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Taleb Alisalem: "Está bien la ayuda humanitaria y traer a los niños en verano, pero no es lo que quiere el pueblo saharaui"

Taleb Alisalem, en los campamentos saharauis.

La siguiente entrevista de 'España no es (solo) blanca' es a un joven de 29 años residente en España, que trabaja desde casa desde el inicio de la pandemia, vive con su madre, escucha en bucle Los días raros de Vetusta Morla y ama estar tranquilo leyendo, escribiendo y meditando. Hasta aquí nada sorprendente. Pero la vida de Taleb Alisalem está marcada por su lugar de nacimiento: los campamentos de refugiados en Tinduf, en Argelia. La identidad saharaui primero y la defensa de su pueblo después, con un altavoz en las redes sociales y los medios de comunicación, le han posicionado como una de las voces clave en España para entender la realidad por la que pasa el Sáhara Occidental.

En los últimos meses, y tras la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de reconocer el Sáhara Occidental como una autonomía marroquí, la voz de Taleb Alisalem ha crecido más que nunca, sin ahorrar palabras en expresar lo que piensa. "A Pedro Sánchez le diría que está condenando a miles de vidas, entre ellas las de mi familia o mis hermanos que están en la guerra, a casi una muerte segura", sentencia sobre un presidente del Gobierno al que habitualmente interpela en redes sociales. Tras estudiar cooperación internacional y desencantarse con un sector que considera que tiene "muchísimo juego sucio detrás", ahora teletrabaja en una compañía aérea, un empleo que compagina con su activismo, el cuidado de su madre y la vida de cualquier persona de su edad.

En esta conversación charlamos sobre, como él mismo apunta, ser "esclavo de una lucha no elegida", de su relación con la viralidad, del trato dispensado a los refugiados procedentes de Ucrania en comparación a la reacción frente a otros conflictos como el saharaui y de lo frágil que uno puede verse cuando tienes a dos hermanos en la guerra: "Si el día de mañana me dicen que mis hermanos han muerto por un bombardeo marroquí, dudo mucho que pueda seguir aquí hablando y escribiendo por Twitter".

Han pasado varios meses desde que nos enteramos por una noticia de El Confidencial del giro de la postura de España respecto al Sáhara Occidental. ¿Cómo lo viviste?

Estaba en casa, teletrabajando, y siempre tengo la ventana del ordenador abierta para refrescar las noticias. De repente veo esta noticia y al principio no le di tanta importancia porque otros gobiernos, como el de Zapatero, sí que han manifestado alguna vez que la opción de la autonomía del Sahara dentro de Marruecos sería lo más aceptable o lo más lógico. Pero luego ya empecé a ver la repercusión mediática que estaba teniendo y me di cuenta de que no se trataba de una simple opinión. Lo que estaba pasando, y aunque se haya intentado maquillar por parte del Gobierno, era el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. Porque el problema de fondo es quién tiene la soberanía sobre estos territorios. El pueblo saharaui, representado por el Frente Polisario, defiende que tiene la legitimidad sobre sus territorios, y eso lo reconocen todos los órganos internacionales y continentales como la Unión Africana.

Reconocer que Marruecos tiene la soberanía sobre estos territorios me parece muy grave, porque contradice la voluntad de mi pueblo, la legalidad internacional y no conviene a los intereses de España, porque la pone en contraposición a Argelia, que es un apoyo de los saharauis. Yo como saharaui y víctima directa de la colonización digo que el problema del Sáhara Occidental es la descolonización. Somos víctimas directas de una colonización que se viene arrastrando.

Naciste en los campamentos de Tinduf, en Argelia. ¿Qué recuerdos tienes de aquella época?

Los recuerdos que tengo son muy felices. Cuando se lo cuentas a la gente te mira con mucha pena, pero para mí no ha sido ningún trauma, lo recuerdo como una de las épocas más felices de mi vida. Cuando eres un niño, aunque vivas en un campo de refugiados y gracias a la ayuda humanitaria, o vayas descalzo por el desierto, era una vida muy divertida porque no tenías capacidad de comparación. No teníamos televisión, no teníamos electricidad, no teníamos nada con lo que comparar, por lo que nosotros entendimos y asumimos que la vida era eso, que no hay más.

El shock viene cuando llegas aquí, vine con ocho años y sí que ha sido una hostia de realidad. No entendía porque esta gente vivía tan bien, porque las casas tenían tantas puertas, porque le dabas a un botón y se encendía la luz o porque abrías un grifo que salía agua. Ahí empiezas a darte cuenta, a hacer esa comparación y a darte cuenta de que eres víctima de un conflicto.

¿Cuál es el proceso por el que tú acabas en España? ¿Fue por una de las múltiples iniciativas de acogida o cuál es exactamente el proceso que tú viviste?

Cuando España abandonó el Sáhara en 1975, la sociedad española era muy consciente de que el Sáhara era tan español como Cuenca. Cuando de repente se dijo “ya nos vamos y esto ya no es nuestro” hubo un choque en una sociedad que no aceptó eso. Entonces se fundaron en el 75 varias asociaciones de sociedad civil españolas para llevar proyectos. Se inició en el mismo 75 el programa ‘Vacaciones en paz’. En ese momento había guerra entre los saharauis y Marruecos, así que esto consistía en traer a niños desde los campamentos de refugiados para que pasasen unas vacaciones en paz con familias españolas. Es un programa que se ha mantenido durante todo este tiempo y yo por eso vine, en el marco de este programa, acogido por una familia española.

Ahora que ha pasado tiempo desde entonces y tienes más perspectiva, ¿Cuál es tu opinión de este tipo de programas?

Siendo realista, creo que está bien la ayuda humanitaria, enviar sacos de harina, azúcar, aceite y demás, también traer a los niños aquí en verano. Pero creo que esto no es lo que quiere el pueblo saharaui, y tampoco a la larga es beneficioso para nuestro pueblo. Traer a niños a pasar un verano y luego devolverles a un campo de refugiados en medio del desierto tampoco es lo mejor para este pueblo. La sociedad civil española debería poner todo ese esfuerzo quizás en apostar por una presión política real que lleve a España a descolonizar el Sáhara Occidental, y darle a este pueblo y sus niños la oportunidad de vivir libres en su tierra, disfrutar de sus riquezas, de su mar, de sus piscinas y de sus casas, porque alimentarlos en medio de la nada es como alargar una muerte anunciada.

En el periodo escolar en España, ¿tienes algún recuerdo de estudiar algo relacionado con el Sáhara Occidental?

No, es algo que me ha chocado mucho. De hecho, en las clases de historia que he tenido, tanto la ESO como en bachiller, íbamos estudiando todas las partes de la historia de España, llegaba el Sáhara Occidental, se hablaba de la época colonial, se habla un poco de Guinea, se mencionaba por encima el Sáhara y entrábamos en otra historia. No es una historia terminada y acabada sobre la que tú puedas poner dos líneas. Es completamente territorio español según la legalidad internacional, porque no se ha llevado a cabo nunca una descolonización. Creo que es intencionado completamente no mencionar este tema, forma parte de ese gran bloqueo mediático para borrar de la historia el Sáhara Occidental.

¿Cómo ha sido crecer en España con la identidad saharaui? ¿Qué es lo que te has ido encontrando a tu alrededor?

Yo me quedé a vivir aquí por un problema de salud porque, según el programa de Vacaciones en Paz, tú tienes que volver a los campamentos después de pasar el verano. Yo me quedé aquí con diez años. Luego sí que he seguido viajando a los campamentos en Semana Santa o en Navidades, cuando la familia española me enviaba a ver a mi familia porque no es una adopción, es una acogida, así que siempre he estado viendo a mi familia en los campamentos. Me indignaba muchísimo, porque llegaba al punto de integrarme demasiado, de querer unas Nike o el último iPhone, pero iba a los campamentos y veía a los chavales descalzos y me sentía absolutamente absurdo.

De hecho creo que mi activismo es resultado de la indignación que siempre ha habitado en mí. De hacer esa comparativa. Soy un joven de 29 años y no dedico mi vida a vivir como cualquier joven, aunque tengo mi coche, mi casa y estoy bien, pero dedico todo mi tiempo libre a concienciar sobre esto, porque creo que ante la injusticia el ser humano no puede callar. Pero cuando esta injusticia cruza por completo tu vida, hace que incluso seas esclavo de una lucha no elegida.

¿Por qué decidiste estudiar cooperación internacional?

Quería hacer cooperación internacional aquí, pero existía sólo como máster. Había una formación en Inglaterra que la podías hacer en la universidad y que era una formación más concreta de Charity Management, dirigir proyectos de cooperación internacional en países subdesarrollados y acompañar el proyecto desde su nacimiento en oficina hasta su puesta en práctica en el terreno. Me fui, estuve haciendo un intensivo de inglés y después me metí a hacer esa formación. El deseo nace porque desde muy pequeños nos llamaba mucho la atención ver en los campamentos a gente muy blanca, de ojos azules. Luego con los años supe que eran cooperantes, que venían a ayudar y por eso siempre tuve esa obsesión. Soñaba con trabajar en algún organismo de las Naciones Unidas, como UNICEF o ACNUR, y trabajar en países subdesarrollados. Pero bueno, acabé trabajando en una cosa completamente distinta y en cierto modo acabé decepcionado también con el mundo de la cooperación.

¿Y cuál ha sido tu conflicto con el mundo de la cooperación?

En el camino de los estudios sí que he ido descubriendo un poco por que me ha ido decepcionando el tema. Cuando volví hice varias entrevistas en España con diferentes organizaciones, pero esto del mundo de la cooperación es bastante complejo, porque aunque tengas la formación académica, luego te piden una experiencia sobre el terreno, el haber estado en algún país participando en algún proyecto como voluntario de 2 a 5 años. Tienes que tener un bagaje, pero el bagaje de refugiado no cuenta. Debería contar más.

He dejado de creer en ese mundo. Sí que creo en las personas que van a cooperar de una forma completamente honesta, pero no creo que las grandes organizaciones lo hagan de forma honesta. Creo que es una corporación empresarial que trafica con el dolor y el sufrimiento de muchas personas en el mundo. Creo que hay muchísimo juego sucio detrás del mundo de la cooperación. Creo que incluso se instrumentaliza por partidos, muchas veces de extrema derecha, a las organizaciones que acogen a inmigrantes para hacer determinadas cosas que molestan al ciudadano y luego poder vender el discurso de la extrema derecha. Las organizaciones son partícipes porque reciben grandes donaciones de esos grupos, por lo cual se está traficando con el dolor de muchísimas personas en el mundo. Y es un mundo que ya te digo que me ha decepcionado mucho. Hablo de las grandes organizaciones y sobre todo de la cúpula del poder.

Vuelves a España con ese desencanto con la cooperación internacional y finalmente das un giro profesional hacia donde estás ahora. ¿Cómo es ese camino?

Hice varias entrevistas y no encontré nada. Empecé a aplicar para diferentes trabajos, de lo que sea porque necesitaba trabajar, aunque tenía pensado trabajar un año, ahorrar e irme a Australia. Lo tenía muy claro. Entonces encontré un trabajo como administrativo en el Departamento de Asesoría Jurídica de una compañía aérea y entré allí. Estoy a gusto, llevo ya casi cuatro años con ellos y estoy muy bien. Además llevo dos años teletrabajando, lo que me facilita muchísimo el tema del activismo o que me pueda estar moviendo.

¿Alguna vez tu activismo por la causa saharaui te ha podido resultar en algún conflicto a nivel profesional?

No. Tengo un trato muy familiar, con mis compañeros de departamento, mis superiores y mi supervisora me llevo súper bien. Entienden perfectamente la situación. Me han dejado claro que lo que es mi activismo, todo lo que yo vaya a hacer en mi tiempo libre es completamente respetado. Tengo que respetar mis ocho horas diarias de lunes a viernes y ser efectivo para resolver los expedientes que tengo, y hasta el momento no he tenido ningún problema. Al contrario, he recibido apoyo por parte de todos.

¿Cuál es la reacción de familiares, amistades y gente cercana a la continua exposición en medios?

Están muy preocupados. Hay un bloqueo mediático impuesto por los lobbies de Marruecos en todo el mundo, pero especialmente en España, para que no se hable de este tema. Entonces, cualquier persona que resalta un poco en los medios o en las redes sociales es amenazada. Las amenazas las llevo recibiendo muchísimos años a través de redes sociales y de distintas formas. Pero sí que es verdad que hubo un cambio cuando estalló la guerra en el Sáhara Occidental y hubo una atención brutal por parte de los medios de comunicación árabes, en los que sí que estoy mucho más presente que en los medios españoles. A raíz de eso sí que he ido recibiendo denuncias muy serias. Incluso me atrevería a decir que por parte del aparato de inteligencia marroquí, porque contenían datos personales. Alguna denuncia he tenido que hacer ante la policía para dejar constancia de esa amenaza. Mi familia está muy preocupada, pero son conscientes de que esto forma parte de lo que es la lucha por la causa. Y de hecho hay compañeros que están en el Sáhara que lo están pasando mucho peor porque son encarcelados por Marruecos o torturados. Yo hasta cierto punto aquí estoy protegido. Hay otra parte muy bonita que es que mi madre o mis hermanas reciben llamadas de paisanos de distintas partes, gente mayor o más joven, dando la enhorabuena, rezando por mí y dándoles las gracias. Esa parte es muy bonita.

¿Te sientes protegido ante todo esto?

No, no me siento protegido ni seguro, porque no es el primer caso de los servicios secretos marroquíes persiguiendo a activistas saharauis. En Francia los han perseguido a algunos cuando han vuelto. Yo soy de los campamentos y ya no puedo ir a la zona del Sáhara ocupado. Nunca podré ir hasta que no haya independencia, si es que hay algún día, porque los activistas que han hecho algún tipo de charla, conferencia o lo que sea, después han sido detenidos en el mismo aeropuerto, torturados, algunos desaparecidos, otros asesinados incluso.

Un tuit que publicaste tras el anuncio de la decisión de España tuvo más de 10.000 retuits. ¿Cómo es la relación que tienes con tu presencia en las redes sociales?

Lo llevo bien pero no estoy acostumbrado. Lo gracioso es que el tuit más viral que he hecho fue de una cosa que no tenía que ver con el Sáhara, del vídeo del señor que dijo que los ucranianos son como nosotros, de ojos azules. Lo vi en directo, lo grabé, lo publiqué y lo empezó a retuitear todo el mundo.

Hay otra parte que es recibir por todos lados. Sí que me gustaría desconectar. Además soy muy tímido, discreto, me gusta estar en paz, hacer mis meditaciones, escribir, leer…Así que no, esa parte no la llevo bien.

Hablando de la acogida de refugiados ucranianos en España, en tu caso, proviniendo del Sáhara Occidental, ¿Cómo lo estás viviendo?

Con estupefacción. Siempre he tenido claros los valores que abandera generalmente Occidente de la libertad, la defensa de los pueblos, los Derechos Humanos y siempre he sido muy consciente de que son completamente falsos. Son un instrumento que utiliza Occidente para conquistar ciertos intereses en determinados puntos, y es algo con lo que la gente se suele sensibilizar. Es una farsa, porque no solo cuando miras al pueblo saharaui, sino también cuando miras al pueblo palestino, lo que está pasando en Yemen, la guerra de Irak, Afganistán o tantos conflictos que tenemos en África son resultados directos del neocolonialismo. Y ves que aquí se la suda un poco. Lo que me ha sorprendido muchísimo es que no sea disimulado, se ha mostrado de forma clara que hay humanos de primera y humanos de segunda. De una forma muy descarada se está dejando visible que los Derechos Humanos o la defensa de los pueblos son tan solo un título y un mecanismo para defender o para conquistar los intereses que le vienen bien a Occidente, pero completamente falsos. Me da mucha pena.

Desde tu cuenta de Twitter mencionas habitualmente al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Si pudieras sentarte a hablar con él, ¿Qué mensaje le darías?

Creo que no es consciente realmente de lo que está haciendo. Le diría que está condenando a miles de personas, a miles de vidas, entre ellos las de mi familia o las de mis hermanos que están en la guerra, a casi una muerte segura. Con una decisión tomada desde un despacho condena a un pueblo entero con sus niños, con sus mujeres, con sus ancianos, con sus hombres a una vida en el exilio, y quizás a sufrir la guerra y a seguir sufriendo la violación, la atrocidad y la tragedia. Si lo ha hecho desde la inconsciencia, que reflexione, que vuelva a corregir sus actos.

¿Cuáles son tus aspiraciones futuras?

Si me preguntas hace dos años y quizás habría contestado súper bien porque tenía mucho más claro todo. Pero desde que estalló la guerra mi vida dio un giro completamente. No he tenido tiempo de pensar en mí de forma individual, simplemente pienso de forma colectiva. Pienso en la causa de mi pueblo y en cómo puedo aportar. He visto a mi familia completamente descompuesta en un día. Se anunció la guerra y mis dos hermanos dejaron a sus familias. Uno de ellos vivía en Francia, dejó a su mujer, a su niño y se fue a unirse al frente de batalla. Mis hermanos me llamaban para decirme que no sabían si volverían. Entonces he pasado de ser el más pequeño de la familia a verme casi responsable de tres familias, a no saber si voy a volver a ver a mi hermano, a ver que la situación de mi familia es la situación de todo mi pueblo. Me dedico 100% a esto, a sensibilizar sobre lo que está pasando de forma continua.

También es una forma de evasión, porque mi madre, que está aquí conmigo, lo ha pasado muy mal tras saber que sus dos hijos se han ido a la guerra y no sabe si volverán. Es una situación personal que ha cruzado mi vida. Hace poco me enteré de que falleció un vecino nuestro, que era hijo único y que dejó a su madre de casi 60 años sin ningún hijo. De hecho, yo me planteo si es necesario incluso bajar a coger un arma, porque llega un momento, y esto es muy triste decirlo, donde no buscas libertad o defender una causa justa, sino venganza. Porque si a mí el día de mañana me dicen que mis dos hermanos han muerto por un bombardeo marroquí, dudo mucho que yo pueda seguir estando aquí hablando y escribiendo por Twitter. No, yo creo que mi prioridad será bajar, coger un arma y vengarme.

¿Cómo es la comunicación con tus hermanos que están en la guerra?

En el campo de batalla no hay ningún tipo de comunicación. No les dejan tener móviles porque es muy fácil, con los satélites, que el enemigo sepa en qué punto se concentra el mayor número de teléfonos y bombardearlo. Pero sí que tienen permisos cada cierto tiempo de estar en los campamentos. De hecho, uno de ellos pudo venir aquí porque tuvo un permiso de tres meses. Vino, vio a su mujer y a su hijo y volvió otra vez. Cuando estás de permiso puedes tener conexión, pero cuando se van cuatro o seis meses al campo de batalla es un infierno. Me levanto cada mañana y veo una notificación de nuevos fallecidos y lo abres con el corazón a mil para no leer que el nombre de tus hermanos, de tu primo o de tu amigo esté entre esos nombres.

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