El seguro estaba fuera del alcance de estas víctimas de Ian. Ahora tienen que reconstruir

Crawford Slaughter estaba sentado en su sillón favorito, en su porche cubierto, cuando llegó la tormenta y voló el tejado. Mientras la lluvia entraba a raudales en su casa, hizo agujeros en el suelo para que el agua drenara en lugar de inundar su residencia.

Este veterano de Vietnam de 80 años y su modesta casa son un testimonio de que los huracanes no solo azotan las zonas costeras, los lugares en donde los reporteros del Weather Channel se sientan en un muelle bajo la lluvia y gritan por el micrófono.

Este pueblo sin salida al mar, de 7,400 habitantes, enclavado junto al río Peace y atravesado por la carretera US 17, recibió un golpe tremendo del huracán Ian.

Todavía se está recuperando.

En esta comunidad situada en el corazón de la Florida, lejos de las zonas costeras que recibieron la mayor parte de la atención después del paso de Ian, los vecinos de Arcadia y sus alrededores han recogido maleza, tirado muebles anegados, desechado alfombras destrozadas, reparado cuadros eléctricos y remendado tejados, al menos los que se han podido salvar, y muchos lo han hecho pagando de su bolsillo, sin el beneficio de un seguro contra tormentas o inundaciones.

Gente como Crawford Slaughter, Fred y Cindy Meyers, Eulogio Martínez y Kathy Lorenz.

La señal de Peace River Campground se encuentra en una zona inundada por el río Peace, en Arcadia, el 30 de septiembre de 2022. Las aguas ya se retiraron pero la recuperación continúa. Tiffany Tompkins/ttompkins@bradenton.com
La señal de Peace River Campground se encuentra en una zona inundada por el río Peace, en Arcadia, el 30 de septiembre de 2022. Las aguas ya se retiraron pero la recuperación continúa. Tiffany Tompkins/ttompkins@bradenton.com

En la Florida, los seguros se han encarecido tanto que muchos habitantes de esta localidad, en donde el 20% vive por debajo del umbral de pobreza y el alquiler promedio es la mitad de la del conjunto del estado, han decidido renunciar a ellos.

Un mercado en crisis

El aumento vertiginoso de las primas de seguro puede hacer descarrilar el sueño de la vivienda en propiedad, una de las piedras fundacionales sobre las que se asienta la Florida.

Comprar una casa con una hipoteca exige tener un seguro. La póliza protege tanto al propietario como al emisor de la hipoteca en caso de que la vivienda sufra daños o quede destruida.

Cuando la vivienda se adquiere en propiedad —si, por ejemplo, la hipoteca se paga a lo largo de toda la vida—, el seguro pasa a ser opcional. Y algunos habitantes de Arcadia, al encontrarse en esa situación —mientras hacían malabarismos con las facturas médicas y otros gastos de manutención y se daban cuenta de que estaban a una buena distancia de cualquier costa—, simplemente optaron por salirse del mercado de los seguros.

Y entonces se vieron perjudicados por Ian.

Para algunos que adquirieron propiedades baratas o moderadamente caras a lo largo de toda una vida de trabajo, las cifras que implica la compra de una póliza ya no cuadran. La prima promedio de seguro en Arcadia es de $2,296, de acuerdo con la Oficina de Regulación de Seguros de la Florida (FLOIR), mientras que el promedio de ingresos, de acuerdo con la Encuesta sobre la Comunidad Estadounidense (ACS), un producto de la Oficina del Censo, es de $34,003.

La Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) proporciona alguna ayuda en caso de una tormenta catastrófica, un máximo de $41,000 para ayuda de vivienda y $41,000 para otras necesidades, pero ni de cerca lo que cuesta reconstruir una casa destrozada.

La Legislatura de la Florida celebra este lunes una sesión especial para debatir medidas que apuntalen el mercado. Una solución provisional consistiría en eximir del pago de impuestos a las personas cuyas propiedades quedaron arruinadas por la tormenta. Además, en la sesión, que durará una semana, se estudiarán formas de frenar los litigios contra las aseguradoras, reforzar Citizens Property Insurance, la aseguradora estatal de último recurso, y aumentar la disponibilidad de reaseguros, es decir, seguros para las aseguradoras que les permiten deshacerse de parte de su riesgo.

Arcadia está lejos de la costa pero sus casas sufrieron los embates del viento y el agua del huracán Ian. Clara-Sophia Daly/For the Herald
Arcadia está lejos de la costa pero sus casas sufrieron los embates del viento y el agua del huracán Ian. Clara-Sophia Daly/For the Herald

En los 160 acres de Peace River Campground, al oeste de Arcadia, la capital del Condado DeSoto, el río creció mucho más allá de sus orillas, llegando hasta los tejados de los baños del camping. El propietario del lugar, Lenny Limpenau, pasó el primer día después del paso de Ian transportando a la gente en su barca desde la orilla oeste del río, que había quedado aislada de la ciudad en la orilla este.

Limpenau no tenía seguro contra tormentas o inundaciones. Es propietario de sus tierras desde hace 25 años. Calculó que pagar un seguro contra tormentas no tendría sentido desde el punto de vista financiero, una decisión que los propietarios toman cada vez con más frecuencia, ya que el costo se ha disparado: un 33% solo en el último año, de acuerdo con Insurance Information Institute (III). El instituto calcula que el 13% de los propietarios de la Florida están renunciando al seguro, lo que a veces se denomina “ir desnudos”.

“Ese es el problema al que nos enfrentamos. Tantas comunidades en las que los residentes ya no pueden permitirse un seguro de hogar”, dijo Mark Friedlander, director de comunicaciones corporativas del instituto. “Está ocurriendo cada vez más en todo el estado”.

Al mismo tiempo que los clientes potenciales se dan de baja, las aseguradoras cierran o abandonan el estado, lo que reduce la competencia y probablemente aumenta aún más los costes. Eso obliga a más propietarios a echarse en brazos de Citizens Property Insurance.

Un factor que complica la situación en Arcadia es que gran parte de los daños sufridos fueron causados por inundaciones y los daños por inundaciones no están cubiertos por el seguro contra tormentas. El seguro contra inundaciones es una póliza aparte y esa es otra póliza de la que carecían muchos vecinos.

“Arcadia —a 57 millas al este de Sarasota, rodeada de plantaciones de cítricos y ranchos ganaderos, y alejada de las rutas turísticas más frecuentadas— representa una versión más antigua de la Florida: rural, agrícola y con una importante población afroamericana que se remonta a la época de la esclavitud.

El pequeño centro de la ciudad cuenta con tiendas de antigüedades, una antigua estación de tren y un antiguo teatro de la ópera convertido en museo que, de acuerdo con la leyenda, está encantado. En la periferia rural hay comunidades de casas móviles, naranjales y algún que otro bar y asador de carretera, un campo de tiro y un rodeo de 62 años que está a la venta.

A los vecinos les preocupa ser olvidados mientras los legisladores se reúnen en Tallahassee, los burócratas de FEMA se apiñan en la capital del país y los famosos organizan eventos para recaudar fondos.

De acuerdo con el director de Gestión de Emergencias del Condado DeSoto, Richard Christoff, el 32% de las propiedades de la ciudad sufrieron daños a causa de Ian.

En general, el Condado DeSoto es el decimotercero de la Florida con más reclamaciones de seguros a causa del Ian, con 5,682 a finales de noviembre. Eso es más un reflejo de la pequeña población que de la intensidad de la tormenta, que trajo vientos de 115 mph.

“Todos somos supervivientes”, dijo el alcalde de Arcadia, Keith Keene, cuyo propio seguro de hogar subió $1,200 el año pasado. “Lo conseguiremos”.

Fred Meyers, de 79 años, y su esposa Cindy, de 69, solían pasar la mayor parte del tiempo sentados en el porche cubierto que Meyers construyó en su casa observando a los animales en el jardín. Los antiguos trabajadores de mantenimiento se habían retirado a una pequeña casa junto al río Peace y se sentaban a observar el paso de las aves migratorias en invierno: cardenales, arrendajos azules, halcones, pájaros carpinteros, pinzones y colorines añiles.

“Allí se pueden ver casi todos los pájaros del libro”, dijo Meyers.

No tenían póliza.

Durante semanas, la pareja llamó a FEMA para pedir que alguien viniera a inspeccionar su propiedad. Su esperanza era conseguir algo de dinero y seguir adelante. El desembolso inicial de la agencia —$700— no fue mucho, pero bastó para comprar algo de ropa y otros artículos de primera necesidad.

Todos los propietarios y vecinos con los que habló el Herald que habían sufrido daños en sus casas se encontraban dentro de la zona de riesgo de inundación, de acuerdo con la designación de FEMA, pero, al igual que en el caso de los temporales de viento, no hay obligación de compra si la casa es de propiedad absoluta.

En DeSoto, solo el 26.6% de las viviendas de la zona inundable tenían seguro contra inundaciones, de acuerdo con FEMA. Fuera de la zona inundable, esa cifra se redujo al 3.3% de las viviendas con seguro contra inundaciones cuando pasó Ian.

El problema va más allá de la inasequibilidad, de acuerdo con la abogada Amy Boggs, presidenta de la Sección de Seguros de Propiedad de la Asociación de Justicia de la Florida (FJA). Ella representa a los asegurados. También hay una falta de comprensión de lo que está cubierto.

Boggs dijo que los propietarios de viviendas que han comprado un seguro pueden verse sorprendidos cuando tienen una reclamación y descubren innumerables lagunas y deducibles considerables.

Limpenau, propietario de un camping en Arcadia que solía tener seguro pero ya no lo tiene, se mostró de acuerdo.

“Las compañías de seguros son muy cortas con sus valoraciones. Así que quieren llegar a un acuerdo rápido y salir de allí lo más barato posible”, dijo.

Con el dinero que ahorró al no pagar el seguro contra tormentas, Limpenau espera sustituir su antigua oficina del campamento y el salón de baile. Había guardado algo de dinero para un “día accidentado”. Lo está usando para poner en marcha el camping.

“No quiero pelearme con ellos”, dijo. “La gente que tiene seguro va a tener una ardua lucha contra sus compañías de seguros”.

“Para nosotros lo era todo”

Las lagunas del seguro no eran un problema para Eulogio Martínez, porque no tiene seguro. Vive en la orilla este del río Peace, en donde está la ciudad.

Él, su esposa Lisa y su hija de ocho años, Evelin, solían disfrutar pasando el rato con sus seis perros, dos gatos, 12 pájaros y cabras en su pequeña parcela. Organizaban fiestas en su patio con piñatas repletas de caramelos y disfrutaban con los mangos, las frutas del dragón y las ciruelas de los árboles de su jardín, que traían de Guanajuato, México, en donde ambos crecieron. Hace poco, Martínez volvió a embaldosar la ducha de su casa.

La tormenta lo dejó todo en ruinas. Un árbol cayó sobre el tejado, que se derrumbó, y las paredes se vinieron abajo. Los muebles y las reliquias familiares estaban cubiertos de suciedad y eran insalvables.

“Para nosotros, lo era todo”, dijo Martínez en español durante un descanso entre las tareas de limpieza de su propiedad y el trayecto hasta Home Depot para abastecerse de materiales y equipos. Lisa Martínez le solicitó ayuda a FEMA justo después de la tormenta y, aunque el dinero es una ayuda, no es ni de cerca suficiente.

“Cuando tienes un seguro, es difícil usarlo”, dijo. Decidió no contratar una póliza porque creía que FEMA tendría más posibilidades de ayudarle en caso de carecer de ella. (Un portavoz de FEMA dijo que ese no es necesariamente el caso).

No pueden permitirse alquilar un lugar en donde vivir, por lo que Eulogio, Lisa y su hija acabaron viviendo temporalmente en la caravana de dos habitaciones de enfrente con Norberta Ramos Martínez, la madre de Eulogio, y su hermana de 15 años. Norberta cedió su habitación a Eulogio y Lisa, trasladándose al salón.

La ciudad gestionaba un refugio tras la tormenta, pero cerró el 11 de noviembre y, en cualquier caso, algunos vecinos de Arcadia prefirieron quedarse en sus casas parcialmente destruidas.

Crawford Slaughter, el veterano de Vietnam que agujereó el suelo de su casa, calcula que sufrió daños por valor de $12,000, pero, cuando Herald le hizo una visita poco después de la tormenta no había recibido “ni un céntimo” de FEMA. Vive con $1,100 al mes de las prestaciones del Seguro Social, la mitad del costo anual de una póliza promedio.

Lleva 20 años viviendo en su caravana, pero dejó de pagar el seguro después del primer año, cuando se dio cuenta de que no podía permitírselo.

“Si lo hicieran más asequible, estaría bien”, dijo respecto al seguro. Su plan es cambiar el piso él mismo, pero no puede hacerlo porque dijo que es demasiado viejo para subir tan alto.

En el mes transcurrido desde el paso del huracán Ian, Martha McCombs, amiga de Slaughter y apoderada de este, dijo que su vecino mantiene la esperanza, pero que a veces rompe a llorar, lamentando los daños sufridos en su casa.

“Es todo lo que le queda”, dijo refiriéndose al veterano, quien acaba de enviudar.

Chelsea Green y su hijo pueden sonreír a pesar de lo que queda atrás, los daños causados por el huracán Ian en su propiedad del Condado Desoto. Clara-Sophia Daly/For the Herald
Chelsea Green y su hijo pueden sonreír a pesar de lo que queda atrás, los daños causados por el huracán Ian en su propiedad del Condado Desoto. Clara-Sophia Daly/For the Herald

McCombs, quien era la mejor amiga de la difunta esposa de Slaughter, Shirley, dijo que su vecino es conocido en la comunidad como alguien que haría cualquier cosa por ayudar a los demás. Ahora, la comunidad está dando un paso adelante para ayudarle en la medida en que su orgullosa naturaleza se lo permita. Shirley tiene previsto presentar un recurso en su nombre ante FEMA, quien hasta ahora le ha proporcionado $300.

El costo de los litigios

El discurso en torno a la legislación y reforma del sector asegurador de la Florida se ha centrado en gran medida en los litigios. Las compañías de seguros y algunos expertos dijeron que el elevado costo de los seguros es consecuencia de terceros contratistas que presentan reclamaciones ilegítimas en nombre de los asegurados. Dijeron que se ha presentado un número excesivo de demandas contra las compañías de seguros, lo que ha disparado el costo de los seguros. A ello contribuye, de acuerdo con los críticos, la posibilidad de que las víctimas de una tormenta cedan sus prestaciones a un contratista que haya sido contratado para hacer el trabajo.

Pero Boggs, la abogada que representa a los consumidores en los tribunales contra las compañías de seguros, dijo que el elevado número de demandas se debe a que los consumidores han sido mal pagados o no se les ha pagado a tiempo.

Un informe de 2021 de FLOIR da crédito a la reputación de la Florida como lugar litigioso. El informe citó estadísticas nacionales que muestran que en 2019 la Florida representó el 76.45% de todas las demandas de propietarios de viviendas contra compañías de seguros en los Estados Unidos.

Boggs dijo que ningún asegurado desea verse envuelto en años de litigios solo para obtener la reconstrucción de sus hogares. Más bien, una demanda es el último recurso, cuando las compañías de seguros pagan mal sus reclamaciones, dejándolos incapaces de reconstruir.

Quedándose con sus gatos

Kathy Lorenz en un banco frente al refugio de la Cruz Roja instalado en el Civic Center de Arcadia. El refugio de la ciudad ya ha cerrado. Clara-Sophia Daly/For the Herald
Kathy Lorenz en un banco frente al refugio de la Cruz Roja instalado en el Civic Center de Arcadia. El refugio de la ciudad ya ha cerrado. Clara-Sophia Daly/For the Herald

Kathy Lorenz se sienta en un banco frente al refugio de la Cruz Roja instalado en el Centro Cívico de Arcadia. Dijo que los voluntarios la han estado animando a abandonar DeSoto desde que su casa móvil quedó destruida durante el huracán, pero ella no quiere dejar atrás a sus gatos.

El sueño de Kathy Lorenz era tener su propia casa móvil con sus cuatro gatos y un lugar en donde poder tener un huerto de frutas y verduras. Desde 1996 ha sido propietaria de su caravana y ha alquilado una parcela en un parque de caravanas de Arcadia, junto a la carretera 17.

La tormenta causó daños totales en la casa, por lo que tuvo que acudir al refugio de la Cruz Roja, ahora cerrado, en el centro cívico local de la ciudad. No tenía seguro.

Esperaba que FEMA le proporcionara ayuda.

“Creo que tendría suerte si me dieran $30,000 y eso no es ni siquiera suficiente para pagar una nueva casa móvil”, dijo esta mujer de 68 años.

“A mi edad, no puedo permitirme pagar una hipoteca ni nada”.

Antes trabajaba en un restaurante y luego en residencias de ancianos. Ahora se mantiene gracias al Seguro Social y a los pagos por discapacidad. “Es como si a nuestro gobierno no le importara. Se han olvidado de los ancianos y no son solo los ancianos los que tienen problemas”.

“Creo que nuestro gobierno tiene que dar un paso adelante. Estoy tan disgustada en general, por las cosas que están pasando a mi alrededor. No tengo la capacidad de cambiar y mejorar las cosas”.

Una repetición de Charley

“¡No tengo seguro, no me lo puedo permitir!”, dijo Deborah Carter Kilpatrick, cuyo tejado de la caravana se rompió durante el huracán. Su casa se inundó y las aguas residuales corrieron por su jardín.

Kilpatrick ya ha estado aquí antes. El remolque se lo dio FEMA después de que perdiera su casa durante el huracán Charley en 2004. Se supone que estos remolques son temporales, pero FEMA le dijo a Herald que a veces permite que los beneficiarios los conserven en casos de especial dificultad. Kilpatrick dijo que no era la única de su vecindario que seguía viviendo en viviendas de FEMA desde el huracán Charley.

Lo que más le preocupaba era su amiga y vecina Sharon.

“Me preocupa que una tormenta de viento pueda caerle encima”, dijo Carter Kilpatrick de Sharon, quien acabó durmiendo en el suelo de su casa destrozada a pesar de que FEMA le dijo que debía mudarse.

“Esa casa es realmente inhabitable”, dijo refiriéndose a la vivienda de dos plantas de su vecina, de la que es propietaria desde hace 10 años. Su amiga es una funcionaria de prisiones con una afección cardiaca que la mantiene entrando y saliendo del hospital.

“No debería vivir aquí, pero lo hago”, dijo la amiga por teléfono un día en el que no se encontraba bien.

La catastrófica crecida del río Peace en Arcadia dejó Peace River Campground bajo el agua el 30 de septiembre de 2022. En los 160 acres de Peace River Campground, al oeste de Arcadia, la capital del Condado DeSoto, el río creció mucho más allá de sus orillas. Tiffany Tompkins /ttompkins@bradenton.com
La catastrófica crecida del río Peace en Arcadia dejó Peace River Campground bajo el agua el 30 de septiembre de 2022. En los 160 acres de Peace River Campground, al oeste de Arcadia, la capital del Condado DeSoto, el río creció mucho más allá de sus orillas. Tiffany Tompkins /ttompkins@bradenton.com

El paraíso está perdido por ahora

Bruce Matthewson y su esposa, April, construyeron y diseñaron la casa de sus sueños junto al río —para ellos era el paraíso— y ahora tienen que volver a hacerlo. Al menos la parte de “construirla”.

En cuanto vio que la tormenta se dirigía hacia él, hizo un pedido de tejas nuevas en previsión de tener que cambiar el tejado.

“Los seguros son una mierda, por eso me autoaseguré”, dijo Matthewson, quien vive con su esposa en el mismo vecindario que su hija y su yerno. En lugar de pagar el seguro, ahorró dinero para ayudar con los costos de recuperación.

Cada día de limpieza y reparaciones le ha parecido una semana, un régimen aún más duro por tener que dormir en un colchón inflable en un cobertizo. Sin embargo, sabe que tiene suerte de disponer de recursos para reconstruir y así lo hará.