"En el teatro he encontrado la fuga", dice Jesucristo
CIUDAD DE MÉXICO, marzo 28 (EL UNIVERSAL).- Juan Alejandro Ramos, persona privada de la libertad, lleva cuatro años personificando a Jesucristo en el viacrucis que se realiza en el Reclusorio Oriente cada Semana Santa.
"No es fácil hacerlo, es prepararse espiritualmente. Me causa muchas emociones encontradas, siempre recuerdo a mi gente cuando lo hago. Es algo serio para mí, no es ningún juego", comenta mientras se caracteriza para el ensayo.
"Antes de llegar a este lugar [reclusorio] era una persona muy retraída. En el teatro he encontrado la fuga y poder expresar lo que siente ante la gente. Ahorita hay una cámara y es otra sensación distinta. Y es esto lo que me hace voltear a otro lado y relajarme", expone.
A pesar de los cuatro años que llega personificando a Jesucristo, aún repasa los diálogos. "Si Dios me lo permite de aquí al viernes, voy a hacer a Jesús", expresa.
Juan fija la mirada en un muro blanco del reclusorio. Entrelaza sus manos dejándolas reposar en medio de sus piernas. En la pared hay un dibujo de tres reclusos que portan gafas negras y emulan a un cholo.
Lo maquillan para el ensayo. Afuera todos están listos para dar los últimos toques a la puesta en escena de cara al viacrucis del viernes.
En cuanto se pone los pupilentes azules y la peluca rizada café, ya no es Juan, sino Jesucristo, "no es ningún juego", afirma.
"Es una responsabilidad grande, porque hay mucha gente que cree, que lo hace por una manda. Yo siempre oro y le pido al señor que me deje hacerlo dignamente", dice a punto de las lágrimas. Pide a su familia que tengan fe porque algún día va a salir.
Juan ingresó en 2015 al teatro penitenciario, era apático y no le daban papeles. Un día se involucró, se sintió parte de este arte y levantó la mano para interpretar a un arriero en Don Quijote de la Mancha.
Noé será Judas
Para Noé Chicho Mendoza será la primera vez que sale en el viacrucis. Este año le dieron la oportunidad de personificar a Judas, uno de los personajes emblema en la crucifixión de Cristo.
Dice que "no es nada fácil, es muy difícil de verdad, es una sensación muy fuerte, de alto impacto".
"Yo soy católico, y ver cómo actúa mi compañero representando a Jesús, lo hace con tanta pasión que te contagia de eso. Te contagia del momento de nostalgia, de angustia, de lo que a lo mejor fue real", añade.
Para Noé el bien y el mal debe tener equilibrio, pues las personas tienen la capacidad de decidir por alguna de ellas.
"Un compañero fue el que me invitó [a participar] me ha dado ánimos", expresa y al instante agrega que su familia no creía que fuera a participar, pero lo alentaron.
Sabe que hacer de Judas no es cualquier cosa: "Hay personas que realmente tienen la intención de cambiar, creo que aquí [en reclusión] se aprenden cosas sorprendentes, depende de cada uno de nosotros como tal hacer cosas buenas tanto aquí adentro como afuera".
Son cientos de presos los que han preparado esta puesta en escena, desde la escenografía pintada a mano, hasta la dirección. EL UNIVERSAL acompañó estos preparativos para ver la esencia que le impregnan a una tradición católica.
Jesús y Judas se preparan en el mismo espacio, un pequeño cuadro formado detrás de la escenografía y telones de fondo. Hay silencio, llevan su uniforme beige. Les colocan el maquillaje, la indumentaria. Ellos dan indicaciones a las jóvenes que los pintan para rectificar en las partes del rostro que lo amerita.
En el fondo, otros de sus compañeros terminan por pintar piezas para el cambio de escena, que van dejando bajo los rayos de sol que se filtran para que seque rápido.
Detrás de ellos las luces, el sonido, están listas. La perfección que logran los internos es producto de su imaginación, de lo que analizaron conviene para que los asistentes disfruten un viacrucis diferente.
Adelantan que en el momento del juicio se apagarán las luces del auditorio y entrarán con antorchas los romanos. Esa será la única iluminación, y para que no se pierdan en el camino, colocaron pequeñas luces led para ver los escalones. Sacarán helio para el momento en que Jesús es capturado y juzgado, para salir con la cruz hasta el patio del penal en donde será crucificado.