Sí, tengo celulitis, como la Kardashian.
Sí. Tengo celulitis. ¿Y qué? Como el 90 por ciento de las mujeres. Es una de las marcas corporales resultado de nuestras hormonas y nuestra tendencia a almacenar grasa para alimentar a nuestras crías y asegurar así el futuro de la especie humana incluso en épocas de hambruna -que quizá eso de hambruna les suene a distopía en este mundo de grasas saturadas en el que vivimos, pero no sólo sigue siendo algo habitual en medio planeta, sino que lo ha sido para nosotros hasta hace sólo una generación-.
Así que eso. Tengo celulitis. Rara es la mujer que no la tiene, en mayor o menor medida. Visible o sólo a la luz cuando se comprime la zona. Sin relación alguna con el peso.
Como quien nace rubia. O con los ojos negros. O con pecas.
Y sin embargo nos avergonzamos de ella. Porque la sociedad se avergüenza de ella. Y nos dice que está fea y que es mal. Un apunte: la mitad más uno de la sociedad -el 51%- somos nosotras, las mujeres, así que ya saben a quién echarle buena parte de la culpa de todo esto.
De la culpa, por ejemplo, del linchamiento que ha sufrido Kim Kardashian por estas fotografías.
Un body shaming de manual -avergonzar a alguien por la forma de su cuerpo-, por estas imágenes sin photoshop tomadas en una playa de Mexico. Críticas brutales. Insultos. Menosprecio. Comentaristas de televisión diciendo que “estos defectos no deberían permitirse”.
Criticar la celulitis es como criticar a alguien porque tiene la piel negra, o blanca. Como criticar a alguien porque tiene los brazos largos. O nuez. ¿Se imaginan que dieran vergüenza los hombres a los que se le marcara la nuez en la garganta, y que de repente el 90% de los hombres salieran a la calle con la garganta tapada porque es asqueroso que se les vea la nuez?
Pues lo mismo con la celulitis.