Talayots: qué son esas construcciones de piedra que hay en Baleares
Llega el verano y millones de turistas visitarán las Islas Baleares para disfrutar de sus playas y paisajes. A poco que paseen por Mallorca, pero especialmente por Menorca, no podrán dejar de sorprenderse ante la visión de enormes torres construidas con grandes bloques de piedra.
Se trata de uno de los edificios prehistóricos más emblemáticos de las Islas Baleares: los talayots, cuya raíz semántica proviene de atalaya. Eran edificios en forma de torre que podían alcanzar más de siete metros de altura. Solían ser de planta circular o cuadrada y fueron construidos a partir de lo que se denomina técnica ciclópea, es decir, utilizando grandes bloques de piedra, sin mortero, en algunos casos de más de una tonelada de peso.
Estas construcciones pueden ser macizas o tener un acceso a un ámbito interior. En el caso de los talayots macizos, la mayor parte de las actividades se concentraban en su parte superior, mientras que en el segundo caso, las actividades se distribuían entre el ámbito interior y la plataforma superior.
Estas construcciones, que dan nombre a la cultura talayótica, también estuvieron presentes en la memoria colectiva e imaginaria de los isleños. Así lo atestiguan los topónimos y las narraciones populares que los vinculan a gigantes que, supuestamente, habitaron las islas en los tiempos antiguos.
En el ámbito científico, el interés por estas construcciones se remonta a los propios inicios de la Arqueología como disciplina científica en el siglo XIX, con autores como Juan Ramis y Ramis o Emile Cartailhac. Sin embargo, y a pesar de los más de 100 años de investigación, estos imponentes edificios siguen siendo uno de los grandes enigmas de la Prehistoria de las Islas Baleares.
¿De qué época son los talayots?
Empecemos por el problema más sencillo: ¿cuándo se construyeron? La técnica más conocida para la datación en Prehistoria es la del carbono 14. Sin embargo, solo se puede utilizar sobre muestras de origen biológico que, normalmente, se encuentran ausentes en los talayots.
Ello obliga a seguir otras estrategias en las que se datan los niveles de preconstrucción y se combinan con las dataciones de los primeros niveles de uso. Entre ambos momentos se ubicaría la fecha de construcción.
Estas dificultades han dado lugar a una variedad de propuestas en relación a la fecha de construcción de los talayots. En los años setenta y ochenta se propusieron unas fechas cercanas al 1 300 a.e.c. y su construcción se relacionó con los Pueblos del Mar.
Sin embargo, la profunda revisión de finales del siglo XX rebajó la fecha hasta situarla en torno al 850 a.e.c. Frente a una explicación difusionista en relación a su origen, se propuso que los talayots fuesen el fruto de las dinámicas internas generadas por las propias comunidades isleñas.
Esta propuesta, que generó un amplio consenso, está siendo revisada a la luz de los recientes hallazgos en talayots como Curnia Nou o San Agustí, ambos en Menorca.
En el primer caso, el análisis contextual de los estratos del talayot y los edificios adyacentes, unido a una importante serie de dataciones radiocarbónicas, permiten plantear la construcción de la edificación en un momento previo al 1 100 a.e.c. Resultados parecidos se derivan de las nuevas dataciones obtenidas sobre las vigas internas de acebuche que sustentan la techumbre de uno de los corredores del talayot de San Agustí.
En esta nueva propuesta, se mantendría la idea del origen de los talayots vinculados a un proceso de evolución interna de las comunidades isleñas.
¿Para qué?
Si la datación de los talayots es un tema de debate, más lo es su función y significado. Hay muchas maneras de afrontar este problema, pero yo les sugeriría que nos enfrentásemos a él desde la siguiente perspectiva: concibamos los talayots como una realidad múltiple y superpuesta que se concretó a partir del conjunto de prácticas sociales en las que las comunidades prehistóricas y los talayots estuvieron inmersos.
En estas dinámicas, los talayots no deben ser concebidos como un mero y pasivo receptáculo arquitectónico. A través de su específica arquitectura participaron activamente en la configuración de las dinámicas sociales de las comunidades talayóticas.
Las actividades que se realizaron en los talayots fueron muy variadas, pero siempre presentan un nexo en común. En todos los casos, se trataron de actividades comunales, cuya concreción se relacionaba con la ubicación específica de cada talayot.
En aquellos casos donde ocupaban una posición central dentro del poblado, como por ejemplo el caso de talayot 1 del poblado de Son Fornes (Mallorca) o el de Curnia Nou (Menorca), las actividades en las que participaron se vincularon a la gestión comunal de los recursos (sacrificio y reparto de ovejas y cabras, en el primer caso, y molienda, principalmente de cereales, en el segundo).
En otras ocasiones, como el talayot 2 de Son Fornes, las prácticas se relacionaron con lugares de reunión y toma de decisiones. Aquellos talayots ubicados en los límites de los poblados se vincularon con estrategias defensivas. En ocasiones estaban adosados a murallas, como sería el caso del poblado de S’Illot (Mallorca).
Por último, los talayots localizados en zonas preeminentes formarían parte de una compleja red de conexiones visuales centradas en el control del territorio.
Más allá de la perspectiva funcionalista, no acabaríamos de entender los talayots si no incorporásemos también otras perspectivas vinculadas a ámbitos más simbólicos y perceptivos.
La construcción de un talayot requirió de un enorme esfuerzo colectivo por parte de unas comunidades sin altos niveles de jerarquización, potenciando dinámicas identitarias y de cohesión social. A ello debemos añadirle el hecho de que muchos talayots se construyeron sobre edificios de la fase anterior (Edad del Bronce) y que fueron utilizados durante más de 500 años. Esta continuidad convirtió a los talayots en auténticos receptáculos de la memoria de aquellas comunidades que, a lo largo de generaciones, interactuaron con ellos.
Esta diversidad de lecturas en torno a los talayots nos obliga a pensar en realidades múltiples y superpuestas que se entremezclan, por lo que el gran reto al que actualmente nos enfrentamos es ver de qué manera podemos integrarlas coherentemente.
En la medida que seamos capaces de hacerlo, estaremos en mejor disposición para comprender las complejas interacciones que hace 3000 años se dieron entre los talayots y las personas que los construyeron.