Cinco tácticas de desinformación que usa Rusia para intentar influir en las elecciones estadounidenses

La reciente denuncia por parte de la Casa Blanca de los intentos rusos de influir en las elecciones presidenciales estadounidenses de este año no sorprenderá a nadie que haya seguido las tácticas de desinformación durante los últimos comicios.

Durante la campaña de 2020, el Kremlin utilizó sus medios de comunicación patrocinados por el Estado, el canal de televisión internacional RT, además del sitio web de noticias y la emisora de radio Sputnik, para bombear una serie de contenidos que ponían en tela de juicio la legitimidad del proceso democrático estadounidense. También se descubrió que redes de bots y trolls patrocinados por Rusia habían estado difundiendo desinformación divisiva y teorías conspirativas en las redes sociales.

En esta ocasión, Estados Unidos se ha incautado de una red de dominios de Internet gestionados por Rusia y ha sancionado a diez personas, entre ellas Margarita Simonyan, redactora jefe de RT (antes Russia Today), por “actividades dirigidas a deteriorar la confianza pública en nuestras instituciones”. Las sanciones incluyen la congelación de cualquier propiedad o activo en Estados Unidos, así como posibles restricciones a cualquier ciudadano o empresa estadounidense que trabaje con ellos.

Estados Unidos también ha acusado a Kostiantyn Kalashnikov y Elena Afanasyeva, dos directivos de RT con sede en Moscú, en virtud de la ley de blanqueo de capitales, de pagar a creadores de contenidos estadounidenses para que difundieran “propaganda prorrusa y desinformación”.

El fiscal general de Estados Unidos, Merrick Garland, afirmó que Rusia buscaba crear su “resultado preferido” en las próximas elecciones presidenciales y socavar el apoyo estadounidense a Ucrania en la guerra.

Las prácticas alegadas por el Departamento de Justicia de EE. UU. (DOJ) coinciden estrechamente con lo que mis coautores y yo hemos identificado en nuestro nuevo libro Rusia, desinformación y el orden liberal: que se ha convertido en una práctica habitual en los intentos rusos de influir en las audiencias internacionales.

He aquí cinco características clave de la manipulación informativa rusa que hemos identificadomy que pueden ayudar a entender el último escándalo.

1. Uso de personas influyentes locales

El DOJ acusa a los empleados de RT de pagar a una empresa con sede en Tennessee casi 10 millones de dólares (unos 9 millones de euros) para producir contenidos en las redes sociales afines a los intereses rusos sin revelar que la financiación procedía en última instancia del Estado ruso.

Varias de las personas influyentes relacionadas con la empresa de Tennessee han declarado desde entonces que tenían el control editorial de sus contenidos y han negado tener conocimiento de cualquier vínculo con Rusia. Pero esto encaja con los patrones identificados en nuestra investigación.

En primer lugar, RT colabora desde hace tiempo con el espacio mediático populista de derechas, y a menudo imita el estilo y las prácticas de esos medios estadounidenses. Con frecuencia enlaza a sus artículos en su sitio web y ha promocionado a personalidades de esos medios y distribuido sus programas, además de presentarlos en sus propias plataformas.

Sobre esta base, RT ha dado a menudo una plataforma, financiación y rienda suelta a personalidades de los medios de comunicación de los Estados a los que se dirigen, cuyas creencias genuinamente sostenidas se ajustan a los propios intereses de Rusia. Al fin y al cabo, las investigaciones confirman que la gente es más propensa a creer afirmaciones que ha escuchado una y otra vez, sean o no ciertas.

2. Medios de noticias falsos

En el marco de este caso, Estados Unidos se ha incautado de una red de dominios de Internet presuntamente utilizados para promover información falsa dirigida a subconjuntos específicos de la población estadounidense. Haciéndose pasar por sitios locales, su contenido tiende a aprovechar las preocupaciones sociales específicas y las controversias que resuenan en determinados grupos objetivo, así como a amplificar los principales temas de conversación rusos.

Ya lo vimos en el pasado, cuando la Agencia de Investigación de Internet, respaldada por el Kremlin, creó un sitio falso de noticias de izquierdas y estafó a freelancers involuntarios para que contribuyeran con contenidos a las operaciones de información rusas. Las actividades pasadas de RT demuestran que no tiene reparos en camuflar deliberadamente sus vínculos con otras operaciones y grupos mediáticos.

Sabemos por nuestra investigación que estos sitios no sólo hacen habitualmente referencias cruzadas entre sí, sino que también suelen hacer referencias cruzadas a otros sitios autodenominados contrarios a la corriente dominante para aumentar su credibilidad entre determinados grupos demográficos en internet.

3. Echar leña al fuego

Otra táctica común para mantener el contenido creíble es vincularlo a temores y preocupaciones importantes en cualquier sociedad. Por ejemplo, Rusia no trajo la guerra cultural a Estados Unidos, pero ha aprovechado hábilmente las ansiedades de la sociedad estadounidense en torno a este tema. Las operaciones de los medios de comunicación rusos las han puesto en primer plano sin comprometerse con ellas de manera significativa.

Del mismo modo, cuando los sitios rusos se hacen pasar por fuentes locales, dan prioridad a temas que resultan familiares a su público objetivo. Pero, por lo general, los temas controvertidos se adornan con un mosaico de información real e inventada. Al público le resulta difícil descifrarlos, y sus suposiciones de partida hacen que a menudo no se sienta motivado para intentarlo.

4. Dar la vuelta al guión

Moscú ha negado repetidamente cualquier implicación en campañas de influencia, al igual que hizo en 2018 cuando Reino Unido acusó al Estado ruso de una serie de envenenamientos con Novichok en Salisbury. En aquel entonces, los políticos y los medios de comunicación rusos impulsaron una compleja red de teorías conspirativas que reflejaban las acusaciones de vuelta al Reino Unido y a los servicios de seguridad estadounidenses.

Esta vez hemos vuelto a ver la respuesta de “guión invertido” por parte de los representantes de Rusia. El embajador de Moscú en Washington, Anatoly Antonov, tachó las acusaciones estadounidenses de producto de la “rusofobia”, el mismo término utilizado por la embajada rusa tras los envenenamientos de Salisbury.

Y la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Maria Zakharova, ha repetido su tema favorito de los últimos años, acusando a Estados Unidos de convertirse en una “dictadura neoliberal totalitaria”. Esto podría parecer risible en boca de la representante de un Estado que ha criminalizado las críticas a su invasión de Ucrania. Sin embargo, las mentiras descaradas y las descalificaciones humorísticas suelen ir de la mano en las operaciones de información de Rusia.

5. Humor

El Estado ruso utiliza habitualmente el humor de forma estratégica, y RT ha surgido como algo así como un pionero en el uso del humor para legitimar las acciones de Rusia o neutralizar las críticas.

Sin embargo, la cadena no sólo utiliza el humor para informar sobre política internacional. Su enfoque característico es incluirse conscientemente como parte de la broma. Varias campañas publicitarias de RT han utilizado las críticas extranjeras como argumento de venta.

El mismo espíritu quedó patente en la respuesta sarcástica de Simonyan a las últimas acusaciones. En unos comentarios publicados en Telegram y reproducidos alegremente por RT, la redactora jefe tachó las acusaciones de alarmismo estadounidense “sobre la todopoderosa RT”. Sus palabras son un ejemplo perfecto de cómo RT se regodea en su estatus de “paria populista”.

Rusia sigue perfeccionando la forma en que trata de influir en las agendas fuera de sus fronteras, y no hay indicios de que esto vaya a parar pronto.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.

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La investigación para el libro citado en este artículo fue financiada por el Consejo de Investigación de Artes y Humanidades del Reino Unido.