Secretario de Justicia Merrick Garland debe demostrar que va a defender la democracia | Opinión

Estimado Secretario de Justicia Merrick Garland:

Sin duda está familiarizado con el viejo adagio que dice: “Las ruedas de la justicia pueden moler lentamente, pero muelen extremadamente fino”. Mientras observamos la investigación en curso de su Departamento de Justicia sobre la conspiración criminal que fue la Casa Blanca de Trump, muchos de nosotros podemos dar fe de la primera mitad del axioma. La justicia, en efecto, ha demostrado ser lenta. Si el resultado será “extremamente fino” es lo que nos cuesta creer.

Dieciocho meses después de que el ejército de Trump irrumpiera en el Capitolio de Estados Unidos en un ataque mortal, muchos de los que sirvieron como soldados de a pie y carne de cañón han tenido su día en los tribunales. Pero el líder de la manada y sus secuaces siguen caminando libres. Muchos observadores están deseando que se rectifique esta situación, y no han sido reticentes a la hora de decirlo.

En una rueda de prensa celebrada el pasado miércoles, usted parecía estar harto de que se le criticara por la percibida timidez e inercia suya y de su departamento. “Un principio central del Estado de Derecho”, dijo usted, “es que no hacemos nuestras investigaciones en público”. Añadió que “tenemos que hacer rendir cuentas a toda persona que sea responsable penalmente de intentar anular unas elecciones legítimas... de una manera llena de integridad y profesionalismo”.

En otras palabras: Apártense y déjennos hacer nuestro trabajo. Su intención es posiblemente comprensible. Pero hay algo que quizá no entiende.

La gente está impaciente, sí. Exigen responsabilidad, sí. Pero el otro factor en juego es simplemente que han sido tiempos muy duros para el mencionado Estado de Derecho.

Uno recuerda un viejo cliché de las películas del Oeste: la turba enfurecida desciende a la cárcel con antorchas y cuerdas, dispuesta a arrastrar a algún prisionero y hacer justicia callejera. Pero el alguacil los detiene y les dice que dejen el destino del prisionero en manos de la ley.

Por muy común que sea esta escena, capta una verdad importante. La lealtad al Estado de Derecho no es un instinto innato. Al contrario, el instinto es exigir una satisfacción inmediata si alguien te ha hecho daño. Pero el Estado de Derecho nos pide que cambiemos las antorchas y la cuerda por un conjunto de normas que el gobierno administra en nuestro nombre. Así es como los seres humanos forjan sociedades civiles a partir de los páramos del primitivismo social.

¿Pero qué pasa si algunos de nosotros empezamos a sentir que somos los únicos tontos que seguimos esas reglas mientras otros las pisotean, se benefician en el proceso y no pagan ningún precio por sus transgresiones?

Esa, señor, es la historia de los últimos siete años, una historia contada en la negativa de Robert Mueller a remitir a un presidente criminal para su enjuiciamiento penal, contada en la obstrucción y la manipulación de testigos, en las incitaciones a la violencia y la violencia real, en los actos de extorsión, traición e insurrección sin precedentes en la historia de Estados Unidos, la mayoría de ellos hechos abiertamente y, de hecho, descaradamente.

El Estado de Derecho nunca ha parecido más impotente o ineficaz ni ha hecho que sus creyentes parezcan más tontos. Lo cual debería preocuparles, porque lo único que requiere ese Estado, lo único sin lo cual no puede funcionar, es la fe de la gente, algo que los últimos siete años han dificultado en extremo.

Esa es la necesidad tácita, pero no por ello menos urgente, del momento, señor secretario de Justicia, la razón por la que su investigación no puede ser lo suficientemente exhaustiva, o rápida. Lo que está escuchando en sus críticos no es solo impaciencia o una exigencia de responsabilidad, sino una necesidad de ver reivindicado uno de los principios fundacionales de la sociedad, antes de que sea demasiado tarde para que les importe. Han sido siete años difíciles, señor.

Al Estado de Derecho le vendría bien una victoria.

Leonard Pitts Jr. es un galardonado columnista del Miami Herald.

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