La obsesión por limpiar la compra que ha quedado en nada un año después

Se cumple un año de la pandemia y, millones de contagios después, los científicos saben más del comportamiento del coronavirus, de cómo afecta al ser humano y de cómo se le puede hacer frente para evitar los contagios masivos. Han sido 12 de meses de incertidumbre, de directrices contradictorias y de aprender sobre la marcha ante un virus desconocido que aún se reserva infinidad de incógnitas para quienes se dedican a su estudio. Lejos ha quedado la recomendación de limpiar la compra producto a producto nada más llegar a casa con desinfectantes (lejía con agua) para evitar el contagio y hasta la suela de los zapatos.

El ritual de desinfectar producto tras producto al volver de hacer la compra durante los primeros meses de pandemia estaba muy extendido. (Foto: Getty Images)
El ritual de desinfectar producto tras producto al volver de hacer la compra durante los primeros meses de pandemia estaba muy extendido. (Foto: Getty Images)

Hace unos días, con motivo de tan funesto aniversario, en El País publicaban un reportaje con la opinión de varios expertos que repasaban todas aquellas recomendaciones convertidas casi en comportamientos obsesivos por los ciudadanos para hacer frente a un enemigo invisible. Algunas siguen llevándose a cabo hoy y hay quienes hablan de “teatro pandémico” o “teatro de la higiene”. Ese que contribuye a generar cierta sensación de seguridad en quien las contempla pero que implica prácticas que no son tan eficaces como se creyó en su momento.

En marzo del año pasado, tras decretar el Gobierno de Pedro Sánchez el primer estado de alarma y confinar en casa a la mayor parte de la población, la recomendación era muy clara: no salir salvo necesidad. Entre esas pocas necesidades contempladas para pisar unas calles vacías y fantasmales estaba la de ir a la compra para hacerse con bienes de primera necesidad. La norma no escrita era hacer compras grandes, para que durase el mayor tiempo de días posibles y no tener que salir en ¿una semana?

Al llegar a casa con el carro lleno a rebosar y bolsas en las manos bien cargadas, el ritual era siempre el mismo: quitarse la mascarilla (el que la tuviese porque entonces escaseaban y no eran obligatorias) sin tocar su superficie, lavarse las manos (agua caliente y jabón durante 20 segundos), quitarse la ropa y los zapatos para desinfectarlos y, después, habiéndose puesto una muda limpia, proceder a la desinfección de todos y cada uno de los productos comprados en el súper. Desde el brick de leche a la lata de atún, ninguno debía quedar sin desinfectar.

Hoy, un año después, esa recomendación ha desaparecido, aunque haya quien sigua haciéndolo, y ha quedado demostrado que tanto esfuerzo no era tan útil como se creía entonces. A estas alturas de la pandemia, hay investigadores como Zeynep Tufekci que ha cargado duramente contra acciones, como cerrar los parques, que se han demostrado “inútiles” con el tiempo. Es algo que aún se sigue haciendo pese a que la evidencia científica asegura que el riesgo de contagio al aire libre, con mascarilla y distancia social es mucho menor.

Durante semanas se multiplicaron las noticias sobre la pervivencia del virus en distintas superficies, estudios científicos que intentaban dar con la clave de la posibilidad de contagio en contacto con un móvil, el asidero de un autobús o la mesa de un restaurante… “Yo dejé de ver evidencias convincentes hace mucho y dejé de hacerlo”, decía en declaraciones recogidas por El País la viróloga Margarita del Val en relación a limpiarlo todo.

Lo que se sabe hoy es que la posibilidad de contagio por contacto con una superficie es reducida, muy reducida. Desde Estados Unidos, los CDC mantienen que “no se cree que la propagación a través del contacto con superficies contaminadas sea una forma común de propagación del COVID-19”. Ya en mayo, The New York Times publicaba que "las superficies no son ‘la forma principal’ de propagación del coronavirus, afirman los CDC".

Nature, en un editorial reseñado por El País, sentenciaba que “tras un año de pandemia, las pruebas ahora son claras. El coronavirus SARS-CoV-2 se transmite predominantemente a través del aire, por personas que hablan y exhalan gotas grandes y pequeñas partículas llamadas aerosoles”. En octubre de 2020, en un informe publicado en su web por el Ministerio de Ciencia e innovación se afirma que "la vía de contagio por superficies se considera minoritaria".

Es decir, todos aquellos esfuerzos por limpiar superficies, cambiarse de ropa y desinfectar la suela de los zapatos no servían de mucho. Aún así, era lo que había que hacer. Era lo que las autoridades sanitarias recomendaban en su día. Seguir haciéndolo ahora, cuando la evidencia científica es otra y ha quedado demostrado que aquellas medidas no servían de mucho, es lo que tendría menos sentido en algunos casos como la compra, la desinfección de calles o paredes de edificios como rutina. Y ahí es donde algunos hablar del “teatro pandémico”, como lo llama el epidemiólogo de Harvard Miguel Hernán, o el “teatro de la higiene”.

Eso no quita para que se siga aconsejando el uso de geles al entrar en un establecimiento o la limpieza de las mesas y sillas en un restaurante al cambiar de clientes. Aunque reducida, la posibilidad de contagio existe. La cuestión está en optimizar los esfuerzos.

Otro punto candente es el medir la temperatura como forma de detectar a una persona contagiada. Algo que se hace cada día a las puertas de los colegios, por ejemplo. Más allá de lo precisos que sean o no los termómetros de pistola, como se les conoce, está el hecho de que no todos los contagiados por coronavirus presentan ese síntoma. Es decir, que se puede ‘superar’ un control de temperatura y estar contagiado igualmente.

Los guantes es otra de las recomendaciones caídas en el olvido. En un principio se recomendó su uso (que se convirtió en obligatorio en los supermercados, por ejemplo), pero con el tiempo se demostró que, en palabras del ECDC “no confieren un beneficio adicional y pueden provocar una higiene de manos inadecuada y una mayor contaminación de las superficies”.

Sin embargo, y aunque algunas medidas tomadas hace un año ahora parece poco eficaces, desde El Heraldo de Aragón, un portavoz del centro de salud Sagasta, puntualiza que “es cierto que comenzamos dando palos de ciego porque no sabíamos casi nada del virus. Ahora ya se le ha radiografiado y podemos combatirlo mejor”. Aún así, el mensaje que mandan los centros de salud consultados para el reportaje de dicho medio es que “mejor mantener el 'teatrillo pandémico' que bajar la guardia contra el COVID”.

EN VÍDEO | AstraZeneca cree que se pondrá al día con entregas a UE en segundo trimestre