A todos esos hombres que se hacen las víctimas tras el asesinato de Laura Luelmo

Ya no voy a salir a correr por determinados sitios”. “Ya no me atrevo a mi sesión de running por las mañanas, antes de ir a trabajar”. “Voy a tener que buscarme a un compañero para que venga conmigo”.

Estaba contando en el informativo el descubrimiento del cadáver de la joven profesora Laura Lielmo, y el móvil no dejaba de recibir mensajes así. Todos de amigas asustadas.

Tenemos miedo. Las mujeres. Algunos hombres siguen llamándonos locas. Exageradas. Feminazis. Se ríen de nuestro miedo. A nosotros también nos matan, dicen. Nosotros también somos víctimas.

Qué manera más rastrera de apoderarse de nuestro dolor y nuestro miedo. De nuestro pavor. De esconderlo. De ningunearlo. De ser ellos –como siempre-, los protagonistas.

A nosotros también nos matan, dicen ellos. Morimos más que las mujeres.

Sí, claro. Les doy la razón. Los hombres son víctimas de asesinatos en mayor grado que las mujeres. Justo ayer, el Ministerio de Interior publicó el primer informe nacional sobre las muertes por homicidio en España. Se han analizado los 632 homicidios y asesinatos esclarecidos en nuestro país entre 2010 y 2012. Y sí, el número de hombres asesinados duplica al de mujeres. Pero ellos mueren principalmente en reyertas. Y las mujeres mueren -1 de cada 2- por violencia de género.

Y más. Un informe del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas sobre las tendencias de la delincuencia a nivel mundial asegura que 9 de cada 10 asesinos en el mundo son hombres.

Los hombres -asesinos- se matan entre ellos. Principalmente.

A nosotras nos matan los hombres -asesinos-. Principalmente también.

Foto: Twitter/@HaiCatt

A ver si queda claro de una vez.

También están los que nos culpabilizan. ¿Cómo se le ocurrió hacer senderismo, sola? ¿Estaba tentando al destino? ¿Es que no sabía que ir por la montaña sola es peligroso? ¡Qué inconsciente!

Claro. Claro que sí. Qué inconscientes los que aparcan el coche en la calle arriesgándonos a que se lo roben. Qué inconscientes los que tienen un piso en el que vivir arriesgándose a que entren ladrones. Qué inconscientes los que llevan un móvil en el bolso arriesgándose a que alguien se lo sustraiga.

Qué inconscientes todos por vivir. Porque claro, si vivimos, nos pueden matar.