Se debe de sustituir la Segunda Enmienda por una que tenga sentido en el sangriento siglo XXI | Opinión

Más estudiantes asesinados —esta semana fue en Nashville—, familias destrozadas, tiroteos en las calles de Miami Beach... y ¿la Cámara de la Florida aprobó una ley para portar armas sin permiso? El proyecto de ley no requiere entrenamiento de armas, para empezar.

Tengo un permiso de portación. Tuvieron que tomar mis huellas y pasar un curso elemental para asegurarme de que sabía manejar un arma. Igual que al conducir un auto.

La Segunda Enmienda actualmente señala lo siguiente:

“Siendo necesaria una Milicia bien regulada para la seguridad de un Estado libre, no se infringirá el derecho del pueblo a poseer y portar Armas”.

Se trata de un derecho colectivo.

Sin embargo, esto es lo que yo propongo:

“Los ciudadanos tendrán derecho a portar armas en defensa común de Estados Unidos o como miembros de una organización militar autorizada o sujeta a regulación, designada por los diversos estados o por Estados Unidos. El Congreso tendrá autoridad para hacer cumplir dichos derechos y privilegios mediante la legislación apropiada”.

Sigue siendo un derecho colectivo, pero mucho más claro. Los tribunales no tendrán que continuar una danza kabuki regulando la venta de armas, debido a una camisa de fuerza constitucional en la que están constreñidos por la Segunda Enmienda original, escrita en 1787 e interpretada por Antonin Scalia —también nacido, al parecer, en 1787—.

Esta nueva versión del siglo XXI todavía le permitirá a la gente llevar armas y dará a los estados autoridad continua para regular la venta y el porte de las mismas. No es tan contundente como debería, pero aclarará la constitucionalidad de que los estados y el gobierno federal puedan regular las armas y acabará con la desastrosa sentencia de Scalia en el caso Distrito de Columbia contra Heller, que creó un Frankenstein constitucional.

Heller, por un voto, le dio la vuelta a una enmienda constitucional que antes tenía sentido, al declarar que el derecho era individual, no colectivo.

Heller, de forma atroz, dijo que no tenía nada que ver con las milicias, pensadas por los redactores para proteger a los estados, antiguas colonias independientes, contra la tiranía de la corona o del gobierno central: con Heller tenía que ver con los derechos individuales a portar armas, no con una milicia bien regulada.

Desde entonces, tribunales, legislaturas y políticos han usado la decisión equivocada escrita por un ideólogo conservador para cavilar sobre el significado de la coma en la Segunda Enmienda. Ya es suficiente. Niños, estudiantes, fieles y tantos otros están pidiendo ayuda a gritos a unos legisladores sordos.

Los ciudadanos respetuosos de la ley que posean armas podrán seguir teniéndolas para defenderse. Yo tengo un arma. Me gusta ir al campo de tiro de vez en cuando. Y varias veces, a altas horas de la noche, cuando alguien ha llamado a mi puerta y no ha querido identificarse, me he sentido seguro de que disponía de una defensa eficaz en caso necesario.

Pero la Segunda Enmienda impide una legislación significativa en torno a las armas. Mi versión sigue otorgando a los estados el poder de regular la venta de armas. Debería estar menos sujeta a los desafíos que han llenado volúmenes de libros de leyes.

No importa la palabrería de los legisladores que reciben grandes donaciones de campaña de NRA, usan el “problema de la salud mental” como una muleta conveniente u ofrecen pensamientos y oraciones. Al fin y al cabo, otras democracias tienen leyes significativas relacionadas con armas de fuego.

Hay que educar a los estadounidenses para que comprendan que sus derechos no se sacrificarían en aras de un estado totalitario, pero, desde la decisión mayoritaria de cinco sobre cuatro de Scalia, ha habido un Monte Everest de litigios respecto a armas a menudo financiado por el cabildeo de las armas, para asegurar que todo el mundo, incluidos los lunáticos que quieran un arma, puedan conseguir una.

Esta enmienda revisada aclararía y reduciría la cantidad de litigios que cuestionan la constitucionalidad de la Segunda Enmienda, seguiría permitiendo la posesión de armas, pero también permitiría una regulación eficaz de las armas por parte de los estados y del Congreso.

El rey Jorge III no vendrá por nosotros.

David Wieder escribe acerca de asuntos jurídicos, históricos y culturales.

Wieder.
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