¿Podría ser Paul Ryan el candidato salvador del Partido Republicano?

Un ejercicio mental trae de cabeza a muchos en el Partido Republicano, que en su imaginación buscan una solución a su dilema político en el actual proceso electoral.

La hipótesis reza así:

Para alivio de conservadores, élites y otros desesperados del ‘establishment’, Donald Trump no consigue ganar durante el proceso primario la mayoría de los delegados y, en la Convención, muchos acaban dándole la espalda luego de que tras las primeras rondas de votación el magnate no logra con ofensas y estridencias evitar que le griten “you are fired” (estás despedido).

El problema, entonces, cae como bloque de cemento a los ilustres republicanos: “¿a quién nominamos ahora como candidato, con Trump fuera y dado que Cruz, nuestro adversario hasta hace nada, en realidad tampoco nos gusta y Kasich, la verdad, no da el ancho?”.

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Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes, es visto con creciente interés como un candidato de compromiso para los republicanos. (AP)

Aunque ese escenario es hasta ahora mera especulación o fantasía, muchos lo están imaginando y deseando con creciente intensidad y ansiedad.

Y un nombre ha ido y venido como la solución a esa necesidad un tanto desesperada: Paul Ryan, el presidente de la Cámara de Representantes y excandidato a vicepresidente en 2012.

Ryan es una figura ciertamente ligada a la dirigencia y las élites del partido, con amplia experiencia en materia presupuestaria y de finanzas públicas y cierta capacidad dialogante. Ha sido bien visto, además, por los grupos del Tea Party y la derecha radical conservadora, lo que atempera su condición de ser parte del denostado ‘establishment’.

Por ejemplo, según la cadena CNBC, Ryan sería el candidato más factible en el caso de que les resultase imposible a Trump y a Cruz lograr la mayoría.

Y Ryan, tiene, además, una trayectoria de apagafuegos. Cuando su antecesor al frente de la Cámara de Representantes, John Boehmer, cayó ante el empuje del ala más conservadora y radical de su partido, muchos pensaron en Ryan como la alternativa para cohesionar a su bancada. Pero él tardó en aceptar, incluso en ocasiones rechazó que lo haría. Se hizo de rogar.

Al final aceptó y ha dado mayor dinamismo a la Cámara Baja, algo que incluso, en el extremo, ha sido criticado por la ultraderecha republicana por el compromiso que Ryan logró recientemente con el presidente Obama para pasar medidas presupuestales.

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Paul Ryan y el presidente estadounidense Barack Obama. (AP)

Así, Ryan parece una figura de consenso, joven, con impulso, presumiblemente capaz de convencer a propios y extraños, a los que en algún momento se inclinaron por Trump, por Cruz o por alguno de los muchos caídos en las filas del liderazgo republicano durante la primaria.

Muchos ven a Ryan como el salvador del Partido Republicano, el que podrá disipar la pesadilla. Avalan esas nociones, por ejemplo, las afirmaciones de que los poderosos hermanos Koch estarían decididos a aportar sus muchos millones para aupar a Ryan a la candidatura y luego a la Casa Blanca, según el portal Huffington Post.

Y muchos dentro del partido parecerían convencidos de que ante la emergencia las soluciones deben ser drásticas y heterodoxas. De acuerdo también a Politico, analistas creen que hay 60% de posibilidad de que la Convención Republicana sea abierta y de ser así habría 90% de posibilidad de que Ryan surgiera como una opción firme a la candidatura.

Pero hay problemas en ello. Uno que el propio Ryan acepte ser candidato dado su historial dubitativo. Eso quizá pueda resolverse, si bien es cierto que Ryan está en la alborada de su carrera y quizá no piense sea el momento de quemarse y afectar su futuro en una contienda que de por sí se ve poco auspiciosa para los republicanos.

Pero si Ryan dijera sí hay otros factores. Uno es de reglas. Se ha dicho que para ser considerado como candidato a la nominación ante la Convención Republicana, se requiere que el individuo haya ganado la mayoría de delegados en cierta cantidad de estados, situación que Ryan no cumple porque no ha participado en las primarias. Eso tendría solución si se lograse que la Convención modificara sus reglas, lo que es posible, para abrir más el abanico de posibles candidatos (pues hoy solo Trump y Cruz lo cumplirían), aunque eso daría munición para nuevas acusaciones de que los barones del partido están decididos a “robarse” la candidatura.

Y al final, si todos los obstáculos fuesen superados y finalmente el nombre de Ryan apareciese ante los delegados para su voto, no antes de la segunda ronda de votaciones, aún tiene desde luego que convencer.

Y como ha indicado el portal FiveThirthyEight, si bien Ryan es del agrado del ‘establishment’, de los moderados y de una parte considerable de su ala derecha, eso no significa que pueda convencer a la mayoría de los delegados, muchos de los cuales son militantes de base del partido, cercanos al Tea Party y renuentes a plegarse ante el distante y a veces opresivo liderazgo en Washington.

Para ellos, como indica el citado portal, Cruz sería en realidad su candidato y el que, en tanto contendiente en la primaria, tendría legitimidad para clamar ese voto.

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Convencer a los delegados de la Convención no sería fácil para Ryan, pues muchos, si Trump quedase fuera, verían a Cruz como la opción.(AP)

Y, ya a escala de la elección general, The Washington Post indica que “imponer” a un candidato desde el liderazgo, así sea como un compromiso general, ahuyentaría a los votantes, por lo que una candidatura de Ryan podría encarar la abstención o incluso el trasvase en masa de ciudadanos hacia los demócratas.

Por ello, hay un largo camino antes de que Ryan pueda llegar como caballero a rescatar a la damisela republicana de las fauces de los dragones Trump, Cruz y anexas, si es que eso sucede. Y, claro está, quizá la Convención Republicana llegue amarrada si Trump logra la mayoría de los delegados, algo posible, o que Cruz cobre peso y se alce vencedor.

Entonces, quizá, la búsqueda de un salvador para los republicanos sea diferente, tal vez en la forma de una tercera candidatura ya no encaminada a llegar a la Casa Blanca, sino a retener el control en el Capitolio.

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