Seis conclusiones sobre el alto precio que Haití pagó a Francia por su libertad

Esto es lo que un equipo de corresponsales de The New York Times averiguó sobre lo que el pueblo haitiano tuvo que pagar a Francia tras la revuelta de personas esclavizadas más exitosa del mundo moderno.

Un Estado fallido. Una trampa asistencial. Un territorio al parecer maldito tanto por la naturaleza como por la naturaleza humana.

Cuando el mundo ve a Haití, uno de los países más pobres del planeta, la compasión por su interminable sufrimiento a menudo es opacada por las reprimendas y sermones sobre la corrupción y el mal manejo.

Algunos saben que los haitianos derrocaron a sus tristemente crueles propietarios esclavistas franceses y declararon la independencia en 1804, la primera nación moderna del mundo que nació de una revuelta de personas esclavizadas.

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Pero pocos conocen la historia de lo que sucedió dos décadas después, cuando los buques de guerra franceses volvieron a un pueblo que había pagado con sangre su libertad y emitieron un ultimátum: paguen otra vez, ahora con ingentes cantidades de dinero contante y sonante, o alístense para la guerra.

Durante generaciones, los descendientes de las personas esclavizadas pagaron a los descendientes de sus antiguos propietarios esclavistas con dinero que pudo haberse empleado para construir escuelas, caminos, clínicas o una economía pujante.

Durante años, mientras los periodistas de The New York Times han reportado sobre las penurias de Haití, una pregunta ha flotado en el aire: ¿Y si? ¿Y si desde su nacimiento el país no hubiera sido saqueado por potencias extranjeras, bancos internacionales, sus propios líderes? ¿Cuánto dinero más habría tenido para construir una nación?

Durante más de un año, un equipo de corresponsales del Times ha escudriñado documentos olvidados hace tiempo que se marchitaban en archivos y bibliotecas en tres continentes para responder esa pregunta, para poner una cifra al costo de la libertad de los haitianos. Aquí están las claves de una serie de historias que se publican esta semana en inglés, francés y creole.

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La doble deuda que dio inicio a todo

Cuando un buque de guerra francés repleto de cañones arribó hasta el puerto de la capital haitiana en 1825, un emisario del rey Carlos X llegó a la orilla y entregó una demanda sorprendente: Francia buscaba reparaciones del pueblo que había esclavizado.

Por lo general, son los derrotados quienes pagan reparaciones, no los vencedores. Apenas una década antes, Francia se había visto obligada a pagar a sus vecinos europeos luego de las campañas fallidas militares de Napoleón, el mismo emperador cuyas fuerzas también fueron derrotadas por los haitianos. Pero Haití estaba prácticamente sola en el mundo, sin aliados poderosos. Temía ser invadida y ansiaba establecer relaciones comerciales con otros países, así que accedió a pagar.

La demanda era por 150 millones de francos franceses, que debían entregarse en cinco pagos anuales, mucho más de lo que Haití podía pagar.

Así que Francia presionó a Haití para que obtuviese un préstamo de un grupo de bancos franceses a fin de empezar a pagar. Ese peso sisifeano se llegó a conocer como la doble deuda.

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El verdadero costo para Haití, entonces y ahora

El Times rastreó cada uno de los pagos realizados por Haití durante 64 años. En total sumaban unos 560 millones de dólares actuales.

Pero la pérdida para Haití no se puede medir solo con la suma de lo que se le pagó a Francia y a los acreedores extranjeros con el correr de los años.

Cada franco que se enviaba a través del Atlántico a una bóveda bancaria de ultramar era un franco que dejaba de circular entre los campesinos, peones y comerciantes de Haití, o que no se invertía en puentes, escuelas o fábricas, el tipo de gastos que hacen que las naciones sean naciones y les permiten prosperar.

Luego de revisar miles de páginas de documentos de archivo, algunos de siglos de antigüedad, y de consultar con 15 de los principales economistas del mundo, nuestros corresponsales calcularon que los pagos hechos a Francia le costaron a Haití entre 21.000 y 115.000 millones de dólares en crecimiento perdido a lo largo del tiempo. Eso representa unas ocho veces el tamaño de toda la economía de Haití en 2020.

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“Neocolonialismo por deuda”, es como lo caracterizó Thomas Piketty, uno de los economistas con quien hablamos. “Esta sangría ha perturbado totalmente el proceso de construcción del Estado”, dijo.

Y eso fue solo el inicio. La doble deuda ayudó a empujar a Haití a un ciclo de endeudamiento que maniató al país durante más de 100 años.

El banco francés que dio con un golpe de suerte

El gobierno francés sangró a Haití con su exigencia de reparaciones, pero en años posteriores los franceses abordaron a Haití con una táctica distinta: la mano extendida de un socio de negocios.

Luego de medio siglo de pagos devastadores vinculados a la doble deuda, los haitianos celebraron la noticia de que al fin el país contaría con su propio banco nacional, el tipo de institución que en Europa había financiado fábricas y ferrocarriles.

Pero el Banco Nacional de Haití solo era haitiano de nombre. Fue creación de Crédit Industriel et Commercial, un banco parisino conocido como CIC, y de sus inversores. Controlaban el banco nacional de Haití desde París y se llevaban una comisión con casi todas las transacciones realizadas por el gobierno haitiano. Los registros originales descubiertos por el Times muestran que Crédit Industriel y sus inversores desviaron decenas de millones de dólares de Haití mientras agobiaban al país con aún más préstamos.

No pasó mucho tiempo después de la celebración antes de que los haitianos se dieran cuenta de algo andaba mal.

“¿No es curioso que un banco que asegura venir al rescate de una hacienda pública agotada no empieza por depositar dinero sino por retirar todo lo de valor?”, escribió un economista haitiano.

EE. UU. trató a Haití como caja registradora

Cuando el ejército estadounidense invadió Haití en el verano de 1915, la explicación oficial fue que Haití era demasiado pobre y demasiado inestable para dejarla a su suerte. El secretario de Estado estadounidense, Robert Lansing hizo poco esfuerzo por ocultar su desprecio hacia la “raza africana” y caracterizó la ocupación como una misión civilizatoria destinada a poner fin a la “anarquía, salvajismo y la opresión”.

Pero se habían vislumbrado otros motivos el invierno anterior, cuando un pequeño grupo de marines entró al banco nacional de Haití y salió de ahí con 500.000 dólares en oro. Días más tarde estaba en una bóveda bancaria en Wall Street.

“Yo ayudé a que Haití y Cuba fueran un lugar decente para que los chicos del National City Bank recolectaran ganancias”, dijo años después el general que encabezó las fuerzas estadounidenses en Haití y se describió a sí mismo como “extorsionista para el capitalismo”.

El National City Bank fue el antecesor de Citigroup y, junto con otras potencias de Wall Street, presionó a Washington para apoderarse de Haití y sus finanzas, según décadas de correspondencia diplomática, informes financieros y registros de archivo revisados por el Times.

Durante las décadas siguientes, Estados Unidos sería la potencia dominante en Haití al disolver el Parlamento a mano armada, matar a miles de personas y enviar una gran parte de los ingresos del país a banqueros en Nueva York, mientras que los campesinos que ayudaron a generar las ganancias vivían al borde de la inanición.

Algunos historiadores enumeran beneficios concretos que Haití recibió durante la ocupación estadounidense, como hospitales, 1300 kilómetros de carreteras y un servicio público más eficiente. Pero también indican que los estadounidenses usaron trabajo forzado: los soldados ataban a los trabajadores con cuerdas y obligaron a los haitianos a construir carreteras sin recibir pago, disparando a los que intentaban huir.

Durante una década, una cuarta parte de todos los ingresos de Haití se destinaron a pagar deudas controladas por National City Bank y su filial, según indican alrededor de una veintena de reportes anuales preparados por funcionarios estadounidenses que el Times revisó.

En ocasiones, los funcionarios estadounidenses que controlaban las finanzas de Haití destinaban más dinero a pagar sus propios salarios que a la salud pública de todo un país de unos dos millones de habitantes.

El flagelo interno: la corrupción

“Fueron traicionados por sus propios hermanos y luego por las potencias extranjeras”.

Así se expresó Georges Michel, un historiador haitiano quien, como muchos expertos en Haití, afirma que las tribulaciones del país no pueden explicarse sin reconocer la profunda y arraigada cultura de corrupción.

¿El funcionario haitiano del siglo XIX que diseñó un acuerdo favorable para un banco en Francia y luego se jubiló ahí?

“Ese no es el primer caso de un funcionario haitiano que vende el interés de su país a cambio de un beneficio personal”, dijo Michel. “Diría que es casi la regla”.

Los líderes de Haití históricamente han saqueado al país para su propio beneficio. Los legisladores electos han dicho abiertamente en la radio que aceptan coimas y los oligarcas presiden monopolios lucrativos y pagan pocos impuestos. Transparencia Internacional califica a Haití como uno de los países más corruptos del mundo.

Es un problema de larga data.

En un préstamo de 1875, los banqueros franceses se llevaron una tajada del 40 por ciento. La mayor parte del resto se destinó a pagar otras deudas, mientras que lo que quedó fue a parar a los bolsillos de funcionarios haitianos corruptos que, como dicen los historiadores, se enriquecieron a costa del futuro de su país.

Casi un siglo después, cuando un médico estudioso llamado François Duvalier fue electo presidente, las perspectivas del país parecían positivas. Por primera vez en más de 130 años, Haití no estaba agobiado por una deuda internacional incapacitante.

Eso fue en 1957.

En los siguientes 28 años, Duvalier y su hijo compartieron una dictadura infame por la corrupción y la crueldad. Los profesionales abandonaron el país. Una nación desesperada se volvió más desesperada y los Duvalier saquearon cientos de millones de dólares.

Haití era tal vez más pobre que nunca.

La historia que no enseñan los franceses

La doble deuda en gran medida se ha desvanecido de la historia. Generaciones de franceses se beneficiaron con abundancia de los abusos de sus antepasados, pero eso rara vez se enseña en las aulas de clase. El Times entrevistó a más de 30 descendientes de familias que recibieron pagos bajo el esquema de la doble deuda de Haití. La mayoría de ellos indicaron que jamás habían escuchado de esto. “Esto es parte de mi historia familiar que jamás supe”, dijo un descendiente de sexta generación de la primera esposa de Napoleón.

No es accidente. Francia se ha esforzado por enterrar esta parte de su pasado, o al menos por minimizarla.

Incluso en Haití se desconoció durante mucho tiempo la historia completa. Luego, en 2003, el presidente Jean-Bertrand Aristide sorprendió a los haitianos al denunciar la deuda impuesta por Francia y exigir reparaciones.

Francia rápidamente trató de desacreditarlo. Que se hablara de reparaciones resultaba alarmante para un país con otras excolonias que sufrían con la herencia de la explotación. El embajador de Francia en Haití de aquel entonces recuerda la exigencia de reparación como “explosiva”.

“Teníamos que intentar desactivarla”, dijo.

Aristide incluso ofreció una cifra concreta de lo que Francia debía, con lo que se ganó burlas. Pero las pérdidas de Haití a largo plazo, descubrió el Times, resultaron ser sorprendentemente cercanas a su cálculo. Puede que incluso haya sido demasiado conservador.

En 2004, Aristide fue subido a un avión en una expulsión organizada por Estados Unidos y Francia. Los estadounidenses y los franceses han defendido la medida citando la necesidad de estabilidad en Haití, que estaba devastado por la agitación. Pero con el paso del tiempo, otro ex embajador reconoció que tal vez hayan intervenido otros factores.

La remoción abrupta del presidente de Haití, le dijo al Times, fue también “tal vez un poco por” su pedido de reparaciones.

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