¿Podría Taylor Swift frenar el auge de la extrema derecha en Europa?
A medida que se acercan las elecciones europeas de junio, aumenta la ansiedad entre los líderes del continente, y con razón.
En Alemania, la AfD supera sistemáticamente el 20% en las encuestas, y la Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia sigue ganando impulso: en ambos casos se trata de la continuación de una tendencia observada en varios Estados miembros.
En lo que parece ser un llamamiento desesperado de última hora, Margaritis Schinas, vicepresidente de la Unión Europea, ha apoyado la idea de reclutar a la estrella del pop Taylor Swift para concienciar sobre las próximas elecciones.
El apoyo llega en medio de advertencias de que el Parlamento puede encontrarse con graves problemas de gobernanza.
Lo cierto es que la UE se enfrenta a unas elecciones complicadas. El aumento del apoyo a los partidos de extrema derecha suele atribuirse a la preocupación por la inmigración, y las guerras culturales están ya firmemente arraigadas en el discurso dominante.
¿Dua Lipa y Stromae al rescate?
Los votantes también parecen dar prioridad a las promesas de seguridad ofrecidas por varios partidos de extrema derecha de toda Europa, con un manual de juego común que hace hincapié en el chovinismo del bienestar y las medidas estrictas contra los solicitantes de asilo que conectan a la mayoría de estos partidos.
Sin embargo, es crucial reconocer que las fuerzas tradicionales de Europa, en particular los partidos europeos mayoritarios, en su mayoría de centro-derecha, han coqueteado con algunos de estos elementos ideológicos durante años. Esta normalización continua del discurso de extrema derecha ha dado lugar a una difuminación de las líneas divisorias entre las entidades de derechas.
La pregunta que se plantea es: ¿hay alguna forma eficaz de abordar las consecuencias de esta normalización y mitigar la creciente amenaza de la extrema derecha antes de las elecciones?
Aunque se dice que Bruselas está considerando la posibilidad de movilizar a otras superestrellas europeas, como Rosalía, Måneskin, Dua Lipa y Stromae, para que ayuden a los votantes a acudir a las urnas este año, la cuestión parece mucho más importante que algo que se pueda resolver fácilmente mediante el atractivo popular.
Taylor Swift probablemente no pueda aportar soluciones, y a medida que se va cerrando la ventana antes de las elecciones, es imperativo que el centro-derecha europeo emprenda urgentemente el desafiante proceso de redescubrir su identidad.
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Hay que reconocer los peligros de pasar por alto la retórica asociada a las ideologías de extrema derecha, y tomar medidas estratégicas para contrarrestar la tendencia a largo plazo.
Un cambio de enfoque
Abundan los ejemplos de cómo los partidos políticos de centro-derecha han adaptado estratégicamente sus programas políticos para alinearse con las ideologías de extrema derecha.
Un caso notable es la polémica ley de inmigración aprobada en diciembre en Francia, que sirve como manifestación flagrante de este fenómeno.
Ante las divisiones internas del partido y las reacciones apasionadas, el presidente Emmanuel Macron se vio envuelto en una crisis ideológica al proponer medidas migratorias estrictas.
El proyecto de ley, en particular, introduce modificaciones en los criterios de acceso a determinadas prestaciones de la seguridad social para los extranjeros. Le Pen considera el proyecto un triunfo de su ideología.
Al ser reelegido para un segundo mandato en 2022, Macron reconoció abiertamente que el apoyo que obtuvo de los votantes no era necesariamente un respaldo a sus propias ideas, sino más bien un movimiento estratégico para contrarrestar el auge de la extrema derecha.
Este reconocimiento pone de manifiesto una notable contradicción en su postura política, subrayando una vaguedad ideológica que se acentúa aún más por su popularidad significativamente desfavorable.
El centro-derecha sigue alejándose de sus raíces
En el verano de 2023, Friedrich Merz, líder de la CDU alemana, coqueteó brevemente con la idea de colaborar con la ultraderechista AfD, sobre todo a nivel de gobierno local.
Este alejamiento de la tradición suscita preocupación por el debilitamiento de la CDU y marca un avance significativo en la política conservadora posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Una tendencia similar ha surgido en España, donde el conservador Partido Popular estuvo a punto de formar un gobierno de coalición con el partido de extrema derecha Vox.
Vox, conocido por su programa anti-LGBTQ+ y su fuerte negacionismo climático, disuadió a los votantes, lo que finalmente llevó a una inesperada victoria de la izquierda y del primer ministro Pedro Sánchez.
Mientras tanto, Nueva Democracia, el partido de centro-derecha griego, está experimentando un notable alejamiento de sus raíces tradicionales de centro-derecha. Un escándalo de escuchas telefónicas ha empañado el primer mandato del primer ministro Kyriakos Mitsotakis, y el Gobierno se enfrenta a acusaciones de ejecutar presiones en las fronteras.
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Más recientemente, el partido se enfrenta a serias resistencias en sus filas, ya que su facción ultraconservadora se niega a apoyar la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, lo que subraya aún más la apertura del partido a la extrema derecha.
¿Una unión ingobernable?
A pesar del giro a la derecha observado en muchos partidos tradicionales de centro-derecha, el Partido Popular Europeo (PPE) destaca por su compromiso con su ideología.
En particular, el PPE ha rechazado entablar negociaciones con el grupo de Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) o con Identidad y Democracia (ID), desmarcándose así del panorama más flexible del centro-derecha en política interior.
Los últimos sondeos indican que el PPE y los Socialistas y Demócratas (S&D) obtendrían 171 y 141 escaños, respectivamente. La posibilidad de formar una coalición con los liberales subraya el compromiso del PPE de mantener las alianzas tradicionales en el Parlamento Europeo.
Sin embargo, según los últimos sondeos, casi el 25% de los escaños del Parlamento Europeo corresponderán a los dos grupos de extrema derecha. Es importante señalar que esta cifra no tiene en cuenta a los partidos no afiliados a ellos, como el Fidesz húngaro, que se alinea con los No Inscritos (NI), de ideología diversa, en el Parlamento Europeo.
Los peligros de una mayor difuminación de las líneas entre el centro-derecha y la extrema derecha en Europa no son descartables, y sin duda, la normalización de la ideología podría infiltrarse también en la agenda política del Parlamento.
Aguas desconocidas por delante
La apertura a la extrema derecha ha demostrado ser una empresa arriesgada para las entidades europeas de centro-derecha.
El actual ascenso en toda Europa, incluido el de los neofascistas Fratelli d'Italia de Italia, y Geert Wilders en Holanda, demuestra que los partidos de centro-derecha se enfrentan a una importante presión de la extrema derecha y deben adaptarse ideológicamente al cambiante panorama político.
Las próximas elecciones europeas son una prueba crucial para las fuerzas políticas establecidas, sobre todo en Francia y Alemania, que se adentran en territorio desconocido por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial.
La amenaza inminente de un repentino aumento de la influencia de la extrema derecha en junio representa un reto formidable que puede resultar difícil de abordar en elecciones posteriores.
En caso de que la ultraderecha gane peso en el Parlamento en junio y mantenga su influencia posteriormente, Europa podría encontrarse navegando por aguas desconocidas dentro de sus propias filas.
Las repercusiones de tal cambio podrían extenderse por todo el continente, remodelando el panorama político e introduciendo nuevos retos para la Unión Europea en su conjunto.
Georgios Samaras es profesor adjunto en la Escuela Internacional de Gobierno del King's College de Londres.
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