Teresa de la Parra: La escritora feminista que criticó hace un siglo los roles impuestos a las mujeres

A 100 años de la publicación de su novela Ifigenia, sus denuncias sobre la discriminación y la censura de la mujer en la sociedad permanecen vigentes.

Teresa de la Parra dedica su fotografía
Teresa de la Parra dedica su fotografía "a Guillermina y Rafael Carías con todo mi afecto". Imagen de dominio público proveniente de los Archivos de la Biblioteca Nacional de Venezuela.

Nada en la vida de Teresa de la Parra se amoldó a la regla. Una de las escritoras latinoamericanas más importantes del siglo XX nació en París, murió en Madrid y pasó su vida viajando de un lado al otro del Atlántico.

Su nombre de pila es Ana Teresa del Rosario Parra Sanojo y nació en la capital francesa el 5 de octubre de 1889 por pura casualidad. Su madre era Isabel Sanojo Ezpelosín, una dama de la sociedad caraqueña casada con Rafael Parra Hernáiz, quien en el momento en el que la niña llegó al mundo era el cónsul venezolano en Berlín.

La carrera diplomática del Parra Hernáiz terminó con la llegada al poder de Juan Vicente Gómez, por lo que la familia Parra Sanojo regresó a Venezuela cuando Teresa tiene dos años.

El historiador Rafael Arráiz Lucca dice que cuando Teresa tuvo la oportunidad de escribir sus notas autobiográficas dijo que había nacido en Caracas, lo cual era una verdad a medias. "Su nacimiento físico ocurrió en París pero su nacimiento psicológico, su nacimiento al mundo, había ocurrido en Caracas"

Teresa viviría hasta los 11 años en la Hacienda Tazón, una extensa propiedad familiar dedicada al cultivo de la caña de azúcar, donde Teresa y sus hermanos Miguel, Luis Felipe, Isabel, Elia y María fueron educados por una institutriz francesa.

Los recuerdos de su infancia en ese protegido mundo rural fueron tan significativos que marcaron su creación literaria. Un ejemplo claro de ello aparece en la hacienda Piedra Azul, donde se desarrolla su segunda novela Las Memorias de Mamá Blanca (1929).

“Para nuestras almas de campesinas el trapiche era el club, el teatro y la ciudad. Ningún placer equivalía a la hora pasada entre el baño y el trapiche. Nos parecía la gloria y teníamos razón: era la gloria. Todo en él halagaba la vista, el olfato, el paladar, el oído. Lo mismo que bullía el guarapo de los enormes fondos, en el gran recinto del trapiche bullía la vida franca y buena a borbotones”, dice Blanca Nieves, el personaje principal de su segunda obra, aunque bien podría describir a Teresa con sus hermanos en la hacienda Tazón.

Pero al morir su padre, la familia debe abandonar esa burbuja campestre y trasladarse nuevamente a Europa, esta vez a España. En 1902, comienza a estudiar en el Colegio del Sagrado Corazón de Godella, en Valencia, donde se destacó por ser una joven disciplinada y académicamente brillante.

Su interés por la literatura nació durante esos años en que fue educada en las aulas españolas. RoseAnna Mueller dijo en su libro Teresa de La Parra: A Literary Life que el trabajo de la escritora estuvo influenciado por Romain Rolland, Gustave Flaubert, Marie-Henri Beyle (Stendhal), Guy de Maupassant, y autores contemporáneos Pierre Loti, Maurice Maeterlink, Alphonse Daudet, Anatole France, y las escritoras francesas, Gyp, Marcelle Tynaire, Sidonie-Gabrielle Colette y Ana de Noailles.

Teresa regresa a Caracas como una joven mujer de 20 años. Aunque hay poca información sobre sus actividades en la provinciana capital venezolana a comienzos del siglo XX, sí se sabe que vivió durante un tiempo en casa de Lola Reyes de Sucre y posteriormente vivió varios años en la casa de Emilia Ibarra de Barrios Espejo, hermana de la esposa del general Antonio Guzmán Blanco.

Al terminar su periodo de adaptación, Teresa es una mujer muy sociable, que toca la guitarra y participa activamente en las tertulias literarias organizadas por Emilia. Sentía tanta fascinación por la manera en que hablaban los venezolanos que se dedicó a estudiarlo para luego las variantes y los modismos como un recurso literario en sus obras.

Lo que no atrapó la atención de Teresa fue el opresivo ambiente político que se respiraba en Venezuela en las primeras décadas del siglo XX bajo el férreo puño de hierro de Gómez, quizás porque su privilegiada situación económica y social la mantenían alejada de la persecución que el dictador hacía a sus adversarios.

La mujer que ama

Teresa se muda con Emilia a París en 1915 y comenzó a publicar sus primeros relatos en la revista francesa La vie latine, con el seudónimo Frou-Frou (o Fru-Frú). Y casi de manera simultánea publicó "Un evangelio indio: Buda y la leprosa" y "Flor de loto: una leyenda japonesa", en el diario caraqueño El Universal.

El verdadero nacimiento de la vocación de escritora, según la misma Teresa, ocurrió en 1922, cuando se dedica a escribir su primera novela, Ifigenia.

Las restrictivas normas del colegio de monjas español y las costumbres de la conservadora sociedad caraqueña que se encontró a su regreso la sacudieron de tal manera que tuvo la urgencia de denunciarlas al escribir Ifigenia. Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba.

Arráiz Lucca define a Ifigenia como una novela psicológica, de matices, que ocurre en el ambiente doméstico. Pero no es una novela costumbrista, sino una donde emerge "la mujer como tal, sus intereses, y empieza a aparecer, con una gran sutiliza, los primeros destellos de la mujer que se enamora". El historiador señala que los lectores atentos identificarán las sutilezas en el manejo de los personajes y descubrirán que el verdadero objeto del deseo de María Eugenia Alonso, el personaje central de la novela, es su amiga Cristina Iturbe.

“…No sé pero recuerdo muy bien que aquella noche, detenido ya el vapor frente a La Guaira, me dormí prisionera y triste como si en el espíritu me hubiesen cortado una cosecha de alas”, escribe María Eugenia Alonso a su amiga Cristina de Iturbe en la primera parte de Ifigenia, pero bien pudiera haber sido una carta escrita por Teresa de la Parra a Emilia Ibarra.

En 1924 aparece la primera edición de Ifigenia, que rápidamente fue traducida al francés y recibió elogios de Miguel de Unamuno y Juan Ramón Jiménez.

Ifigenia tuvo una buena acogida entre el público europeo, ganó obtuvo el premio del Instituto Hispanoamericano de la Cultura Francesa, y fue laureada por importantes intelectuales de la época como Miguel de Unamuno y Juan Ramón Jiménez. Aunque en casa, los críticos venezolanos de la época consideraron que era un material peligroso que debía mantenerse alejado de las señoritas decentes.

Pero Teresa no se detuvo. En París pudo dedicarse a su vocación literaria gracias a la herencia que recibió tras la muerte de Emilia Ibarra. En una de las reuniones con personalidades del mundo cultural y diplomático hispanoamericano, conoció al escritor ecuatoriano Gonzalo Zaldumbide, con quien tuvo una estrecha amistad como consta en su intenso intercambio epistolar. La crítica literaria Velia Bosch ha afirmado que la relación de Zaldumbide y Teresa también fue amorosa, pero otros estudiosos descartan la consumación de ese romance.

En 1927, Teresa conoció a la escritora cubana Lidya Cabrera durante un viaje que hizo a La Habana para participar en la Conferencia Interamericana de Periodistas y en la que habló sobre la influencia de las mujeres en el continente americano y en la vida de Simón Bolívar.

La ensayista y crítica literaria Sylvia Molloy asegura que Lidya no sólo fue una gran amiga de Teresa, sino también fue la pareja sentimental que la acompañó durante su dolorosa peregrinación por sanatorios suizos y españoles para curarse de la tuberculosis y una bronquitis asmática que la llevó a una muerte prematura el 23 de abril de 1936.

Molloy dijo, en una entrevista con el diario Página 12, que en las dos novelas de Teresa de la Parra “se entretejen temas que permiten configurar una sexualidad no dicha, temas como la amistad apasionada entre mujeres, la necesidad de exiliarse de una sociedad donde uno no cabe, la estulticia de la burguesía caraqueña, el sacrificio individual en nombre de un deber de clase, y siempre, por encima de todo, la insinuación de un secreto que nunca se revela”.

Molloy viajó a Caracas para estudiar las cartas y los diarios de Teresa que se encontraban en la Biblioteca Nacional y aseguró que “basta cotejar la edición que hizo de los Diarios de Parra con los originales para comprobar que están totalmente recortados” para disimular su homosexualidad.

Teresa de la Parra fue enterrada en el cementerio de la Almudena, en Madrid, y en 1947, sus restos fueron trasladados al Cementerio General de Sur, en Caracas. Fue la primera escritora venezolana en ser reconocida internacionalmente y la primera mujer en ser sepultada en el Panteón Nacional el 7 de noviembre de 1989.

Críticos literarios han señalado que tanto Teresa de la Parra como su personaje María Eugenia, viven en la dualidad del mundo europeo y el americano. Froilán Ramos Rodríguez dijo, en un ensayo sobre la escritora, que el estilo y la visión del mundo de Teresa tiene un marcado acento europeo, aunque sus novelas transcurren en suelo venezolano. Mientras que el tema central de su obra, que es la vida íntima e intelectual de las mujeres, es completamente universal.

Lejos de irse quedando en el olvido, Teresa de la Parra sigue siendo una autora vigente. Sus dos novelas son una especie de "piedra fundacional" de la indagación en la interioridad femenina y una firme denuncia a las normas impuestas por el patriarcado.

Fuentes: Biografías y Vidas, Letralia, Biblioteca Nacional de España, Biblioteca.org, CARM.es, Mcnbiografías, Palabra de Mujer, Página12, Ana Teresa Torres, Heroínas.net, Folios, Literatura en la ciudad, Jstor, Historia TV.

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