lograr mayor realismo en una escena durante el rodaje de La caída del halcón negro (2001) o cuando para hacer de luchador en La última pelea (2011) se sometió a diez horas de entrenamiento diarias que incluían boxeo, ju jitsu, muay thai, pesas y coreografías de combate.

Su carácter fuerte y rebelde también se dejó ver en los sets cuando en más de una oportunidad se enfrentó a los directores para los cuales estaba trabajando. De hecho, tuvo grandes discusiones con el cineasta Alejandro G. Iñárritu porque el rodaje de El renacido se extendió por casi nueve meses debido a la obstinación del mexicano por rodar con luz natural y nieve auténtica. Luego su bronca quedó plasmada en una remera que se mandó a hacer con una fotografía impresa de sí mismo agarrando del cuello a Iñárritu.

Algo parecido ocurrió con Charlize Theron, su compañera en Mad Max, furia en el camino. Si bien la actriz intentó entablar una amistad con él, durante el rodaje se encontró con un muro de hormigón y muchos gruñidos. Los testigos aseguran que la dupla no se hablaba fuera de cámara y Theron terminó describiendo aquellos seis meses en el desierto de Namibia como "un largo viaje familiar a ninguna parte". Tiempo después, Hardy quiso disculparse por su aspereza, dibujando un autorretrato que regaló a su compañera y que esta tiene colgado en su despacho hasta el día de hoy.

Es que sabemos que Tom es un hombre de pocos amigos, por no decir ninguno. "No tengo ningún amigo. No los mantengo, no les doy bola con sus problemas. Me gusta estar solo. Tengo un perro y tres hijos. Mi perro jamás hará nada que me moleste y mis hijos tampoco", reconoció el intérprete que perdió a su labrador Mad Max en 2007 (en honor al cual aceptó protagonizar la película) y que ahora comparte sus días con Woody.

Al igual que su capacidad camaleónica delante de la cámara, la vida privada de este intérprete nos desconcierta a diario y aunque busca resguardar lo más que puede su intimidad tampoco se priva de participar de grandes eventos, mediáticas galas benéficas, alfombras rojas o bodas reales como fue la del príncipe Harry de Sussex y Meghan Markleen, en el Castillo de Windsor.

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